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•Seniles, en la jodidez

•Exhibe fallas CONEVAL

•Un país de ancianos

Luis Velázquez

10 de enero de 2019

UNO. Seniles, en la jodidez

Cuarenta días después, el secretario de Salud, doctor Roberto Ramos Alor ninguna palabra ha pronunciado sobre el estado de salud de los 800 mil seniles de Veracruz, mayores de 65 años de edad.

Y eso que el CONEVAL, Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, ha advertido en tiempo y forma que los adultos mayores “viven sus últimos cinco años con una o varias enfermedades o discapacidades”.

Y lo peor, que el 60 por ciento vive en localidades rurales, donde, caray, y como el titular de la SS lo ha advertido rafagueando a sus antecesores, hay Centros de Salud sin medicinas y sin médicos, y más peor, Centros de Salud sólo en las cabeceras municipales, de tal forma que los enfermos en comunidades han de trasladarse en catres cargados por cuatro hombres o en todo caso, sentados y amarrados a una silla cargada en la espalda por hombres que se van turnando.

Y con el riesgo, claro, de que lleguen muertos a su destino.

Y más, cuando el CONEVAL ha dicho que el país está envejeciendo a pasos gigantescos.

Y más, cuando también el CONEVAL ha recordado que la población concentra más discapacidad “a medida que pasa el tiempo”. (La Jornada-México, Angélica Enciso)

Pero, bueno, más importante es apretar el botón nuclear contra los secretarios de Salud de Miguel Ángel Yunes Linares, Javier Duarte y Fidel Herrera Beltrán que ocuparse y preocuparse del estado de salud de los ancianos, con todo y que él mismo va para allá, y ojalá tenga y disfrute para entonces de una economía sana que le permita salud de calidad.

DOS. La vejez, la más larga de la vida

De acuerdo con el geriatra, la calidad de vida es importante en todas las etapas biológicas.

Pero si es trascendente, digamos, en la infancia y la juventud, más, mucho más en la vejez, por una razón simple y sencilla:

La edad senil es mucho más larga que la juventud y la infancia.

Peor aún si se considera que en la vejez y por regla general, los ancianos son condenados a la soledad, abandonados con frecuencia por la familia.

Y si la familia es, como dice el CONEVAL, “la principal fuente de apoyo”, también es incumbencia oficial, de igual modo, y por ejemplo, como ha sido tan cacareado en los gobiernos anteriores la atención a los niños.

Y más, por el siguiente dato estadístico:

6 de cada 10 personas de la séptima década carecen de seguridad social y de pensión, así se trate de una pensión de dos a tres mil pesos mensuales como es la mayoría.

Claro, una pensión de tres mil pesos apenas y alcanza para comprar algunas medicinas como el Proscar, por ejemplo, para la próstata (nueve de cada 10 ancianos están enfermos) que cuesta casi dos mil pesos y la cajita sólo trae treinta pastillitas.

Y si es cierto que hay medicinas genéricas para la próstata, también es verdad irrefutable que los doctores advierten que los genéricos significan “una tomadura de pelo”, con todo y que en la Universidad Veracruzana, por ejemplo, para ahorrarse han cerrado la puerta a la medicina en general y se han centrado en los genéricos.

TRES. Ancianos, razón de Estado

El CONEVAL deja claro que en el país se adolece de “una política nacional y programas enfocados a proveer cuidados a largo plazo a los mayores de 60 años”.

Cierto, pero si estamos, ajá, en la Cuarta Transformación del País y en la república amorosa y en una Constitución Moral y en el tiempo de “la honestidad valiente” y la austeridad republicana y juarista, entonces, es la hora de que el doctor Roberto Ramos Alor mire a los 800 mil ancianos de Veracruz, y a los que nunca antes ningún gobernador, ningún secretario de Salud, ha considerado.

Desde luego, bien pudiera tratarse de una política local para que Veracruz sentara el precedente nacional, aun cuando al mismo tiempo pudiera encabezarse desde la tierra jarocha una gran cruzada cívica local para los ancianos.

Y más, porque AMLO, el presidente de la república, ha lanzado programas específicos para los ni-nis y para los niños hijos de gente en la pobreza y la miseria y las madres solteras, pero más aún, y hasta para los migrantes de América Central.

Y ni se diga para los jóvenes para evitar, entre otras acciones, que sigan incorporándose al ejército de los carteles y cartelitos.

Los ancianos del país (en los próximos cuarenta años significarán el 22 por ciento de la población nacional) también tienen derechos humanos con quienes el Estado de Derecho está obligado.

Y más, porque los adultos mayores “pierden su autonomía como personas, con grandes dificultades para realizar las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria, y lo que ocasiona una dependencia permanente de otros para realizarlas”.

En todo caso, el punto de partida sería, digamos, una campaña cívica y moral, intensa, estratégica, para que cada familia voltee a mirar a sus ancianos y en la medida de sus posibilidades económicas, entre todos se ocupen de ellos.