sábado, abril 27, 2024

Escenarios

•Saña y barbarie
•Les cortan genitales
•El nuevo Veracruz

Luis Velázquez
09 de enero de 2019

UNO. Les cortaron genitales

La barbarie y la saña se han recrudecido en Veracruz. Sea cambio de sexenio, sean carteles mostrando el puño y el músculo al gobernador, sea ajuste de cuentas entre malandros, sea población civil, el horror y el terror como vasos comunicantes para meter miedo y «miedo al miedo» a los ciudadanos.
En un camino de Acayucan que lleva al poblado de Almagrés tiraron cuatro cadáveres de hombres.
Los cuatro, con las manos cortadas.
Los cuadro, con los testículos cortados y que, bueno, significa, cierto, una novedad en los últimos 8 años en Veracruz y que van de Javier Duarte a Miguel Ángel Yunes Linares y a Cuitláhuac García Jiménez.
La noche del lunes 7 los tiraron.
Acayucan y alrededores, trastocada por la violencia.
Los carteles, los huachicoleros, los ladrones de carretera, los asaltantes de migrantes, los asesinatos de gente común y sencilla, y de paso, de trabajadores de la información.
Con todo, y los mil policías que Cuitláhuac García cacareara semanas anteriores en los caminos del sur.
Y como sucede con frecuencia, sobre los cadáveres, una cartulina con un avisito, una advertencia.
La ejecución se la atribuyó, describe el reportero Ignacio Carvajal García, el Cartel Jalisco Nueva Generación, famoso por sus redes, además de en el país, en el extranjero.
Los nuevos dueños del territorio nacional.
En Veracruz, reveló en su tiempo el Comisionado de Seguridad Nacional, Renato Sales, «actúan casi todos los carteles».
Claro, la plaza  Veracruz es jugosa.
Y de ñapa, y como quedara demostrado en el duartazgo, los políticos, los jefes policiacos y los policías aliados con los carteles.
Da miedo, terror, pánico, angustia, crisis cardiaca, vivir en Veracruz.
De entrada, nadie tiene la vida comprada.
Nadie puede cantar victoria, así tenga escoltas armados y expertos, buenos tiradores.

DOS. Como en la dictadura militar

Los cadáveres fueron torturados.
Luego, asesinados.
Después, les cortaron las manos.
Y de inmediato, los genitales.
A primera vista, la percepción ciudadana es que si en los penales domina la ley de «ojo por ojo y diente por diente» y los violadores son violados, entonces, y como en el caso, a los cuatro hombres les cortaron las partes bajas, se hablaría de violadores.
Pero…bueno, ya la autoridad informará en su momento (digamos, en caso de ser así) las razones, motivos, pretextos, de fondo y reales.
Por lo pronto, resulta insólito, inverosímil, el nivel al que se ha llegado aquí, «en la noche tibia y callada», fantástica y subyugante de Agustín Lara tocando el piano en una suite nupcial del hotel Mocambo a María Félix.
La saña y la barbarie recuerdan, por ejemplo, al general Augusto Pinochet cuando a los simpatizantes de Salvador Allende, el primer presidente socialista de América Latina por la vía del voto, los detenían y trepaban vivos a un helicóptero y vivos los arrojaban en el centro de un mar infectado de tiburones.
Y recuerda a los realistas de la guerra de Independencia cuando detenían a los campesinos y colgaban de un árbol a la orilla del camino para intimidar a los compitas y evitar siguieran uniéndose a Miguel Hidalgo y José María Morelos, los dos fusilados, el primero, decapitado.
Y convoca a la Guerra Sucia de la época de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez cuando los apóstoles y mártires de la izquierda eran detenidos y desaparecidos para siempre, como el caso de Jesús Piedra Ibarra, el hijo de la señora Rosario Ibarra de Piedra, acusado de pertenecer a la Liga «23 de septiembre».
Incluso, recuerda al tiempo de Javier Duarte cuando, primero, los policías desaparecían en los retenes montados en la carretera a las personas y cuando tiraban cadáveres a la barranca de la muerte, «La aurora», en el municipio de Emiliano Zapata.
Los días y las noches se han podrido en Veracruz.
La vida «nada vale» y «la muerte sigue teniendo permiso».
Pero ahora, con la ferocidad más irracional del mundo, propia de las novelas y películas de terror.
Cortar los testículos a cuatro personas son palabras mayores de una violencia irracional.

TRES. Atrapados en el infierno

Ningún ciudadano, se insiste, está a salvo.
La niña de doce años asesinada en Santa Ana Atzacan, junto con sus padres.
La joven señora, con un hijo, secuestrada en Naranjos y asesinada porque su señora madre carecía de recursos suficientes para pagar el rescate.
El empresario de Coatzacoalcos que con su familia salieron de casa a comer en un restaurante y lo secuestraron con todo y camioneta.
La joven sicóloga que salió a ejercitarse en un corredor público en una colonia del norte de la ciudad de Veracruz y la asesinaron y tiraron su cadáver cerca de una laguna.
Los tres jóvenes secuestrados en Atzalan, asesinados y arrojados sus cuerpos en despoblado para que se los comieran los coyotes y zopilotes, y los que, por cierto, empiezan por tragarse los ojos porque es más fácil, comida rápida.
El terror. La saña. La barbarie. El miedo. «El miedo al miedo» como escribió León Felipe.
Lo más grave es que los crímenes siguen y siguen, imparables, fuera de control, y ninguna acción categórica y definitiva se percibe en el secretario de Seguridad Pública.
Y luego enseguida, la manifiesta incapacidad del Fiscal para detener a los presuntos homicidas, tanto físicos como intelectuales.
Y, bueno, los penalistas dicen que si los malandros matan y matan y nada pasa, entonces, y como dijera el chamán, «se crecen al castigo».
Y «ahí se la llevan».
Y la población, los 8 millones de habitantes de Veracruz, atrapados y sin salida en el infierno.
Ningún caso tiene, entonces, exponerse y, digamos, salir en la noche a cenar con la familia o unos amigos, antrear, amanecer en la vida loca y fifí, aun cuando, claro, las horas del día también son de alto riesgo.
Si en 1879, Porfirio Díaz ordenó a su amigo, el gobernador de Veracruz, Luis Mier y Terán «matar en caliente» a los 9 jarochos y campechanos sublevados a su reelección y que cumpliera muy obediente, ahora, la historia se reproduce, cada día, cada noche, y con expresa y manifiesta crueldad, la peor crueldad de los humanoides como, por ejemplo, cortar las manos y cortar los testículos.
De veras, da miedo, pánico, terror, vivir en Veracruz.
Y lo peor, los niños de las escuelas primarias se están dando cuenta de todo y en vez de leer o mirar caricaturas preguntan a los padres sobre los muertos de cada día.

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