viernes, abril 26, 2024

Expediente 2018

Luis Velázquez

El látigo en la mano
El obispo de Córdoba está en la homilía perpetua con el látigo en la mano. Predica la salvación en el otro mundo. Pero también aquí soñando con el paraíso terrenal, convertido Veracruz, sin embargo, en un río de sangre y un valle de la muerte.
Nadie, ya se sabe, está a salvo. La vida, prendida con alfileres. Mejor dicho, de un chorro de agua.
Nada peor que en cada día nos sintamos a la deriva.
Pero por fortuna, un ministro de Dios, Eduardo Patiño Leal, enfrenta la realidad aplastante.
Más, mucho más, que el cuarteto de candidatos a la gubernatura de 6 años.
En su homilía dominical del 14 de abril se refirió (una vez más) a los estragos de la incertidumbre, la zozobra y la violencia.
Siete ejecutados y dos desaparecidos en tres días en su diócesis, Córdoba, el segundo municipio, se afirma, luego de Coatzacoalcos, en el infierno.
Lo dijo así.

«Lo importante es que pare esta situación de criminalidad y delincuencia que sigue creciendo.
Tristemente amanecemos un día y otro con nuevas personas que son victimadas.
Es algo que nos duele mucho por cada familia que sufre estas circunstancias tan adversas».
El obispo es reiterativo. Duros y canijos son los días y las noches y las semanas y los meses.
Es más: como pocos, mejor dicho, como nadie, ha caminado con los feligreses y el Santísimo por delante en las calles y avenidas de la ciudad.
Ha centrado el discurso eclesiástico en la cadena violenta que se vive y padece.
En cada misa y en cada rosario, en cada reunión con la feligresía, «agarra el toro por los cuernos».
Es un pastor al lado de su pueblo doliente.
Honra a la iglesia.
Más honra a la elite eclesiástica de Veracruz.

SIEMPRE EN PIE DE GUERRA
En la antepenúltima ocasión también pidió rezar «por los hermanos de Siria, que sufren una guerra civil que se ha prolongado más de 6 años».
Y se refirió al obispo polémico y controvertido de Chilapa, Guerrero, Salvador Rangel, por su mediación con los narcos.
Pero está centrado en Veracruz.
Sin compararlo con nadie, pero casi casi el sacerdote de la Teología de la Liberación, José Alejandro Solalinde, el fundador del albergue de migrantes, «Los hermanos en el camino», siempre en pie de guerra.
Patiño Leal fue un crítico inteligente y sistemático del duartazgo con el tema de la violencia.
Ahora, también.
Pero habría de preguntarse el resultado.
¿Habrían disminuido los secuestros, las desapariciones, los crímenes, los ultrajes y las fosas clandestinas en la región de Córdoba a partir de su homilía?
Mucho se duda.
Entonces, y de ser así, ¿vale la pena seguir luchando por el sueño, el ideal, la utopía social?
¡Desde luego!
Andrés Gide lo decía de la siguiente manera:
«Todo está dicho. Pero como nadie hace caso ha de insistirse».
Además, el proverbio ranchero lo establece:
«Peor es cruzarse de brazos».
Mal fario, mal karma, pésima vibra, que un ministro de Dios insista en reclamar con todas las de la ley la tranquilidad y la paz pública para su feligresía, y del lado gubernamental la delincuencia organizada siga ganando las batallas y la guerra.
Y es que cuando un obispo clama el regreso al paraíso y la vida sigue atrapada en el infierno, entonces, en «el largo y extenso túnel» se respira el terror y el horror.

“CABECEAN” AL ENVIADO DE DIOS
Paradójico, mundo, digamos, de contradicciones, ajá:
Los diputados locales callan ante la violencia.
Los diputados federales, ocupados en librar el penal de Pacho Viejo.
Los senadores, soñando con el cargo público siguiente.
La oposición al PAN, soslayando la incertidumbre y la zozobra, sin meterse a fondo.
Los líderes sindicales, vendiendo su silencio.
Las ONG, aleteando alrededor de la posibilidad hemerográfica.
La mayoría de sacerdotes y obispos, salvando su alma sin tocar al Príncipe.
Y el obispo de Córdoba, tocando «los tambores de guerra».
Y en contraparte, los carteles quieren más y más sangre.
Así, horrorizan a la gente.
Y ganan batallas a los azules.
Y la vida se recrudece en el infierno.
Y el río Blanco lleva los cadáveres al Golfo de México.
Y los niños los miran pasar flotando y que simbolizan el paraíso perdido.
Y los cadáveres siguen «girando alrededor de la tierra» (Pablo Neruda en Canto general) «en la noche tibia y callada» de Agustincito Lara.
Dice Patiño Leal:
«Duele mucho pensar en tantos niños y familias que están sufriendo y por eso hemos invitado a orar por la paz».
Por desgracia, su voz muere en el desierto y nadie la escucha, y si la escuchan, se hacen tontos.
Y en todo caso, «cabeceando» al ministro de Dios.

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