viernes, abril 26, 2024

Barandal

•Vientos huracanados contra el PRI

•Con amigos así, enemigos sobran

•El deterioro político no tiene límites

Luis Velázquez

ESCALERAS: El politólogo Ramón Benítez huele y olfatea vientos huracanados en contra del PRI en la elección de gobernador en Veracruz el primero de julio. Sus razones son las siguientes.

Una. Si en el partido tricolor existiera ya unidad indestructible entre las elites, entonces, Fidel Herrera Beltrán y Miguel Alemán Velasco estarían operando, por arriba o abajo en la cancha roja.

Dos. Lo peor del PRI es el PRI, es decir, sus élites. Por ejemplo, nada ha causado más daño a la legendaria y mítica cohesión partidista más que las deslealtades y traiciones, entre otros, de Ricardo García Guzmán (Pánuco), Vicente Benítez y Jorge Carvallo (San Andrés Tuxtla), Érick Lagos (Islas), Regina Vázquez Saut (Acayucan), Marcos Theurel Cotero (Coatzacoalcos), Juan Manuel del Castillo (Córdoba) Ricardo Ahued Bardahuil (Xalapa), Adolfo Mota (Coatepec) y Gabriel Deantes Ramos (originario de Tampico, avecindado en Xalapa).

Con esos amigos, los enemigos sobran.

Tres. En la curva de aprendizaje como partido opositor en Veracruz, el PRI ha salido reprobado. Y por tanto, sin despegar.

Cuatro. Un PRI que está lejos de conectar. Por ejemplo, Enrique Reza Ochoa, sin hacer química con la militancia. Un precandidato presidencial que no es priista. Un presidente del CDE del PRI que ha vivido en el misticismo y es de hecho y derecho un líder imaginario.

PASAMANOS: Cinco. La fuerza política de la maquinaria azul, la maquinaria yunista, está fuera de duda.

Un ejemplo, el gobernador, con el chirrión en la mano. El ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, y la Comisión de Vigilancia del Congreso, y la Contraloría, acalambrando a las huestes tricolores.

Seis. La fuerza indiscutible y creciente de MORENA de AMLO. “El peje”, por ejemplo, se mantiene en la preferencia de la encuesta histórica. Y aun cuando muchos afirman que en ningún momento es definitiva, indica, con todo, una expresión.

Siete. El priista está habituado a trabajar con recursos frescos, tanto estatales como federales. Y en el caso, la llave está cerrada en Veracruz.

Ocho. El 50 por ciento de los candidatos a diputados locales y federales y senadores han de ser mujeres. Y encontrar mujeres con un liderazgo social y político y electoral fuera de duda está en chino.

Nueve. El 30 por ciento de los candidatos a los Congresos federal y estatal han de ser jóvenes según el reglamento rojo. Y lanzar a jóvenes que tengan recursos para financiar su propia campaña es tanto como buscar un alfiler en un pajar, pues la interrogante es el origen del financiamiento.

Diez. Si en el año 2016, Miguel Ángel Yunes Linares tuvo el aparato gubernamental en contra y así derrotó al PRI con su candidato Héctor Yunes Landa, ahora, cuando su hijo, el primogénito, es candidato, y él mismo jefe del Poder Ejecutivo Estatal, el camino está más allanado que nunca.

CASCAJO: Once. Una parte significativa de la militancia priista está lastimada. Fue herida con Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte. Está herida ahora cuando el PRI lanzado del palacio de gobierno de Xalapa está desempleada y subempleada. Y su efecto social significa una carga negativa en materia electoral.

Doce. De norte a sur y de este a oeste y gracias al enriquecimiento ramplón y vulgar y soez de Javier Duarte, Karime Macías y los duartistas se respira una animadversión en contra del PRI y que está en chino remontar.

Trece. Las señales, y de sobra, indican que Enrique Peña Nieto tiene alergia por Veracruz. Quizá se deberá a que nunca, jamás, ha superado el trauma de que aquí fue derrotado en el tiempo duartista por la candidata presidencial panista, Josefina Vázquez Mota, Miguel Ángel Yunes Linares operador.

El caso es que cuando asestar un manotazo para frenar en seco la corrupción desmedida (que era en el año 2013) a partir de la denuncia penal de la Auditoría Superior de la Federación en la Procuraduría General de la República, PGR, nunca procedió.

“Dejó hacer y dejó pasar”.

Y “dejó pasar”, cuando por ejemplo, Manlio Fabio Beltrones advirtió en tiempo y forma a Peña Nieto que con Javier Duarte, el PRI perdería la elección de gobernador en el año 2016.

Y como fue.

Y la carga negativa del duartazgo pesa. Y pesa mucho.

Y más, con tantas traiciones y deslealtades de los condiscípulos de Duarte debido a “la ordeña de la vaca suiza” y “metiendo las manos al cajón” y que ahora se doblegaron al Yunes azul para evitar el penal de Pacho Viejo.

RODAPIÉ: Catorce. En el pasillo tricolor cuentan una versión fatídica que asombra, digamos, por su temeridad, pero que tampoco puede descartarse:

Que Miguel Ángel Yunes Linares habría garantizado un millón cien mil votos a José Antonio Meade… a cambio de que su hijo, el pre-candidato del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano tenga allanado el camino a la gubernatura.

Quince. La situación sicológica del priista. El priista, dice el politólogo Ramón Benítez, es bueno para irse a “la cargada”. Su cultura es consustancial. Y si la tendencia del voto favorece (por ahora y desde hace ratito) a AMLO, entonces, el efecto electoral sería demoledor para el PRI y favorable para “El peje”.

Dieciséis. Por alguna razón sicosocial, el que vota por AMLO… vota por el resto de candidatos a gobernador, diputados locales y federales y senadores. “El peje” significa un voto avasallante. Arrastra, a diferencia de los votos panistas y priistas que para nada se multiplican con buen karma para todos. Por ejemplo, nada garantiza que quien vote por Ricardo Anaya también por Miguel Ángel Yunes Márquez.

Diecisiete. El PRI está en caída libre. Ha perdido tres elecciones en menos de un año. La gubernatura, la mayoría en el Congreso local y la mayoría de presidencias municipales. Y como dice Mario Vargas Llosa en su novela “Conversaciones en la catedral”, nunca han existido límites para el deterioro social.

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