Por: Diego Rodrigo
En realidad es la culpa del Gobierno
La culpa no es del Gobierno, cuando tu hijo, llega a casa con un celular que bien sabes nunca pudo comprar, al menos no con dinero lícito. Cuando sospechas que el aparato, caro y fino, solo pudo obtenerlo tu hijo, robándolo o mal comprándolo, a otro que lo robó. Aún así aceptas la explicación enredada de tu hijo y hasta lo acompañas el fin de semana a un sitio pirata para que desbloquen el aparato porque el que se lo vendió pues no recordaba la contraseña. Y le das los 250 pesos para la operación clandestina.
No es culpa del Gobierno, cuando resulta que te avisan que se cierra la empresa para la cual trabajaste durante años, pública o privada, sin recordar que fueron muchos pero muchos años, los que cerraste los ojos y volteaste la cara, y te encogiste de hombros y dijiste a mi qué cuando veías los fraudes, el robo hormiga, la negligencia adrede, la falta de compromiso, la invención de incapacidades médicas para irte a festear; y toda la serie de corruptelas pequeñas en las que participaste activo o solo viendo, porque total si el Gobierno roba porque nosotros no.
La culpa no es de este Gobierno, cuando tu hija entrada a los 14 años no solo no te ayuda en la casa, que cómo quisieras, sino se la pasa todo el día en el celular, es irresponsable, desordenada, respondona, grosera con sus maestros, con sus hermanos y con sus abuelos o tíos: incontrolable. Un monstruito que sin embargo le celebras alguna gracia que crees que tiene. Y al cabo de un tiempo, lloras porque salió embarazada y el irresponsable no se hace cargo, la eterna historia mexicana, también es uno criado como tu hija: sin valores, sin obligaciones, solo exigiendo derechos y en el irrespeto absoluto a sus mayores porque eso ya no se usa, son otros tiempos, los chamacos son muy diferentes hoy en día.
Por supuesto, tampoco es culpa del Gobierno, que tengas mal ambiente en tu trabajo, en la escuela de tus hijos, con tus vecinos y que en tu propia casa esté instalado un Infierno creado por ti: a base de mentiras, enojos diarios, gritos, desorden, suciedad, simulación: si viajas lo haces empeñando hasta el perico, porque gastas más de lo que ganas; porque quieres aparentar, haces fiestas con salón alquilado, música en vivo, platillos muy caros y hasta show como en los programas de televisión y todo para unas horas de ficción para endeudarte más, y después no reconocer las deudas y ser moroso con ellas, por eso te persiguen: por teléfono y en tu casa y no, nada que ver el Gobierno.
Gastas y gastas, sueñas y sueñas: aspiras a una vida mejor, pero sin ponerte a planear concienzuda, racionalmente, cómo lograrlo y entender tus limitaciones: estafas a tus parientes, a tus amigos, engañas y defraudas a tu propia familia, mientes todo el tiempo y si puedes, friegas al prójimo porque total: a que lloren en mi casa mejor que lloren en la suya, dices, y al cabo de unos años te amargas, porque no vives cómo quisieras, como aspiras, porque tus sueños están fuera de toda proporción y toda lógica.
Y si eres un hombre afortunado que logró una buena esposa y formar una familia decente y funcional, no lo aprecias y a la menor provocación, engañas y mientes.
O eres una mujer que logró un marido ejemplar, trabajador y dedicado a tus hijos, y que no te exige trabajar fuera de casa pero tú eso no lo valoras, porque eso de estar metida en la cocina no se me da, y menos lavar ropa u otro quehacer doméstico porque: ay no qué flojera, ni que fuera sirvienta, ya no hay mujeres así.
O te has vuelto un hombre acostumbrado a extender la mano a una mujer: sin vergüenza alguna, porque no encuentras el trabajo que quieres porque lo buscas rogando no encontrarlo. O eres un hombre acomodaticio, sin palabra, sin honor, qué defender porque eso qué importa, y así engañas, y sigues engañando, y tu vida aunque no lo admitas, es un fraude completo.
Y acaso te has convertido en una mujer que se faja en el trabajo y con tal de tener a un hombre en la casa lo mantienes de todo a todo: como harías con un hijo menor de edad, y le toleras el abuso de todo tipo, y el principal que es mantenerlo. O si no lo mantienes económicamente, eres como miles en nuestro país: simplemente una mujer que tolera todo tipo de maltrato: ofensas, indiferencias, humillaciones, engaños, infidelidades y traiciones, con tal de no estar sola, porque no has entendido que si ni tú misma puedes contigo, ¿quién entonces?
Y todo lo anterior: ¿es culpa del Gobierno?
Analiza si la calidad educativa es la que quieres, si formas parte de sindicatos a los que obligadamente pagas cuota pero nunca te has mortificado por averiguar a quiénes se las pagas y quiénes son tus representantes. Te quejas de la Corrupción pero tu negligencia y tu desinterés es parte de ella.
Eso sí: si encajas en estas descripciones de tu universo personal, reflexiona si es culpa del Gobierno, que tu Presidente, tu Gobernador o tu Alcalde te roben o no cumplan sus promesas o sus compromisos firmados ante el notario.
Cuando te la pasas soñando con el viernes, con el partido de fútbol, el antro o la cantina y cuando llegan las campañas políticas cierras tus oídos, la puerta de tu casa y el día de elecciones te quedas durmiendo hasta mediodía y no sales a votar, menos invitas a tu familia o amigos, dices estúpidamente: a mí no me gusta la política.
Si cuando te dicen participa te encoges de hombros y haces muecas y solo te quejas: tu vida es una eterna queja: el Seguro Popular no sirve, el ISSSTE no sirve, el IMSS no funciona. Aunque en el fondo sabes que el ISSSTE y el IMSS te han ayudado auxiliado y atendido, a lo largo de tu vida: que la Medicina privada es cada día más cara. Pero no: te quejas del Infonavit también, faltaba más.
Nunca una denuncia, por escrito, dando la cara, el nombre, el empeño. Nunca una participación activa, jamás una marcha, una firma colectiva, una asistencia a junta cívica, gubernamental o vecinal. No quieres gastar tu tiempo en eso. Tu vida se resume a que todo es culpa del Gobierno. Y el Gobierno como la iglesia, ese otro poder omnipresente en México, somos todos. Todos formamos parte: tú, yo, ellos.