Diversos estudios antropológicos muestran que, al igual que otros nativos prehispánicos, los habitantes prehistóricos del norte de Chile enfrentaron períodos de falta de alimentos, inclemencias climáticas, enfermedades invalidantes y episodios de violencia. Sin embargo, el análisis de una hormona del estrés en muestras de cabello de 19 momias de 500 a mil 500 años de antigüedad sugiere que, tal vez, no todos vivían tan estresados como se pensaba.
Esta interpretación de los resultados “es distinta de lo que hasta ahora se ha supuesto”, dice a Scientific American uno de los autores, Hermann Niemeyer, responsable del Laboratorio de Química Ecológica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Niemeyer y sus colegas tomaron muestras de cabellos de 19 momias de San Pedro de Atacama: cinco pertenecientes al llamado período Medio (400 al 1000 d.C.) y el resto al período Intermedio Tardío (1000 al 1400 d.C.). En todos los casos, los investigadores determinaron la concentración capilar de cortisol, una hormona cuya liberación aumenta frente a amenazas reales o percibidas.
Dado que el cabello crece en promedio un centímetro por mes, el análisis funciona como un indicador del estrés que experimentaron los nativos durante sus últimos meses de vida: una invaluable ventana a las condiciones de vida y emociones del pasado remoto. ¿Es confiable esta metodología de estudio a pesar del tiempo transcurrido? Aunque es imposible descartar que haya habido algún grado de degradación de los cabellos estudiados durante el proceso de descomposición de los cadáveres, Niemeyer aclara que, en áreas muy áridas como la de San Pedro de Atacama, el pelo y otros restos orgánicos se conservan en general bien. “Y el cortisol es, de por sí, una molécula bastante estable”, señala.
Con fines de comparación, los investigadores también midieron el cortisol capilar en 19 habitantes sanos actuales de Santiago de Chile, no obesos, de 23 a 55 años. Los resultados fueron sorprendentes: los niveles de cortisol probaron ser similares en las muestras modernas y prehistóricas (en el orden de los 70 ng/g). “Si bien las condiciones ambientales, tecnológicas y de salud en la antigüedad podrían ser consideradas restrictivas en relación con las condiciones de vida actual, al parecer no alteraron mayormente los niveles de estrés sistémico de esas poblaciones”, escribieron los autores.
El hallazgo contradice estudios previos. En 2009, aplicando una metodología similar, un equipo de investigadores liderado por Emily Webb, de la Universidad de Western Ontario, Canadá, comprobó en momias de distintos sitios de Perú niveles muy elevados de estrés, lo que fue atribuido a la escasez de alimentos, sequías, conflictos interpersonales y otras amenazas a la vida.
Ahora, los investigadores suponen que, más allá de todas las adversidades, los antiguos pobladores de Atacama estaban bien adaptados a las condiciones del ambiente local, ya que la ocupación humana en el área se extiende por miles de años.
En cualquier caso, la vida “sin estrés” de los remotos habitantes de Atacama no necesariamente debería extrapolarse a la de otros nativos prehispánicos. “La diversidad de ambientes y procesos culturales a lo largo de los Andes es tan heterogénea que hay que ser cauteloso en expandir nuestros descubrimientos a otras sociedades prehistóricas de nuestro continente”, advierte a Scientific American la primera autora del estudio, la antropóloga física Rocío López Barrales, de la Universidad de Chile, quien actualmente está investigando en el Departamento de Antropología de la Universidad del Estado de Ohio, en Estados Unidos.
La aplicación de técnicas novedosas, como la determinación de cortisol en cabellos de momias, “es interesante para brindar información sobre aspectos específicos”, comenta la bioarquéologa Lourdes Márquez Morfín, especialista en sociedad y salud en poblaciones antiguas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en México. Sin embargo, añade que la interpretación puede tener más fundamento cuando se considera un mayor número de variables e indicadores de salud.
Fuente: scientificamerican.com