Cuando el entomólogo de la Universidad de Wyoming Scott R. Shaw descubrió una nueva especie de avispa, su hallazgo vino con una de las mejores recompensas en el mundo científico: el derecho a ponerle nombre. Decidió llamar la avispa Aleiodes shakirae, en honor a la cantante colombiana Shakira.
Shaw dijo que la avispa coloca sus huevos dentro de una oruga huésped, lo que hace que esta se retuerza y se doble.
“Me recordó la danza del vientre y de ahí el nombre”, dijo Shaw, quien ha nombrado otras avispas en honor de presentadores de la televisión estadounidenses como David Letterman, Ellen DeGeneres, Stephen Colbert, Jon Stewart, Jimmy Fallon y el poeta Robert Frost.
No es fácil crear nuevos nombres científicos. Cerca de dos millones de especies animales y vegetales del planeta tienen nombres, lo cual deja a otras 28 millones sin nombrar. Hay una regla absoluta en el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica para nombrar nuevos animales. La combinación de género y especies (la primera y segunda palabras en el nombre científico) debe ser única. “Debe usar su imaginación”, dice Terry Erwin, curador de coleópteros, el nombre científico de los escarabajos, del Museo de Historia Natural de Washington D.C.
Bautizar especies en honor de celebridades les da a los científicos un archivo disponible de nombres y quizás la posibilidad de codearse con los famosos.
En los últimos cinco años, un ácaro acuático ha sido nombrado en honor a Jennifer López; varias avispas llevan el nombre de los hobbits de El señor de los anillos, un cangrejo de río se llama como Edward Snowden, el hombre que filtró la información secreta de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos; el presidente de ese país, Barack Obama, tiene un pez con su nombre, mientras que un género de helechos, una avispa y un mamífero prehistórico comparten el nombre de Lady Gaga. Su colega, Beyoncé Knowles, fue la inspiración para una clase de mosquito.
Muchos aseguran que los nombres son simplemente una forma de expresar creatividad a la, algunas veces ingrata, tarea de clasificar organismos. Los científicos le dan nombres a cerca de 15 mil especies animales cada año, ya sea que hayan sido descubiertas en estado silvestre o en un museo.“Lo que hacemos es muy aburrido”, reconoce Neal Evenhuis, entomólogo del Museo Bishop en Honolulu, Hawái. “Esto es un descanso de ello”.
Evenhuis recuerda su descubrimiento de una mosca extinta atrapada en ámbar, a la cual llamó en honor a la actriz Carmen Electra. “Elektron es la palabra griega para ámbar”, dijo. “Pensé, quizás me pueda tomar una foto con ella. La oficina de relaciones públicas del museo contactó a sus representantes, pero, bueno, ella dejó pasar esa oportunidad”.
Christopher Boyko, un aficionado a los comics, dice que se tortura a si mismo buscando nombres. Boyko, profesor adjunto de Dowling College en Oakdale, Nueva York, trata de crear una combinación que sea agradable de escuchar entre la descripción en latín y el nombre de sus personajes y caricaturistas favoritos. La forma más simple de latinizar un nombre de celebridad es agregar el sufijo “i” para masculino o “ae” para femenino.
Este especialista en cangrejos ha nombrado a varios invertebrados en honor a Yoda, Lord Voldemort, Charles M. Schulz (el creador de la tira cómica Carlitos o Peanuts) y Matt Groening, el creador de la serie animada Los Simpsons.
Muchos científicos tratan de enfatizar la importancia de la biodiversidad y el progreso científico a la vez que esperan conseguir una audiencia con las estrellas. Pero “a veces, usted solo quiere adular a la celebridad y ver si se dan cuenta”, dice Boyko.
Portavoces de Shakira y otras estrellas se abstuvieron de hacer comentarios.
Esta práctica ha generado preocupación entre algunos taxónomos, los científicos que identifican y nombran nuevas especies. Algunos dicen que la popularidad de las celebridades y figuras públicas puede ser pasajera o peor. Una vez se describe a una nueva especie en una publicación y pasa el proceso de revisión de sus pares, su nombre no cambiará a menos que sea reclasificado en un nuevo género. Los nombres, básicamente, duran para siempre.
Como ejemplo, los taxónomos señalan al escarabajo Hitler, Anophthalmus hitleri. Un científico alemán dio ese nombre a un insecto poco común en 1933. Desde entonces, los coleccionistas de objetos nazis han llevado al escarabajo al borde de la extinción.
“La única razón por la cual a la gente le importa este escarabajo ciego de cueva es porque fue nombrado en honor a Hitler”, dice Douglas Yanega, un entomólogo de la Universidad de California en Riverside y miembro de la Comisión de Nomenclatura Zoológica Internacional.
Otros aseguran que esta moda contribuye a una vulgar comercialización de la nomenclatura científica. Algunos taxónomos o instituciones cortas de efectivo incluso venden los derechos de nombrar un animal al mejor postor. En un caso ampliamente citado, la Wildlife Conservation Society subastó el derecho a nombrar un mono boliviano. Según informes de prensa, un casino en línea, GoldenPalace.com, superó la oferta de Ellen DeGeneres y pagó US$650,000 para nombrar al mono Callicebus aureipalatii. La segunda palabra es “golden palace” (palacio de oro) en latín.
El mayor problema con la nomenclatura de celebridades, dice Engel, es que no parece contribuir al avance científico.
“La realidad es que si alguien le está diciendo ‘estoy nombrando esta especie en honor a Seinfield porque trato de mejorar el descubrimiento de la diversidad’ ¿dónde está la evidencia de que está logrando su cometido?”, dice. “No tengo conocimiento de tal evidencia”. Los nombres científicos usualmente han descrito las características físicas, ubicación u otra información biológica de una especie.
Sin embargo, unos pocos científicos logran el ansiado encuentro con los famosos.
Boyko, el experto en crustáceos, dice que conoció a Groening de Los Simpson por casualidad en una convención de comics en Brooklyn. El caricaturista le dibujó un boceto personalizado de Bart Simpson para agradecerle por colocar su nombre al cangrejo.
Fuente: The Wall Street Journal / Kat Long