martes, abril 30, 2024

Expediente 2016

En pie de guerra

Por: Luis Velázquez

El sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra, fundador del albergue “Hermanos en el camino”, con sede en Ixtepec, Oaxaca, significa una larga, extensa y gigantesca luz en el túnel del menosprecio y la indolencia oficial a los migrantes.

Nadie como él con una vida ejemplar al servicio de los desposeídos, aquellos que huyen  tanto de la guerra en sus pueblos, el fuego cruzado entre carteles y policías, como la pobreza, la miseria, el desempleo, el subempleo y los salarios de hambre.

En varias, repetidas ocasiones ha sido amenazado de muerte. Incluso, algunos sicarios lo han buscado en Ixtepec para asesinarlo. Uno, de plano, lo encaró, y al mismo tiempo, el cura de la liberación levantó los brazos como Jesús y con la cabeza inclinada sobre el pecho se inmoló para que ahí mismo lo ajusticiara.

En Veracruz, tanto Fidel Herrera Beltrán, el góber fogoso, como Javier Duarte, el góber tuitero, le han tirado a la yugular, apostando a su descrédito.

En el primer caso, con un grupo de diputadas locales que lo satanizaron. Y en el segundo, con una horda de evangélicos que de plano lo corrieron de Veracruz en el café “La Parroquia”, de la avenida Independencia, una mañana en que se vería con Andrés Manuel López Obrador.

Incluso, parte de la elite eclesiástica lo ha menospreciado y cada vez que por aquí ha pasado con una caminata de indocumentados al frente le han cerrado las puertas de la iglesia, y mientras el arzobispo Hipólito Reyes Larios asiste al Congreso local como acarreado de Érick Lagos en su comparecencia como secretario General de Gobierno, a Solalinde ni un saludo de mano, menos, mucho menos, un cafecito.

En Puebla, el gobernador Rafael Moreno Valle estuvo a punto de encarcelarlo bajo el argumento de que poseía armas de uso exclusivo del ejército que, bueno, la misma esposa del presidente de la república le había facilitado.

Y no obstante, Solalinde honrando su segundo apellido. En pie de guerra y en pie de lucha por la causa de los migrantes.

INDOLENCIA DE PEÑA NIETO

El sacerdote ha llevado la razón de su vida social tanto al foro nacional como extranjero.

Se ha unido con otros curas y obispos en la misma tónica social, entre ellos, el obispo de Saltillo, Raúl Vera, quien fuera discípulo de Samuel Ruiz, el Tata de Chiapas, a quien el Papa Francisco honrara en su visita a México.

También ha conjuntado esfuerzos con activistas sociales, entre ellos, el poeta Javier Sicilia.

Y ni se diga con Andrés Manuel López Obrador, el fundador y tlatoani de Morena, en ningún momento porque le lata la política-política, sino como una estrategia para que su lucha migrantes sea escuchada con hechos y resultados.

Por ejemplo, una causa que ha abanderado es que el presidente Enrique Peña Nieto otorgue unas visas humanitarias a los ilegales de América Central (Honduras, Guatemala, Salvador y Nicaragua) en su paso por México, de tal modo que puedan caminar sin miedo ni temores a los policías municipales, estatales y federales.

Por consecuencia, eludan la embestida de los malandros y los polleros.

Y sin embargo, la respuesta de Los Pinos ha sido el silencio, la indiferencia, la apatía, el menosprecio.

Pero Solalinde con los suyos continúa luchando, soñando con la esperanza y la posibilidad de conmover el corazón peñista.

NUNCA SE CANSAN DE LUCHAR…

En Ixtepec, el presbítero celebró el noveno Viacrucis del Migrante en Semana Santa.

Ahí, reprodujo su discurso exigiendo el respeto a la vida de cada ilegal y el alto a la violencia y el freno a la discriminación.

Y más, dijo, porque “a pesar de la violencia ningún migrante detiene su camino y luchan para llegar a Estados Unidos”.

“Nunca se cansan de luchar por lo que quieren” subrayó el padre, quizá, acaso, reproduciendo su propia mística social que tampoco se agota no obstante el menosprecio oficial.

Incluso, en las horas que se viven, la situación se ha agravado porque la migración de niños sin acompañantes se ha multiplicado como lo revelara el instituto de Doctrina Social Cristiana, todos ellos siguiendo la huella de sus padres en Estados Unidos.

Y por tanto, el peor agravio a los derechos humanos dada “la terrible vulnerabilidad de niñas y adolescentes migrantes”.

Peor tantito si se considera, como dice el informe oficial, que “los niños que antes seguían una ruta segura, ahora son obligados a buscar caminos que los hacen más vulnerables y susceptibles a que los abandonen ‘los coyotes’ y sean detenidos y deportados”.

Solalinde es una lámpara votiva en el largo túnel de la fallida política migratoria tanto del gobierno federal como de los estatales.

Su presencia alienta a todos para seguir empujando la carreta por el respeto a los derechos humanos de los migrantes.

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