•Luis Alberto Valenzuela González andaba apretado de dinero y solicitó trabajo en la policía de Úrsulo Galván
•Con siete compañeros fue privado de su libertad en el mes de enero de 2013. Desde entonces, la incertidumbre
•Las versiones apuntan a que fueron víctimas de desaparición forzada por elementos de Seguridad Pública
•Igual que tantos otros expedientes en Veracruz, la investigación está empantanada…En el limbo del Fiscal
Crónica de Ignacio Carvajal, La Antigua, Veracruz.
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Cuando Luis Alberto Valenzuela González desapareció tenía un sueño: casarse y ser papá lo más pronto posible. Faltaban unos meses para la boda cuando “eso” pasó. Era voluntario en la Cruz Roja de ciudad Cardel, le pagaban 500 pesos a la semana. Andaba apretado de dinero y tenía muchos planes para la vida futura en matrimonio. Por eso consiguió trabajo en la policía municipal del vecino municipio de Úrsulo Galván.
En enero de 2013, a los pocos días de haber ingresado, en un patrullaje con otros siete compañeros, el comando completo fue víctima de privación ilegal de la libertad. Hasta la fecha, nada se sabe de los oficiales; las sospechas apuntan a que fueron víctimas de desaparición forzada por otros elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), sin embargo, las investigaciones están empantanadas.
Tenía 25 años cuando ocurrió, era el oficial más joven en la corporación. Apenas estaba aprendiendo el manejo de armas. La mayor parte de su vida la pasó salvando personas como rescatista de la Cruz Roja y ahora se preparaba para cuidar a sus conciudadanos desde la trinchera policial.
La familia de Luis Alberto lo recuerda como un joven sin vicios, “hasta sus 20 años, si quería salir, me pedía permiso, si era de noche, no le daba, y allí se quedaba”, relató su madre.
Sus logros como policías no son notables, quizás jamás detuvo a ningún delincuente, tal vez tampoco logró frustrar un asalto, pero en su faceta de rescatista de la Cruz Roja hay notables historias de su carrera.
“En alguna ocasión salvó, usando quijadas de la vida, a unos estudiantes que, después de andar en la fiesta se voltearon en la carretera cerca de Cardel, mi hijo y sus compañeros de la Roja acudieron al rescate y después de muchas maniobras imposibles los sacaron del coche hecho trizas; ni uno se les murió. Pasados unos meses regresó a la Cruz Roja la hermana de uno de ellos, llevó una carta de agradecimiento a mi hijo y para el resto de los compañeros una mariscada.
La chica no encontró a mi muchacho, él andaba en otro rescate, pero le guardaron su recado, hasta ahora, la tenía por allí guardada como un tesoro, siempre me contaba de esa anécdota” relató la madre.
El día que desapareció, el peor para esta joven mujer, “ella le llamó por si se le ofrecía algo de comer, me encargó una campechana, se la llevé hasta su trabajo, en la comandancia. También le llevé un traste con salsa de huevo, uno de sus platillos preferidos, además del huevo frito con frijoles. Todo se lo dejé con la secretaria, allí en la comandancia y me regresé, pues él no estaba, andaba de rondín”.
Esa madre jamás supo de nuevo de su hijo, cuando les reportaron la desaparición, días después de ese último contacto, ella y las otras esposas de los oficiales se acercaron a la comandancia a recoger sus efectos personales. “Allí en el refri encontré el traste con salsa de huevo, intacto, ya no se lo pudo comer. Sólo se comió su campechana.
Como sus platillos predilectos, Luis Alberto Valenzuela González es un tipo sencillo. Sólo estudió hasta la preparatoria y de allí le ingresó trabajar a la Cruz Roja, “algo que le vino de la familia, pues yo en su tiempo fui voluntaria de la Cruz Roja, mi hermana también, creo que de allí le vino. Su gran pasión en la vida era eso, trabajar para la Cruz Roja en largas jornadas laborales”.
Cuando Luis Alberto Valenzuela González desapareció tenía un sueño: ser esposo y padre. El rescatista se quedó con los anillos de compromiso comprados y un borrador de la lista de invitados para la fiesta y una novia encinta. A unos cuantos meses de su sustracción ilegal, la chica dio a luz a una niña que espera algún día conocer a su padre. “En estos momentos, esa niña es mi luz, yo apoyo a la familia con lo que puedo, hago lo que mi hijo como papá hubiera hecho con esa nena, entregarle mucho amor, es lo que me mantiene aferrada a mi búsqueda” finalizó.