domingo, noviembre 17, 2024

Escenarios

•Peña Nieto, cómplice de Duarte

•El derecho a la honestidad política

•Veracruz, peor cochinero nacional

Por: Luis Velázquez

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El duartismo adeuda a los 8 millones de habitantes de Veracruz muchos derechos humanos establecidos en la Constitución Política.

Desde el derecho a soñar como dijera la rectora de la UV, doctora Sara Ladrón de Guevara, hasta el legítimo derecho a la educación.

Pero también, los derechos a la libertad, a la salud, a la justicia y a la vida, que en el llamado sexenio próspero se ha traducido en secuestros, desapariciones, ejecuciones y fosas clandestinas.

Hay, sin embargo, otro derecho que debe Javier Duarte a la ciudadanía. Es el derecho a la honestidad que el licenciado José Pérez Troncoso, magistrado federal jubilado, describe como la obligación constante del político a administrar con honradez, eficacia, pulcritud y eficiencia el recurso público.

Y más porque se trata de un derecho humano de cada ciudadano, de cada contribuyente, de cada habitante del territorio jarocho, y por añadidura, de cada mexicano.

De entrada, habría quienes observarán que el derecho a la honestidad es una obligación consustancial en un político.

En teoría, porque en la práctica, el gobierno de Veracruz con su elite priista está considerado por la Auditoría Superior de la Federación como el peor cochinero de la nación.

Irregularidades en el destino de los fondos federales (solo de los fondos federales, falta añadir los recursos estatales) que ascienden a 35 mil millones de pesos desde el año 2011, el primero de la administración.

Y, en contraparte, la fama pública de los duartistas enriquecidos al cobijo del poder, teniendo en la versión popular al diputado federal, Jorge Carvallo Delfín, como el más ostentoso en la riqueza, aun cuando a su colega, Érick Alejandro Lagos Hernández, lo miran como el más rico de todos, pero con un bajo perfil.

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Peor tantito por lo siguiente:

La (presunta, digamos) corrupción de la cúpula duartista ha mudado en tema discursivo, argumento poderoso de campaña electoral para ganar en las urnas de los candidatos a la mini/gubernatura.

Y lo más grave, asunto socorrido en la agenda pública del priista Héctor Yunes Landa, y que significan palabras mayores por tratarse de un militante del PRI con el cargo de senador de la república (con licencia).

Ni se diga del candidato de la alianza PAN y PRD, Miguel Ángel Yunes Linares, diputado federal con licencia, que siempre la ha abanderado, con todo y el lastre de su fama pública en el chirinismo como vicegobernador.

Y por supuesto, tema discursivo de los otros aspirantes a la silla embrujada de palacio. Juan Bueno Torio, Cuitláhuac García, Armando Méndez de la Luz y Elías Miguel Moreno Brizuela.

Más todavía: Gerardo Buganza Salmerón inició su precampaña de candidato independiente llamando mafioso a Fidel Herrera Beltrán, el único maestro de los duartistas, además de que en su tiempo como secretario General de Gobierno abanderaba su estribillo de los políticos que “han ordeñado la vaca” y “metido la mano al cajón”.

La (presunta) corrupción del duartismo llevó al senador Pepe Yunes Zorrilla a resumir la deshonestidad en la siguiente frase apocalíptica:

“Desorden administrativo, caos financiero y corrupción política”.

Un grupo de empresarios de Veracruz han planteado al gobierno federal la posibilidad de crear un Fobaproa jarocho, conscientes y seguros de que en los fatídicos y siniestros meses que faltan para el fin del duartismo ninguna voluntad expresa hay de que les paguen sus deudas pendientes, por más y más que Javier Duarte se atragante en el discurso público diciendo que antes de irse pagará a todos.

Nunca en un sexenio los mismos políticos, ni se diga la ciudadanía, se ha referido al saqueo, así le llaman, de las arcas estatales.

Ni siquiera, vaya, con el góber fogoso, de quien Flavino Ríos Alvarado, secretario General de Gobierno, recordaba que él mismo fue testigo cuando en repetidas ocasiones, Fidel Herrera se metía la mano al bolsillo del pantalón y sacaba el manojo de billetes de 500 y mil pesos y los regalaba como un Santa Claus.

Y más si de pronto se le aparecían unas barbies alucinadas con el olor a poder del gobernador cuenqueño.

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El góber tuitero se ha curado en salud diciendo que “tengo las manos limpias y la frente en alto”.

Ok.

Pero serán pocos, excepciones, los suyos, quienes le creen, porque la fama pública es de un cochinero inverosímil en el manejo del erario, en que habrían ordeñado tanto los recursos estatales como federales.

Además del diezmo y el doble diezmo, el tráfico de influencias, los negocios lícitos e ilícitos, el jineteo bursátil y la Reserva Técnica del Instituto de Pensiones.

Incluso, hasta inventar miles de nombres como “aviadores” en las secretarías del gabinete, de las que solo en la secretaría de Educación se habla de más de dos mil.

El derecho humano a la honestidad política descarrilado en el Veracruz de Javier Duarte en un tiempo cuando Enrique Peña Nieto sueña con el Sistema Nacional Anticorrupción y cuando por sus ligas con el narcotráfico, la DEA busca a los ex gobernadores de Tamaulipas, Tomás Yarrington y Eugenio Flores Hernández.

Y cuando el profe Humberto Moreira está en la mira de la justicia española.

Y cuando fueron desaforados Ángel Aguirre Rivero y Fausto Trejo de Guerrero y Michoacán por su tolerancia ante los carteles.

Y cuando Peña Nieto tiene encarcelada a la profe Elba Esther Gordillo, acusada, entre otras cositas, de “lavado de dinero”.

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La corrupción es tanta, refiere el politólogo Carlos Ronzón Verónica, que Peña Nieto ha de asestar un manotazo a Veracruz.

Y más porque el mismo presidente de la república con su excesiva contemplación mística está llevando a los candidatos del PRI a la derrota en las urnas, pues ante los ojos de la población y ante una parte significativa de la militancia priista y sus elites está quedando como un cómplice.

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