sábado, abril 27, 2024

Expediente 2016

El iluminado

Luis Velázquez

“Yo, dice el Yunes rojo, estoy limpio.

Yo… soy honesto.

Yo… no tengo un pasado turbio.

Yo… estoy listo para ordenar la casa y acabar con la corrupción.

Yo… pedí quitar el fuero al gobernador, a los secretarios y a los alcaldes.

Yo… soy el único con la declaración patrimonial hasta de mi esposa y mis hijas.

Yo… ya probé que soy honesto.

Yo… soy el buen capitán que Veracruz necesita.

Yo… soy el único que rescatará a Veracruz.

Yo… castigaré a los ladrones.

Yo… haré que los ladrones devuelven el dinero robado.

Yo… entregaré el dinero robado a la Universidad Veracruzana y a la educación.

Yo… no tengo mansiones.

Yo… no tengo yates.

Yo… no tengo cuentas bancarias en el extranjero.

Yo… soy un crítico del gobierno de Veracruz.

Yo… no hago componendas oscuras”.

Etcétera.

Tal cual, y de entrada, un estudiante de las Ciencias Neurológicas de la UPAV diría que estamos ante un ególatra, enamorado de sí mismo, a quien le pudiera ocurrir lo mismo que a los argentinos que trepados en su monumento a la egolatría cuando decidan suicidarse desde ahí se arrojan.

También, claro, el yoísmo del Yunes rojo manifiesta su filosofía de vida, y por tanto, anuncia el Veracruz que vendría en caso de ganar en las urnas.

  De igual manera, expresa el mesianismo que tenía oculto en el túnel burocrático de su trabajo público, pues se está manifestando tal cual, como es, quizá, no obstante, apenas un esbozo, un pincelado de su identidad.

 Jesús lo decía así: “Yo soy la verdad”.

Luis XIV exclamaba: “Yo soy el Estado”.

David Alfaro Siqueiros: “No hay más ruta que la nuestra”.

Carlos Fuentes Macías de Luis Echeverría Alvarez: “Es Echeverría o el fascismo”.

Alfredo Vladimir Bonfil de Echeverría: “A una voz suya este país se incendia o se apacigua”.

Eva al padre Adán. “Si comes de esta manzana serás Dios”.

Y cuando se la comió, se dio cuenta que estaba encuerado y se apenó ante Eva que también estaba desnuda.

El día que Luzbel desafió a Dios fue expulsado del paraíso.

¿El yoísmo del Yunes rojo anuncia peores tiempos que Javier Duarte, bipolar, irritable, rencoroso y vengativo?

Y más, porque también ha acuñado otra frase bíblica y simbólica, indicativa de su identidad psicológica, siquiátrica y neurológica:

“En el PRI… no todos somos iguales”.

INCONTINENCIA VERBAL DE LUIS ECHEVERRÍA 

Si damos seguimiento al discurso del Yunes rojo se descubriría que ha caído en la diarrea verbal de Luis Echeverría, el héroe del góber fogoso, con quien iniciara en la política federal.

Tantos años de burocracia política atrás del escritorio en que siempre fue el segundo, igual que el Yunes rojo (doce años de subsecretario General de Gobierno, por ejemplo), originaron que Echeverría, ungido candidato presidencial, hablara como loquito pronunciando varios discursos cada día, y lo peor, improvisando, sin llegar una agenda pública, sin ton ni son, como observa el politólogo Carlos Ronzón Verónica.

Tanto que en Guadalajara pidiera un minuto de silencio por los estudiantes de la UNAM asesinados en la plaza de Tlatelolco y que motivara el coraje del ejército y el presidente Gustavo Díaz Ordaz pensó retirar su candidatura.

Tal cual, el Yunes rojo también está descarrilado con las peroratas que lo han orillado a expresar una parte de su compleja personalidad, como es el culto a sí mismo.

Y más existiendo los peores pendientes sociales en el Veracruz duartista que merecen ocuparse y exigir sean corregidos.

Por ejemplo, al momento, ni una sola ocasión se ha ocupado de los feminicidios ni tampoco de los desaparecidos, ni menos, mucho menos, del dolor y el sufrimiento humano.

Tampoco se ha ocupado de la migración de habitantes de Veracruz a los campos agrícolas del Valle de San Quintín, campos de concentración porfirista, y a Estados Unidos, a pesar, sin embargo, de que las remesas se han convertido en el sostén de la economía jarocha, más allá de los ingresos derivados de la caña de azúcar, el café y los cítricos.

Atrapado y sin salida, porque su equipo estelar compite y pelea por ganarse su preferencia, el Yunes rojo se ha detenido en el árbol y perdido el bosque.

PARECERSE A DIOS… 

Gregorio Marañón publicó un libro de ensayos sobre Tiberio, el emperador romano, a quien escudriñó a partir de su actitud personal, forma de pensar, sentir, actuar y reaccionar, sus sentimientos más que sus pensamientos, su biografía de hechos y resultados pero también su vida privada que era pública, desde el momento en que solía enloquecer con los efebos.

Por eso, un político, dice, ha de estudiarse a partir de tales categorías universales para descifrar el destino que a la población gobernada espera en caso de salir victorioso en las urnas.

Y, bueno, el Yunes rojo se está expresando como un ególatra más, en la tesitura, digamos, de Alberto Silva Ramos, Luis Ángel Bravo Contreras, Érick Lagos Hernández, Jorge Carvallo Delfín y Adolfo Mota, los discípulos conspicuos del góber fogoso, hijos apolíneos de la vida quienes, además, conjuntan, según la fama pública, tanto la egolatría y la frivolidad como la ambición fuera de control para el dinero público fácil de ordeñar.

Además, la vida es de equipo humano. Y en política, aseguraba Juan Maldonado Pereda, QEPD, “no hay hombre sin hombre”.

Apenas es precandidato priista a la mini y en el Yunes rojo ha aflorado una parte sustancial de su vida que está en el limbo, agazapada, esperando el momento del zarpazo, como es el yoísmo.

Yo soy, pues, el principio y el final de la vida. Antes y después de mí.

¡Vaya Veracruz nos espera, cuando el político se siente iluminado y sueña con parecerse al Dios que cada quien tiene en su religión!

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