Por: Laura Rojas
Enviada especial
Blogexpediente
Si el Ejército o la Marina hubieran buscado un predio para montar una base de operaciones para actuar con eficiencia en el estado de Veracruz, sin dudarlo se habrían instalado en el rancho El Limón, propiedad de la familia Serna, la misma de Francisco Serna Navarrete, acusado de ser presunto jefe de un grupo de la delincuencia organizada y estar relacionado con la desaparición de los cinco jóvenes de Playa Vicente.
El rancho El Limón es señalado en las investigaciones como último destino de las cinco víctimas de desaparición forzada. Ahora se sabe, por boca de Bernardo Benítez, padre de uno de los chicos, que en ese sitio asesinaron a unas 40 personas. Hombres y mujeres. La mayoría jóvenes. Todos hechos pedazos. Pasados por un caldo corrosivo de ácido y diésel. Esto lo supieron los padres después de que las autoridades les presentaron prendas que se encontraron en diversos entierros en el Limón durante los cateos a las propiedades de Francisco Serna Navarrete. Sin embargo, ninguna de las prendas correspondió a los cinco chicos, dijo Benítez.
En rancho El Limón, cuya bastedad expresada en cientos de hectáreas se pierde en el horizonte, se ubica a la altura del kilómetro 23+500 de la autopista La Tinaja-Cosoleacaque, en los límites con Tlalixcoyan.
Se puede llegar a él por varias vías, ya que está comunicado por la autopista, por la carretera Joachín-Tierra Blanca y por un intrincado sistema de caminos de terracería de Petróleos Mexicanos (Pemex). Se ubica a unos 40 minutos del puerto de Veracruz, tomando La Tinaja y la autopista Veracruz-Córdoba o la Carretera Federal Córdoba-Veracruz. También está conectado con la carretera a Joachín-Tlalixcoyan, y a la zona de la Mixtequilla y Tierra Blanca, está relativamente a 40 minutos a buen paso. Igual es relativamente cerca de la Cuenca del Papaloapan y de la carretera Cosamaloapan-Tuxtepec.
Cuenta con señal de televisión convencional y por cable, el celular nunca pierde conectividad y se miran numerosas antenas de PEMEX ubicadas en sus pozos. Por en medio del rancho corre un riachuelo, tributario del Río Blanco, en partes se mira de aguas diáfanas y tapizado de piedras boludas, de esas empleadas para adoquinar las calles de los pueblos mágicos, y que en partes ya se mira seco, en otros puntos, apenas un hilito de agua tímido.
Para arribar al rancho por la autopista, se debe coger por una brecha de gravilla, amplia y sinuosa, que en las noches de luna brilla intensamente, y por la que uno se encuentra vacas, perros y toda clase de animales silvestres. Muy de vez en cuando a un ser humano. Desde la pista, son al menos 15 minutos para llegar al escenario de la segunda peor matanza de personas en Veracruz, a un costado de un caserío conocido como Mata Trapiche, compuesto por menos de 200 hogares. Casi todos con un amplio patio, con camioneta en el garaje, corral para el ganado, borregos, pollos y muros pintados decolores salmón, y moradores discretos y temerosos.
Impensable una línea del transporte público, menos el servicio de taxis, tampoco carreteras pavimentadas. Todo acá se mueve por caminos de terracería y brechas. Están las de Pemex y otras empleadas por los ganaderos. Son muchas y cuando tomas una y comienzas a agarrarle el paso, aparece otra, una bifurcación o un retorno con destino casi siempre al mismo lugar.
Después de cruzar por esos caminos, puentes, vados y cerros con casitas, la vista se ofusca ante el verdor de cientos de plantas de limón persa las cuales son irrigadas con sistemas de riego por goteo y de agua rodada. Se está ante el emporio de la familia Serna de Tierra Blanca. De este cítrico el rancho toma el nombre y para donde se mira hay prosperidad. De este rancho con varios inmuebles, al menos tres asegurados por las autoridades, se dice que es tan extenso, que tiene continuidad al otro lado de la autopista.
Dentro de este predio, por esas brechas entre el monte, se llega a numerosos pozos del campo Cerro Viejo, infraestructura ubicada en el Bloque Tierra Blanca, con 40 pozos operando, y que dentro de la Ronda Uno, resultó adjudicada a la firma colombo-venezolana Monclova Pirineos Gas en conjunto con Alfasid del Norte de México. El rancho muestra numerosos sellos de la Procuraduría General de la República (PGR) y está bajo custodia de elementos de la Fuerza Civil. En los sellos se lee que la propiedad forma parte de una pesquisa por delincuencia organizada y todo en su interior está asegurado.
Hay dos grandes construcciones con sellos, una es una tienda en la cual se lee “Oxxo” con letras rojas y de grandes dimensiones. En la tienda que también era vivienda, los vidrios de ventanas y puertas son ahumados. Desde fuera no se mira al interior, pero a la inversa, sí. La tienda se ve surtida. Hay refrescos, galletas, sopas, pan, golosinas, latas de atún, aceite… todo lo necesario para sustentar muchas despensas. Más de lo que la gente de Mata Trapiche podría consumir en un año, se estima.
En un comunicado, el 25 de enero pasado, la PGR informó que en este inmueble se localizaron 20 mil 480 litros de precursores químicos y se aseguraron “102 tambos de 200 litros y dos contenedores de 20 litros, al parecer con una sustancia denominada “mono etilenglicol”, así como los siguientes objetos: 40 kilos de placas metálicas (cobre) y 44 abrazaderas (cobre)”.
Esos químicos se encontraron en El Limón alrededor de la tienda, en dos grandes casas elaboradas con lámina de metal, iluminadas con enormes lámparas y rodeadas por envases de cerveza vacíos y en cartones. Frente a esas edificaciones, aun costado del camino, en el terraplén del arroyo, hay una fosa atestada de desechos y restos de cenizas. La tierra en los muros del foso, como del tamaño de un ataúd convencional, se miran manchados por humo y cenizas.
A un lado del agujero, haciendo ruidos estridentes, surge un pavo real mostrando su plumaje vistoso, símbolo de la opulencia de otros días. Media docena de perros de las razas más fieras también salen al paso. Menean la cola y hacen todo tipo de gracia en busca de un bocado. Los animales no son alimentados desde el cateo efectuado por la PGR, ya que los dueños, presuntos maleantes, no se aparecen, pero ahora han trabado una amistad por interés con los elementos de la Fuerza Civil, quienes de vez en cuando les arrojan un poco de las papas con tomate y cebolla de su ración y juguetean con ellos. Los canes y los gendarmes comparten la misma palapa para dormir y cubrirse del viento frío.
Las viviendas de Mata Redonda, vecinas del rancho el Limón, apenas son unas diez. Por más que uno busque no se miran personas. Es como si notaran la presencia de coches de extraños. En todas las casas hay un vehículo. Son casas grandes, de material. Las casitas de techo de palma existen; pero son bodegas.
La gente, por más que se le busca, no da la cara. Uno puede pasar media hora gritando afuera de una de esas viviendas y nadie saldrá a ofrecerte ni un vaso de agua. Ni por la presencia de la policía y de los soldados se miran más seguros. En los caminos se les encuentra muy poco, y cuando es así, saludan muy forzados, siempre ariscos, buscando con la vista algún rincón a donde escabullirse. Todos andan de prisa, como fantasmas, sin si quiera buscar la convivencia con otros seres humanos. Antes de las seis de la tarde, con la llegada de la oscuridad, si se tiene suerte, se puede ver a docenas de estos habitantes literalmente huyendo de la calle a sus casas. Desde hace al menos cuatro años, las cosas así han marchado por estos rumbos que hasta la llegada de las autoridades, por el caso Tierra Blanca, no dejan de sentir temor.
Es por estos pueblos, según denuncias en la PGR, que los comandos de sicarios se paseaban con la zona sin ningún recato, sabedores de la impunidad propinada por los elementos al mando del delegado Marcos Conde.
Otro de los detalles que no escapa a la mirada del visitante, una virgen María y su capillita. Velas, arreglos florales, cirios y su hijo, ensartado en la cruz, a su derecha. Se desconoce si la imagen es para veneración de los habitantes de Mata Trapiche o si los sicarios, al estilo colombiano, le pedían bendiciones para sus balas y cuchillos antes de matar.
Lo que si resulta inconcebible es el dolor de todos los que fueron asesinados a unos metros de la llamada Madre de los Mexicanos. ¿Las víctimas se habrían encomendado a la Virgen?, ¿Sabían ellos que había una pequeña capilla en donde clamar por sus vidas y pedir perdón por sus errores al caer en la irremediable resignación?, ¿Cuántas lágrimas no fueron atendidas?, ¿Cuántas plegarias se quedaron sin respuesta ante la imagen más sagrada del ideario del mexicano? Son muchas las preguntas, pero la única certeza es que por estos rumbos, la muerte y la idolatría marchan de la mano.
En junio del 2014, el país se cimbró ante la noticia del rancho El Diamante, en Tres Valles. Fueron exhumadas 35 personas, al menos cinco eran menores de edad. Hombres y mujeres quienes a la fecha no han sido reclamados en su totalidad.
En El Diamante, propiedad de un ex alcalde, ubicado a menos de dos kilómetros de la comandancia de la policía municipal, y a unos 50 kilómetros del rancho El Limón, se erigía una capilla a la Virgen de Juquila, pero cuando los Zetas llegaron, fue bajada de su nicho y lanzada al monte. En su lugar, antes de ser descubiertos, los pistoleros que vivieron en ese predio y ejecutaron esa masacre, montaron el propio con una imagen de la Santa Muerte, pero en una representación de La Piadosa, y le colocaron 35 cirios negros inscritos con promesas de sacrificios, lealtades y maldiciones al enemigo.
Desterrada la Virgen de Juquila, elevada la Santa Muerte a patrona de ese rancho del demonio, la capilla, según los indicios encontrados en esas fechas, también sirvió para que los asesinos se saciaran de sexo. En El Limón no se encontraron tales evidencias, sin embargo, el 19 de enero de 2015 es una fecha que pasajeras del ADO 0147 no van a olvidar. De noche, la unidad resultó interceptada en la carretera 145, entre El Amate y Mata Alta, en Tierra Blanca. Sujetos armados lanzaron troncos sobre la carretera, lo abordaron y obligaron al conductor a desviarse a un paraje solitario en El Fraile. Allí los hombres embozados robaron, golpearon y violaron a placer sin importar la presencia de menores de edad. Los pasajeros tuvieron tiempo de llamar a la Policía, pero en la delegación nunca respondieron a la llamada de auxilio. El jefe de la policía era Marcos Conde Hernández, preso hoy por la desaparición forzada de los cinco de Playa Vicente. Al paso del tiempo, se supo que ese comando de pistoleros que violentaban en la carretera 145 salían de por los rumbos de El Limón, a veces, custodiados por la SSP.
Madres de diversos colectivos para la búsqueda de personas desaparecidas, ya se están organizando para demandar justicia y una investigación profesional por este predio, en el que se estima puede haber víctimas de los municipios vecinos, como Veracruz, Boca del Río, Medellín, Tlalixcoyan e Ignacio de la Llave. No quieren que pase lo ocurrido con las fosas de Tres Valles, Cosamaloapan y Paraíso Novillero, que en suma han de representar unas 50 víctimas encontradas tan sólo en 2014.
Sobre el rancho El Diamante y las de víctimas de paraíso Novillero, así como las de Lerdo de Tejada, las de Alvarado y las Portezuelos, en Manlio Fabio Altamirano, no hay más información oficial ni sobre la identidad de las víctimas. La mayoría no han sido reclamados, y se siguen pudriendo en el SEMEFO de Xalapa o enviados a la fosa común. Ya hay casos en donde hay madres que buscaban a sus hijos, y lo encuentran en esas planchas y en esas fosas dos o tres años después.
Se cumple así, otra de las revelaciones del padre Alejandro Solalinde, defensor de los migrantes, que adelantó hace tres años la existencia de diversos entierros clandestinos en el estado de Veracruz, en donde la muerte danzó con la impunidad gracias a la corrupción de las autoridades duartistas.