martes, abril 30, 2024

Barandal

Por: Luis Velázquez 

 •Delantera del candidato azul 

•Clara estrategia de seguridad

•Muchos agravios del duartismo

PASAMANOS: El precandidato azul a la mini/gubernatura inició campaña en Poza Rica. Opositor al priismo, abanderado de la alianza electoral PAN y PRD, le resulta fácil y lógico ponerse los guantes en contra del duartismo, pero además, a tiro por viaje.

Una vez más, el discurso sobre la seguridad en la vida y en los bienes.

Ahora, y a partir de la detención de siete policías de Tierra Blanca que secuestraron a cinco jóvenes de Playa Vicente en Tierra Blanca y entregaron a los malosos, jefe de la plaza, Cartel Jalisco Nueva Generación, ha tocado las vibras íntimas de la población electoral, asegurando que romperá «los vínculos de la policía (la policía de Arturo Bermúdez) con la delincuencia organizada».

Y más, porque el dolor y el sufrimiento dolor más atroz, canijo y terrible de la vida es perder un hijo, tanto que, por ejemplo, si un hijo pierde al padre, el diccionario lo define como huérfano, y si una mujer pierde al esposo como viuda, en tanto que la Real Academia ha pasado por alto crear una palabra que defina el dolor de la pérdida de un hijo.

Con todo, el precandidato azul estableció, como nadie antes, ni siquiera en el gabinete duartista, una estrategia integrada en un decálogo para pacificar Veracruz lo más pronto posible por aquí suceda en el cargo a Duarte si es que, claro, ganara en las urnas.

Tal cual, mientras en las otras canchas electorales hay un discurso light, frases repetitivas, escenarios manoseados, palabrerío hueco e insustancial, promesas de siempre, el inminente candidato aliancista ha expuesto el cómo, la estrategia, la ruta crítica, para, dijo, pacificar la tierra jarocha «antes de que el gallo cante tres veces» y antes del tiempo en que Pedro negara a Jesús ante el soldado romano.

Y, por tanto, va de gane, pues está definiendo el camino que seguiría para satisfacer en la población el más legítimo sueño social que por ahora cimbra a Veracruz.

BALAUSTRADAS: Según el precandidato azul, «hemos llegado al extremo de que los veracruzanos temen a su policía».

Cierto, cierto, cierto.

Pero tal realidad es vieja, tan antigua como que en la encuesta anual de Latinobarómetro queda claro que los policías, con los políticos y los reporteros, ocupamos el último lugar en el sótano de la desconfianza ciudadana.

Es más, desde 450 años antes de Cristo, según lo descubriera Herodoto, el primer reportero enviado especial al otro confín del mundo, el ciudadano tiene más miedo a un policía que a un ladrón.

Incluso, si el ciudadano mira venir en la banqueta a un uniformado y en la acera de enfrente a un manifiesto ladrón, ene millón de veces pasarse al lado del ladrón, porque éste roba y huye y el policía, roba, madrea, tortura, detiene y acusa de ofensas a la autoridad.

Más todavía: desde la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y sus filiales en los estados del país, los policías ocupan el primer lugar en denuncias y atropellos a los derechos humanos y la legalidad y las garantías constitucionales.

Peor todavía: por aquí inició el auge de la delincuencia organizada, el mundo tuvo la certeza de que los cuerpos policiacos han quedado filtrados y sometidos al billete fácil de los malandros.

Pero en fin, si el precandidato azul incorpora tal verdad universal quizá le sirva de apoyo a su discurso, que a partir de su decálogo para pacificar Veracruz resulta innecesaria la falacia.

Tan sencillo, porque cualquier ciudadano se estremece cuando mira venir a un policía a pie y/o en la patrulla, temeroso de cualquier patraña para fregar la vida.

ESCALERAS: En su decálogo, el precandidato azul incluye las siguientes cositas:

Más ejército, más marinos, más federales, la Gendarmería y la PGR en Veracruz.

Y aun cuando se dirá que todos ellos han desfilado en el duartismo y no obstante sigue el desorden, quizá se complementaría, como dice el politólogo Carlos Ronzón Verónica, restituyendo el tejido social en cada región y en cada municipio, a partir de una gran alianza con los alcaldes, síndicos y regidores, de tal forma que el gran cambio, tan soñado por todos, camine de abajo (el ciudadano común y sencillo) hacia arriba (la autoridad).

Despedir al 35% del total de los policías que reprobaron los exámenes de control de confianza.

Pero, además, dar seguimiento a cada uno para, digamos, «evitar se incorporen a la delincuencia», lo que, claro, se antoja una tarea titánica, imprevisible en su resultado, a partir de los sueldos pagados por los carteles.

Una sola policía estatal, como dice, más bien responde al llamado Mando Único.

10 regiones de atención prioritaria, «al mando de un funcionario de alto rango», considerando que la inseguridad se agrava en algunas demarcaciones.

Y, bueno, tal puntito resultaría posible si, por ejemplo, y digamos, tanto en el mando policiaco central (la secretaría de Seguridad Pública, la dirección de los penales y la dirección de Tránsito) como en el resto de las jefaturas estuvieran un militar y/o un marino al frente, con soldados y marinos a su mando.

De lo contrario, con un policía de jefe máximo y/o un civil, ninguna esperanza se anida en el alma colectiva.

En el decálogo incluye «una muy estricta supervisión ciudadana».

Ok.

Pero, bueno, nada se consideraría «una estricta supervisión ciudadana» que la mecánica para elegir al gabinete de seguridad, y por añadidura, al gabinete legal, fuera con una terna enviada al Congreso local para que ellos escudriñaran la vida pública y hasta privada, de ser necesaria, de cada aspirante y designar al mejor.

El C-4 «dejará de ser un centro de espionaje de adversarios políticos».

En tal punto, cuidado, durante el chirinismo, el C-4 (¡Ay, El Palomar, de Enrique Ampudia y Freddy Palacio!) fue peor que la KGB.

Habla el panista de que investigará los nexos del titular de la SSP «con la delincuencia organizada y las bandas que operan el secuestro, el robo de autos, la extorsión y otros delitos», de igual manera como exigirá «la renuncia del Fiscal» por encubrir a Javier Duarte, y si se resiste, «juicio político en su contra para removerlo del cargo».

Tal es, claro, un legítimo reclamo ciudadano, si se considera el Veracruz dolido que están legando Bermúdez y Bravo Contreras.

Varios meses después, ni Claudia Pavlovich, gobernadora de Sonora, ha procedido en contra de su antecesor, Guillermo Padrés, ni tampoco Jaime «El bronco» Rodríguez, el góber de Nuevo León, en contra del priista Rodrigo Medina.

Tampoco Enrique Peña Nieto apretó tuercas contra el profe Humberto Moreira, ex góber de Coahuila, en tanto, apenas y depuso a Ángel Aguirre Rivero como góber en Guerrero por el caso Ayotzinapa, sin llevarlo a un juicio político, ni tampoco a Fausto Trejo, ex góber de Michoacán, por las malas amistades de su hijo y de su secretario General de Gobierno.

Con todo, el candidato azul está dando en el clavo ciudadano, ahí donde más agravios ha sembrado el duartismo.

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