domingo, junio 29, 2025

Diario de un reportero

  • Nunca leer columnas políticas
  • En una cuartilla se dice todo
  • Rigor informativo y pulcritud literaria

Luis Velázquez

DOMINGO

Nunca leer columnas políticas

Hay reporteros que han dejado huella profunda. Incluso, más allá de la amistad privilegiada. Entre otras cositas, por sus enseñanzas que nunca se propusieron, pero legaron con el ejemplo.

Por ejemplo, Pepe Reveles.

Pepe tenía (ha de tener) una norma en su vida:

Nunca, jamás, leía columnas periodísticas.

–Por qué, Pepe, oriéntame, maestro?

Pepe respondía:

–Porque cada columnista tiene sus intereses y por lo general está ligado a grupos políticos.

–Entonces, Pepe, qué lees en un periódico?

–Sólo leo informaciones. Y entre un periódico y otro las cotejo.

–¿Escuchas noticieros de televisión?

–Ninguno.

–¿Y de radio?

–A veces. Y cuando el conductor empieza a pontificar, cambio de canal, apago la radio, y los dejo de escuchar para toda la vida.

Así se ha movido Reveles en el periodismo, cuya estatura periodística queda confirmada con su paso como Jefe de Información de Proceso cuando don Julio Scherer era director, y con los libros que ha publicado sobre el narcotráfico.

LUNES

“Lo que no dice en una cuartilla nunca se dice en dos”

Elías Chávez fue el gran cronista de Excélsior y el gran autor de reportajes políticos en Proceso.

Toda su vida consagrada al lado de Julio Scherer, y el día que don Julio se retiró de Proceso, también Elías.

Sabueso rastreando las pistas de una investigación sobre un político, un funcionario público, una elite en el poder sexenal, don Elías Chávez decía:

“Lo que un reportero es incapaz de escribir en una cuartilla, nunca, jamás, la escribe en dos”.

Era, es, su máxima de vida, y más ahora cuando retirado del periodismo imparte cursos de crónicas y reportajes en el país.

Se refería a la capacidad del reportero para resumir el hecho noticioso, y aun cuando el tecleador contara una historia, de cualquier manera en el periodismo el eje rector es regla invariable: el hecho central, la noticia, la información estelar en los primeros renglones del texto.

Es más, cuando un discípulo se le acercaba para una consulta, solo leía el primer párrafo, quizá el segundo.

Y si en tales palabras, unas 60 aprox., ni con lupa encontraba la noticia, hasta ahí leía.

“No hay noticia” refería al discípulo.

–Entonces, ¿cuál es la noticia?, preguntaba el alumno.

–Búsquela, reviraba Elías para seguir tecleando en su máquina de escribir.

MARTES

La página ideal

Francisco Ortiz Pinchetti fue (es, insuperable) el mejor cronista del siglo XX. Sus textos apegados a un par de vasos comunicantes en el periodismo: el rigor informativo y la pulcritud literaria.

Solía escribir de la siguiente manera:

Si de pronto, en la primera cuartilla, en la segunda, en la tercera, etcétera, escribía un párrafo mal logrado, que lo dejaba insatisfecho, entonces, agarraba la primera, la segunda y la tercera cuartilla, y furioso consigo mismo, las estrujaba, las hacía cachitos y las tiraba al cesto de la basura.

Y otra vez comenzaba el texto desde el primer párrafo.

Claro, se demoraba una eternidad, pero cuando escribía el punto final, se trataba de una obra, cierto, periodístico, pero más, mucho más, literaria.

Tal cual de riguroso consigo mismo en la búsqueda perpetua de la página ideal.

Por eso, entre otras cositas, las palabras, los párrafos, las oraciones, las frases de sus crónicas bamboleaban, digamos, como el rítmico arribo de unas olas desembarcando en la playa, y/o en todo caso, como el bamboleo de unas caderas femeninas caminando en unas zapatillas con tacón alto.

Su libro de crónicas, “De pueblo en pueblo” se lee como una sinfonía donde las notas musicales son armoniosas.

MIÉRCOLES

La memoria prodigiosa

Don Alfonso Valencia Ríos, toda su vida reportero y jefe de Información de “El Dictamen”, enseñó a reportear de la siguiente manera: sin grabadora, sin libreta de taquigrafía, grabando la entrevista en la memoria.

Así, decía, el reportero inspira confianza al entrevistado, sea político, incluso.

Y el entrevistado se desinhibe y suele confiar todo hasta los datos comprometedores, apostando a que el periodista olvide los hechos y/o en todo caso se confunda.

Pero desde los inicios, don Alfonso ejerció así el periodismo y desarrolló una insólita capacidad nemotécnica, de modo que si recordaba nombres, cargos, fechas, cantidades, inversiones, con más razón los hechos y las circunstancias.

Todos los días acostumbraba leer entre dos y tres horas, y luego, antes de dormir, él mismo se ponía a prueba recordando las páginas leídas, de tal modo que entrenaba su memoria.

Y, por tanto, una entrevista periodística era “pan comido”.

Luego enseguida de la entrevista, decía, tomar la libreta de taquigrafía para escribir las anotaciones básicas, de tal modo que una palabra fuera suficiente para recordar el todo.

De una entrevista escribía una información, y de una información la editorial y de la editorial le daba para un libro.

JUEVES

El control de las fuentes

Joaquín Gerardo Toriz fue un reportero cordobés que cubría la fuente policiaca.

Bravo y bragado, peleador callejero, fue asesinado.

Su gran lección periodística que legara era la siguiente, entre otras: en el siglo pasado cuando escribía para “El Mundo de Córdoba”, tenía un insólito control de las fuentes, de tal forma que, y por ejemplo, cada vez que las patrullas policiacas y los bomberos y los judiciales cumplían una misión, de inmediato le hablaban por teléfono y pasaban por él al periódico y/o donde estuviera para llegar juntos al lugar de los hechos.

Además, sus relaciones eran cordiales y cercanas con algunos colegas de la fuente que todos los días le hablaban por teléfono para preguntarle si tenía tal o cual nota, porque, digamos, se había notado su ausencia en algún lugar.

De baja estatura, se dejó crecer la panza que parecía haberse tragado una pelota de fútbol. Pero nunca, jamás, perdió la sonrisa, el buen carácter, la bonhomía, la alegría de estar vivo como afirmaba.

“Cada día empiezo de cero, como si fuera mi primer día en el periodismo”, afirmaba, y tal cual ejercía el trabajo reporteril.

VIERNES

Cada día se gana el respeto

Francisco Gutiérrez González fue maestro en la vieja facultad de Periodismo de la UV.

Siempre invitaba un lecherito en “La Parroquia” y la agenda temática para aprovechar el tiempo eran las notas que cada uno escribía y entrega en la tarea escolar.

Aquella tertulia giraba alrededor de dos ejes, su preocupación: el primero, la pulcritud gramatical con que cada uno escribía, y el segundo, la pulcritud literaria.

El periodismo, afirmaba, ha de alcanzar el nivel de la literatura.

Antes de que el mesero sirviera el café, el profe había tachoneado la nota de los alumnos que invitaba y siempre, de manera invariable, aprendices todos de reporteros, el texto parecía un crucigrama, un largo y extenso cementerio de palabras, frases y oraciones.

“Te equivocaste en la evaluación de datos” decía y clavaba la mirada firme y enérgica en el interlocutor.

Luego, maestro al fin lleno de paciencia y cordura, generoso en el conocimiento, explicaba la jerarquía de los datos en base a los hechos citados.

Hacia el final del café platicaba experiencias periodísticas tanto suyas como diseñador en el periódico “El Dictamen” donde laboraba hasta reporteriles de su generación.

Enseñó a todos a amar el oficio y a dignificar cada uno de los días, porque cada día, afirmaba, se gane o se pierde el respeto y la confianza del lector.

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