sábado, septiembre 7, 2024

Escenarios

  • 2 de octubre en Veracruz
  • Los jóvenes del 68
  • La voz de Ranulfo Márquez

Luis Velázquez

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El movimiento estudiantil del 68 en México, París y Praga nunca ha de olvidarse como, digamos, tampoco la Primavera Árabe.

Entonces, en Veracruz, como en el resto del país y el Distrito Federal, el epicentro, miles de jóvenes se rebelaron al estado de cosas, empezando por la defensa de la autonomía universitaria.

Gustavo Díaz Ordaz presidente, Luis Echeverría Álvarez secretario de Gobernación, en Veracruz gobernaba Fernando López Arias, quien había sido procurador General de Justicia de la nación y encarcelado a David Alfaro Siqueiros y Demetrio Vallejo en el penal de Lecumberri.

Muchos años después, en el año 2009, un grupo de jóvenes se integraron para escribir y publicar un libro bajo la coordinación de Lulio Valenzuela Herrera.

Cada uno relató el 68 en Xalapa desde su liderazgo estudiantil.

Se trató de un libro de 299 páginas, donde 41 jóvenes publicaron su crónica, la historia de aquellos días desde su vivencia y experiencia.

Entre ellos, Hiram Gamboa Carmona, Joel Hurtado Ramón, Jorge E. Lara de la Fraga, José Enrique Levet Gorozope, Juan José Rodríguez Pratts y Leopoldo Castillo Rodríguez.

También, Gonzalo Morgado Huesca, Marcela Prado Revuelta, por cierto, la única mujer en el libro, Rafael Arias, Ranulfo Márquez Hernández, Roberto Bravo Garzón y Roberto Williams García.

Hoy es 2 de octubre que nunca se olvida reza el adagio popular.

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Ranulfo Márquez, por ejemplo, era dirigente estudiantil en la facultad de Leyes de la UV, tiempo aquel cuando una Coalición de Maestros y Trabajadores presentaron un pliego petitorio a las demandas relativas al pago del aguinaldo del año anterior y lograr un aumento salarial.

Cuenta:

“Durante el tiempo que el Gobierno del Estado mantuvo su línea dura hacia la comunidad educativa universitaria ésta permaneció en pie de lucha, de manera que en las manifestaciones, asambleas, mítines, huelga de hambre, los estudiantes siempre brindamos nuestro apoyo.

Mi actitud fue siempre combativa.

Por ejemplo, fui orador en dos manifestaciones en la Plaza Lerdo, exigiendo la solución al pliego petitorio de los maestros y el respeto a todos los alumnos de la UV.

El 26 de septiembre de 1968, el gobernador Fernando López Arias nos dijo en una reunión en el Salón de Banderas del Palacio de Gobierno que no participáramos en una manifestación más, porque tenía órdenes presidenciales de evitarlo y, sobre todo, de capturar a los cabecillas del movimiento.

Llega el momento de la verdad: por un lado, maestros, trabajadores administrativos y manuales, estudiantes, líderes y pueblo; por el otro, las huestes policiales y del ejército, esperando la orden.

Todos los manifestantes partimos de la Facultad de Filosofía, Pedagogía y Letras, caminamos por la calle de Juárez, doblamos en Lucio hacia la Plaza de Lerdo, elevando la voz para exigir: resolución a los problemas y justicia social, salida del ejército de las aulas, no represión.

Al llegar frente al edificio Argentina, los granaderos, instalados a la altura del Hotel México, solo esperan la orden del coronel Héctor Hernández Tello, dada la cual nos empiezan a lanzar granadas lacrimógenas, golpeando a los manifestantes y atrapando, entre otros, a los siguientes compañeros:

Juan José Rodríguez Pratts, Juan Terán, Rafael Arias, Celso Vázquez, Leopoldo Castillo, Ramón Pereda, Roberto Bravo, Héctor Castañeda, Carlos Enrique Aubry, Elia Pérez, Luis Reyes y Eloy Antonio Espíndola.

Junto con otros compañeros logramos eludir a la policía y a los soldados, corriendo a lo largo del callejón del Diamante, bajando por Primo Verdad y Pino Suárez, hasta refugiarnos en casas de algunos amigos”.

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Escribe Ranulfo Márquez:

“Quiero destacar el gran apoyo que en ese momento nos brindó nuestro amigo Fidel Herrera Beltrán, quien por su cercanía con el gobernador electo, Rafael Murillo Vidal, tenía una gran movilidad en la ciudad y pudo informarnos quiénes de los compañeros habían sido detenidos.

En esos momentos eso era muy importante porque por esos días se hablaba de estudiantes y maestros desaparecidos.

De esa manera trataban de acallar las voces de los jóvenes estudiantes de Veracruz”.

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Cuenta Marcelo Prado Revueltas:

“Fernando López Arias estaba fuera de la ciudad y llegó, según supe, en helicóptero. Me mandó a traer con su ayudante:

-Que haga favor de subir al despacho del gobernador…

Ni modo. Mi papá no pudo, pero don Fernando sí. Llegué echa un mar de lágrimas, regañada por mi papá, furiosa, triste, impactada, pero sobre todo furiosa. Con la insolencia de mis años, me atreví a increparle, preguntarle el porqué de la macaniza y el tambo y la violencia.

–Marcelo, me dijo López Arias, los detuve ahora para evitar que murieran.

No lo entendí, hasta el 2 de octubre.

(Los gobernadores de los estados en que “había movimientos estudiantiles” habían recibido instrucciones de utilizar al Ejército para “aplacar los ánimos”). –A mi estado no entra ningún ejército, Marcelo, me digo López Arias”.

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En otra parte de la crónica, Marcela Prado dice:

“Esa tarde llegué, otra vez echa un mar de lágrimas para decirle a Froylán Flores Cancela (entonces en el Diario de Xalapa) que había descubierto que mis amados líderes, mis respetados maestros, mis amigos del alma, recibían “instrucciones y recursos” para manejar a los estudiantes…

–¿Tienes pruebas?, me preguntó Froylán.

–Aquí están… (Las copias apestaban horrible, porque sólo había Xerox).

–Escríbelo…, me dijo.

Escribí y fui a clases. Escribí y cuidé a mi hijo. Escribí y escribí. También lloré”.

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