- Con la caña de pescar, Duarte asestó “el beso del diablo” a Héctor Yunes, enviando el mensaje a Los Pinos: me quedé sin cartas y sin candidato. Pero las manzanas están cayendo. Es hora del destape. Pero si el PRI quiere ganar, la sucesión pasa por mí…
Luis Velázquez
–Yo soy priista y para mí Javier Duarte resultó más bragado que muchos políticos –dijo el mesero de La Parroquia 207 años, refiriéndose al regalo de la caña de pescar a Héctor Yunes, pues significó una provocación directa, sin rodeos, mordaz.
–Anda, cuenta tus razones, le dije, recordando el desmadre que desde el domingo 27 de septiembre al mediodía se ha armado entre, digamos, la familia priista, pues con el regalito del cumpleaños 57 al senador la familia tricolor quedó más desquebrajada que nunca, como un tsunami, un huracán, un sismo, en sus vidas.
Dijo el mesero:
–Mientras Peña Nieto viajaba a Nueva York al foro de la ONU, Duarte quiso enviar un doble mensaje al corazón de Los Pinos. “Ya, decídanse por el nombre del candidato a gobernador, pues las manzanas ya están maduras, a punto de caerse”.
El mesero dijo, entonces, que el lenguaje críptico fue derechito, porque en cada rincón de Veracruz todo mundo habla del candidato, en tanto el mismo Duarte va sintiendo la soledad del palacio que se acabará de trancazo cuando Los Pinos pronuncien “Las últimas palabras” que en política significa, según el escritor Mauricio González de la Garza, destapar la caja china con el nombre del nominado.
–Tengo otro argumento, dijo el mesero. Y sin esperar un espacio se adueñó de la palabra. Duarte también dejó claro que quien manda en el Veracruz priista es él. Y, por tanto, aunque la sucesión será decidida en Los Pinos pasará por su filtro.
Tal cual, el sociólogo Jorge Ventura, que estaba a un lado tomando un lechero con una canillita, leyendo las aventuras de Sherlock Holmes, dijo que Duarte se fue a la yugular en contra de Héctor Yunes, porque su padrino fuerte es Manlio Fabio Beltrones, presidente del CEN del PRI.
Pero además, su otro padrino se llama Alfredo del Mazo González, tío de Peña Nieto, y el jefe máximo del grupo Atlacomulco.
Todo, dijo el sociólogo, con quien el mesero estuvo de acuerdo, influyó para el regalito críptico de la caña de azúcar.
–Duarte, aseguró el mesero, está jugando a las grandes ligas. Incluso, mientras a Héctor le obsequió la caña de azúcar, le mostró el diente a Pepe Yunes cuando le recordó que ambos votaron como diputado federales para ampliar el IVA del 15 al 16 por ciento.
Desde luego, uno, jamás, nunca, ha tenido la tentación de ser alcalde, diputado, senador, gobernador, etcétera. Ni siquiera, vaya, presidente de la Junta de Vecinos. Bueno, ni presidente de la sociedad de padres de familia de la escuela.
Pero, en cambio, resulta atractivo el juego del poder con sus intrigas y complots como las grandes jugadas de Plutarco Elías Calles, alias “El turco”, cuando manejaba a los políticos del siglo pasado como fichas de dominó.
Es más, luego de la plática salí corriendo a mi biblioteca para buscar el libro “Tiberio, historia de un resentimiento”, escrito por Gregorio Marañón, libro incunable, por cierto, donde describe las pasiones humanas alrededor de la política.
Miraba con lupa al mesero. En automático me acordé de Héctor Aguilar Camín, para quien cada mexicano tiene un duende priista en la vida, de igual manera como Juan Diego, por ejemplo, con su virgencita de Guadalupe.
Pero también, claro, dijo el sociólogo Jorge Ventura, toda la gente que nació a orilla del mar le gusta especular y chismear y nada fácil era encartar al mesero en la lista geopolítica que el amigo estaba describiendo.
“EL BESO DEL DIABLO”
Dijo el mesero:
–A estas alturas, y luego de la caña de pescar, en algún país democrático ya habrían renunciado la secretaria de Protección Civil, la Yolis Gutiérrez Carlin, y el secretario particular del gobernador, Enrique Ampudia Mello, pues ambos están hectorizados desde hace muchos.
Canijo, el mesero provocaba al sociólogo que ante la chispa del trabajador de La Parroquia 207 años (porque ya pasaron siete desde entonces), sólo exclamaba que, en efecto, se están viviendo días peligrosos; pero interesantes, en Veracruz, a tal grado que, bueno, el alcalde de Boca del Río, el panista Miguel Angel Yunes Márquez, ha revelado que Duarte lo quiere desaforar, de igual manera como en el siglo pasado, hacia 1982, Agustín Acosta Lagunes desaforó al presidente municipal de Xalapa, Carlos Padilla Becerra, nomás porque le caía mal por sus ojos azules y su cuerpo deportista.
Según el sociólogo, mientras Peña Nieto apuesta a la unidad de la gran familia revolucionaria priista, Duarte apostó, con la caña de pescar, a la división tricolor, sin importarle los riesgos, pues está claro que todos sus precandidatos a la gubernatura perdieron, en ningún momento cuajaron y, por tanto, ahora le vale y por eso se envalentona.
Es más, el mesero, quien en su tiempo de descanso en casa lee la prensa en Internet, y también cuando está en el baño, recuerda que un periódico de Xalapa, parece El Gráfico, publicó el lunes que Veracruz había amanecido con tres prospectos a la gubernatura: uno, Héctor Yunes. Dos, Pepe Yunes. Y tres, Alberto Silva Ramos, el diputado federal que empezó el sexenio como un cisne, mudó a un pavo real y terminó como un totol…descarrilado en la encuesta, mejor dicho, en el sótano.
–Duarte, dijo el sociólogo, quedó sin cartas para la sucesión. Sin candidatos. Los suyos nunca crecieron. Se quedaron con el árbol en vez de meterse al bosque. Y, por tanto, anda desesperado repartiendo madrazos. Por eso, incluso, tiene sus candidatos independientes en Gerardo Buganza y Renato Tronco Gómez.
El mesero, sin embargo, ha comida más fósforo bitacal y sus neuronas están más aceleradas. Mejor dicho, reaccionan por instinto.
Y por instinto, asegura, Duarte le asestó a Héctor el famoso “beso del diablo”, aquel al que se refería Gustavo Carvajal como presidente del CEN del PRI para describir a quienes en el sexenio de José López Portillo iban a San Jerónimo a tomar café con Luis Echeverría Álvarez, su ex amigo y enemigo mortal y que siempre consideraron una especie de conspiración.
Duarte, pues, según el mesero, le dio “el beso del diablo” a Héctor con la caña de pescar, levantando la puntería a Los Pinos. Aquí estoy, señores. Y si quieren ganar Veracruz, donde tengo mi reserva electoral más grande del país, más recursos ahorrados, deberán negociar conmigo.
Por eso, caray, Duarte significa con sus 21 diputados federales la segunda fuerza legislativa más importante en el Congreso de la Unión, luego del estado de México con el presidenciable Eruviel Ávila.
–Caray, dije al mesero volteando al sociólogo, eres un chingón. Ojalá me asesores para entender y comprender el mundo turbulento y revuelto de Veracruz.