sábado, abril 27, 2024

Expediente 2015

Gobierno de ocurrencias

Luis Velázquez

Ninguno de los casi 8 millones de habitantes de Veracruz, desde niños hasta senectos, espera tener un policía único y exclusivo para que lo cuide.

Tampoco ninguna familia sueña con un policía en casa para garantizar el Estado de Derecho ante el creciente Estado Delincuencial.

Simple y llanamente, porque un policía para cada ciudadano significa una locura.

Todavía peor, si tal fuera posible significaría un riesgo constante tener un policía por cada ciudadano, porque de entrada, se le tiene más miedo a un poli que a un ladrón.

Además, en la Comisión Estatal de Derechos Humanos, los policías ocupan el primer lugar en abusos, excesos y atropellos a los elementales derechos humanos.

Y, por si fuera poco, por más que desde el gobierno de Veracruz hablen de una policía eficiente, hasta con posgrados, la realidad es que el uniforme, el tolete y la macana, el bigotito negro y los lentes negros, y la patrulla, infunden el peor terror del mundo que hasta los pelos se erizan.

Y en ningún momento se debe a que el ciudadano haya cometido un pecado mortal como un robo, un asalto, un crimen, y viva con el temor de ser descubierto, sino que desde hace 450 años de Jesús, los policías así han construido una sórdida imagen.

Por el contrario, la política de seguridad pública sólo será efectiva en el imaginario colectivo, en la percepción ciudadana, en la vida cotidiana, cuando, y por ejemplo, la Fuerza Civil, los marinos, los soldados y los policías expulsen de Veracruz a los carteles de la droga.

Y también, cuando la ley se aplique con dureza en contra de los llamados cartelitos a fin de que emprendan el camino a otras entidades federativas.

Y cuando, además, la creciente y espantosa impunidad en que hemos vivido sea sustituida por la aplicación pronta y expedita de la justicia.

Y cuando los cuerpos policiacos, profundos conocedores de la delincuencia común (rateros de casas, ladrones de negocios, saqueadores de bancos, ladrones de automóviles, etcétera), sean detenidos, enjuiciados y sentenciados como la ley lo establece.

Y cuando los agentes del Ministerio Público integren la averiguación previa con honradez y eficiencia para que el juez dictamine la cárcel para los infractores de la ley.

Y cuando el Poder Judicial agilice la expedición de los miles y miles de expedientes penales y civiles archivados que en todos los casos han frenado la aplicación de la justicia.

Entonces, sólo entonces, la seguridad y la justicia florecerán en Veracruz, y por tanto, la tranquilidad germinará en el surco familiar, sin necesidad, oh paradoja, de tener un policía por cada veracruzano.

APRETAR TUERCAS CON UN MANOTAZO

En ningún pueblo del mundo los políticos han asignado un policía a cada habitante ni a cada familia.

Ya podría visualizarse el estado del país si Enrique Peña Nieto, por ejemplo, dispusiera un policía por cada uno de los 122 millones 300 mil habitantes que éramos en el año 2013 de norte a sur y de este a oeste.

Los políticos del mundo enloquecerían si en tal lógica dispusieran de un policía por cada uno de los siete mil millones de habitantes registrados en el año 2011.

En China sería el caos si comisionaran un policía por cada uno de los mil 364 millones 270 mil habitantes.

Y en la India, un policía para cada uno de los mil 267 millones 401 mil 849 habitantes sería la locura.

El gobierno de Veracruz, pues, está exagerando con tal analogía; pero en fin, si “Dios (o sea, Fidel Herrera Beltrán) puso en este camino” al señor Javier Duarte, como lo dijo en palacio de gobierno (martes 25 de agosto) donde se persignó ante los ministros de Dios de las asociaciones religiosas, entonces, en nombre de su dios (llámese Jesús, Alá, Mahoma o Fidel) sólo necesita apretar un par de tuercas y asestar el manotazo.

Una tuerca, con el secretario de Seguridad Pública para que de acuerdo con la Constitución Política local garantice la seguridad en la vida y en los bienes, más, mucho más, en la vida, que los bienes van y vienen… si regresan, además.

Y segunda tuerca, con el Fiscal General para que aplique la justicia con la misma rigurosidad para todos y pueda disminuirse, abatirse, bajarse la impunidad que la envuelve, a partir de que los malandros sepan que en Veracruz se castiga a los infractores del Estado de Derecho.

UN PENDIENTE IMPERDONABLE

El ciudadano de Veracruz respeta la creencia religiosa de cada quien.

Sin embargo, ya podría, por ejemplo, visualizarse al presidente Benito Juárez persignándose (tal cual Javier Daurte) en el palacio federal, diciendo que creía en Dios y era un buen hombre para ejercer el poder.

Ya podrá, de igual manera, mirarse a un Luis Echeverría Álvarez aceptando que los evangélicos y compañía le rezaran en el palacio de gobierno para que le vayan bien en el ejercicio del poder.

Además, y cuando el gobernador se ufana de ser “un buen hombre”, habría de recordar el dicho popular: en la vida es fácil ser buen hombre, buena persona; pero el gran desafío moral y ético, social y psicológico y político, en el caso, está en ser un hombre justo.

El hombre bueno, en todo caso, irá al cielo si tal es su creencia; pero el hombre justo tendrá su conciencia en paz y, más aún, estará en paz consigo mismo, y en el caso de un político porque cumplió al pie de la letra con la Constitución Política.

Y la Constitución Política de Veracruz establece como norma fundamental la seguridad para todos y la aplicación de la justicia en contra de los malosos.

Y lo anterior constituye un gran pendiente del duartismo cuando está por terminar el quinto año del sexenio.

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