Expediente 2015

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Pecados de omisión

Luis Velázquez

A partir del multihomicidio en la colonia Narvarte del DF, con el fotógrafo Rubén Espinoza y la activista Nadia Vera asesinados, más 3 mujeres, muchos pecados de omisión fueron cometidos en Veracruz.

Algunos, los siguientes:

Uno. Durante once días, el gobernador se mantuvo replegado. Se ignora si estaba de vacaciones, pero si estaba, debió regresar de inmediato. Se ignora si estaba en Xalapa, aunque escondido. Claro, cuando se incendió el mercado Hidalgo del puerto jarocho con 29 muertos, Miguel Alemán dijo que nunca estuvo en el lugar de los hechos, porque no era bombero. Cuando Veracruz fue azotado por un huracán en el alemanismo, el secretario de Comunicaciones, el panista Alfonso Gutiérrez de Velasco, siguió en Japón, y le valió. Fueron, no obstante, once días que estremecieron las entrañas del duartismo y que una vez más llevaron a Veracruz a la pasarela mediática del país; más aún, del mundo.

Dos. Al mismo tiempo que el gobernador se concentró en el silencio y el aislamiento, una actitud propia de enfermos depresivos, ningún secretario del gabinete, ni siquiera, vaya, el gabinete policiaco y de justicia, lo defendió. Todos, callados. Callados también los líderes del PRI y la CNOP. Callado el titular de la SPP. Callado el Fiscal.

Tres. Cierto, hay todavía el grito callejero de estudiantes de la UV, activistas y reporteros y fotógrafos enardecidos, gritando que el gobernador es asesino. Incluso, se plantaron frente a su casa en la llamada Casa Veracruz. En el fondo, nadie puede negar el origen de tal coraje popular, como es la impunidad. 18 crímenes de trabajadores de la información, todos sin un detenido. Y en el caso de los autores intelectuales identificados, los dejaron ir, se afirma, luego de un pacto entre las fuerzas panistas y el gobierno priista, como fuera el caso de Omar Cruz, exalcalde de Medellín, con el homicidio de Moisés Sánchez Cerezo.

Cuatro. Al sexto día del multihomicidio, el secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado, quedó entre la espada y la espada reporteril en Huatusco. Tal cual, rechazó que el gobernador fuera asesino y precisó que de los 18 reporteros ejecutados, en tres casos existían culpables. Okey. Sólo que en los tres casos los presuntos asesinos están prófugos. Así, porfis, no me defiendas, compadre.

Cinco. El primer reportero asesinado fue Noel López Olguín, del sur de Veracruz, el primero de junio, 2011. A partir de entonces, uno a otro fueron cayendo. Y al mismo tiempo, ante la impunidad, los malandros supieron con certeza que en Veracruz nada pasa. Y siguieron ejecutando a trabajadores de la información. Hoy, el gremio reporteril está hasta la madre. Harto. Indignado. Encabritado. Lo resumió don Julio Scherer García cuando a propósito del crimen de la corresponsal de Proceso, Regina Martínez, exclamó: “¡No les creemos!”. Hoy tampoco nadie les cree.

GOBERNAR ES ROBAR…

Seis. Pero, además, la irreverencia del gabinete duartista ante los muertos, a quienes satanizan ya sepultados. Por ejemplo, de muchos de los reporteros asesinados han asegurado que perdieron la vida por su amistad con los carteles. Al mismo tiempo, nunca, jamás, lo demostraron. En todo caso, si así fuera, más, mucho más ganaría el gobierno de Veracruz hablando con la crudeza de los hechos y con las pruebas en la mano. Y es que así como han reaccionado, el descrédito, cierto, ha sido para el gobernador en todo el mundo; aunque también para Veracruz, pues la imagen de la tierra donde vivimos está sacralizada. El peor de los mundos.

Siete. Si el silencio del gabinete legal para defender al jefe máximo fue impresionante y significativo, peor el silencio de la llamada Comisión de Protección a los Periodistas, quienes igual que el gabinete, quedaron desconcertados sin saber el siguiente paso, y por tanto, en el limbo, y/o se agazaparon para blindarse ellos mismos. Y más, cuando, como se sabe, la dichosa comisión cuesta 23 millones de pesos anuales al erario. Y más, porque está considerada un elefante blanco.

Ocho. Hay una averiguación previa en proceso. Y mientras la Procuraduría del DF está dando bandazo, luego de oncd días de silencio, con el grito callejero multiplicándose, el gobierno de Veracruz ha movido los resortes (a destiempo) para que la prensa oficial satanice, primero, a los muertos (hasta paranoico llamaron a Rubén Espinoza, con la misma facilidad con que declararon Juana de Arco a Gina Domínguez), y segundo, aseguren que el gobernador en ningún momento es asesino. Así, incluso, y ante una política de comunicación social errónea, pretenden desmentir la protesta callejera que ha endilgado tal calificativo al jefe máximo.

Nueve. En el colmo del regodeo, desde el poder político expiden un comunicado y en una de sus frases lacónicas convocan la frase bíblica: “La verdad nos hará libres”. Así, el gobierno de Veracruz, una institución política política, se expresa como si fuera la iglesia católica, apostólica y romana. Mejor dicho, testigos de Jehová mediante La Atalaya, que son quienes tienen tal frase como leyenda. El poder público, acordémonos, es uno, y el poder religioso es otro. Además, tal frasecita en ningún momento significa un argumento. En todo caso, es una chulada de frase para golpear el corazón de la población católica de Veracruz; pero sin ningún efecto político, policiaco ni de justicia. Es más, hasta en ridículo quedaron.

Diez. Un gobierno, un político, está construido para la unidad. La unidad de la población atrás del objetivo superior del beneficio social para todos, sin excepción, incluso, para los pobres, los miserables y los jodidos como prioridad. No obstante, a estas alturas del multihomicidio, la sociedad está fragmentada, una vez más. Los que están conmigo y los que están contra mí. Nosotros los buenos, ustedes los malos. Los cómodos y los incómodos. Los aliados y los enemigos. Lo peor: nadie aboga por la cordura y la pluralidad, ni menos, mucho menos, por la comprensión. Peor tantito: a la elite en el poder priista nunca, jamás, le ha interesado el destino social ni la grandeza de la familia jarocha. Para ellos, gobernar es robar, compitiendo para enriquecerse lo más pronto posible.

Tal cual es la herencia que el góber fogoso y gozoso dejó a Veracruz, el daño catastrófico de su sexenio.