La maldición gitana de los gobernadores

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  • Desde Fernando López Arias a la fecha todos han enfrentado su Waterloo, con pendientes sociales que los han descarrilado
  • El peor día “D” ha sido para Rafael Hernández Ochoa, cuando Luis Echeverría le cortó la comunicación durante tres meses

Luis Velázquez

Todos los gobernadores han tenido su nadir, su día “D”, su Waterloo, su talón de Aquiles, el día en que nunca quisieron haber nacido.

Javier Duarte, por ejemplo, la enfrenta hoy a partir del multihomicidio en la colonia Narvarte, donde el fotógrafo Rubén Espinoza y la activista Nadia Vera fueran asesinados.

Incluso, por vez primera en la historia del país, un gobernador será interrogado sobre el crimen, en este caso por la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, que lleva el caso.

Antes, sin embargo, también enfrentó su nadir, por ejemplo, en los años 2011, 2012 y 2013 con el asesinato de once periodistas, ninguno de los cuales ha sido esclarecido, y por tanto, están en la impunidad.

Todavía peor porque la ira de los inconformes llegó a su casa, la Casa Veracruz, el lunes 10 de agosto, en que reporteros, activistas, estudiantes y ciudadanos se plantaron con veladoras encendidas y flores y las fotos de Rubén Espinoza y Nadia Vera colgando en cartulinas con la leyenda atroz: ¡Duarte, asesino!

Fidel Herrera, por ejemplo, tuvo su día “D” cuando el líder de los indígenas popolucas del sur de Veracruz, Ramiro Guillén Tapia, se plantó en la escalinata de la Catedral de Xalapa y se roció gasolina y prendió fuego, muriendo días después en el hospital, todo en protesta a que le negara el legítimo derecho de audiencia.

Miguel Alemán Velasco también vivió su peor día, cuando trece migrantes de Atzalan, camino a Estados Unidos en búsqueda de una oportunidad laboral digna y justa, se internaron en el desierto de Yuma y uno a uno fueron cayendo muertos, por el sol despiadado, la falta de agua y la incapacidad física para tal osadía.

Patricio Chirinos Calero también vivió y padeció horas difíciles, y en un par de ocasiones.

La primera, cuando hacia el inicio del mandato enfrentó la ira de los líderes campesinos, Margarito Montes Parra, de la UGOCP, en la Cuenca del Papaloapan, y César del Ángel, en el norte, y quienes amenazaron con una gran caminata a Xalapa.

Entonces, la amenaza fue desactivada cuando encarcelara a César del Ángel y lo pasearan en tres cárceles (Perote, Jalacingo y Pacho viejo) y como reacción inmediata, Montes Parra puso sus barbas a remojar.

Y la segunda, cuando encarcelara a su antecesor, Dante Delgado Rannauro, y a sus secretarios de Desarrollo Urbano, Porfirio Serrano Amador, y de Finanzas y Planeación, Gerardo Poo Ulibarri, en el penal de Pacho viejo.

Dante Delgado, no obstante, tuvo su día “D” luego de su gubernatura de cuatro años, cuando Chirinos Calero lo metiera a la cárcel, siempre se afirmó, por órdenes del presidente Ernesto Zedillo, en venganza a que lo había cuestionado en una junta del gabinete federal.

PEÑA NIETO SOBREPROTEGE A JAVIER DUARTE

Fernando Gutiérrez Barrios enfrentó los toros por los cuernos antes de que le estallaran, y a los siete días de su gobierno sexenal de dos años encarceló a uno de los caciques de Veracruz, Luis Rivera Mendoza, con su feudo en Huayacocotla, luego de que sus pistoleros asesinaran a una familia, entre ellos, a un bebé, al que asestaron el tiro de gracia.

Luego, a los 40 días de su mandato encarceló en el penal de Allende al cacique sureño, Cirilo Vázquez Lagunes, lo que doblegó al cacique de la región centro, Toribio “El toro” Gargallo, y Veracruz fue pacificado.

Agustín Acosta Lagunes enfrentó su talón de Aquiles; pero durante los seis años. Fue con la llamada Sonora Matancera, los sicarios coordinados por el cacique jarocho, Felipe “El indio” Lagunes Castillo, y quien hacia la mitad del sexenio fue secuestrado en su rancho “El cocal” y luego asesinado y tirado en un camino vecinal de Ángel R. Cabada.

El peor, no obstante, de los días oscuros en la gubernatura fue con Rafael Hernández Ochoa, cuando los pistoleros de la familia Arámburo, de Martínez de la Torre, asesinaron a siete campesinos.

Luis Echeverría Álvarez era presidente, y tres de sus discípulos predilectos, Augusto Gómez Villanueva secretario de la Reforma Agraria, Celestino Salcedo Monteón, líder de la CNC, y Alfredo Vladimir Bonfil, diputado federal, se fueron encima de Hernández Ochoa, a tal grado que durante tres meses, Echeverría congeló a Hernández Ochoa, y ni siquiera, vaya, le contestaba el teléfono.

Rafael Murillo Vidal tuvo su día “D”; pero político. Fue cuando Jesús Reyes Heroles, presidente del CEN del PRI, le descarriló a su candidato favorito a la gubernatura, Manuel Carbonell de la Hoz, a pesar, incluso, de que tenía el visto bueno de Luis Echeverría Álvarez.

Y ni modo, Rafael Hernández Ochoa se impuso como candidato triunfador en las urnas.

A Fernando López Arias también le llegó la maldición gitana. Fueron los resabios del movimiento estudiantil del 68, en el sexto año de su mandato, Gustavo Díaz Ordaz presidente, Luis Echeverría secretario de Gobernación.

Entonces, López Arias citó en palacio a los dirigentes estudiantiles de la Universidad Veracruzana y Enseñanza Media y les leyó la cartilla. Si marchaban en Xalapa, como estaba previsto el 2 de octubre, tiempo aquel de la matanza en la plaza de Tlatelolco, los encarcelaría.

Y los encarceló el fatídico día, el peor día de Díaz Ordaz. Uno a uno los dirigentes fueron cayendo a la cárcel en Xalapa, entre ellos, Roberto Bravo Garzón, quien luego fue rector de la Universidad Veracruzana, y Rafael Arias Hernández, después secretario General de la UV, y parece que también el tabasqueño Juan José Rodríguez Pratts, entre otros.

También la reportera y activista Marcela Prado fue confinada en las mazmorras de Seguridad Pública.

Y santo remedio.

Ahora, está tocando a Javier Duarte su Waterloo, del que, claro, saldrá ileso como ha salido en el transcurso del sexenio, quizá uno de los más polvorientos y revolcados del que se tenga memoria, no obstante que en repetidas ocasiones el grito callejero ha sido su renuncia.

El presidente Enrique Peña Nieto lo sobreprotege.