- Gerardo Buganza necesita…
- Deslindarse del duartismo…
- Para convencer de su candidatura
Luis Velázquez
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Mucho ha llovido en su milpita al ingeniero Gerardo Buganza Salmerón, expanista, exdiputado federal y exsenador por la vía pluri y exsecretario General de Gobierno y de Infraestructura y Obra Pública.
En uno casos, el rafagueo mediático ha provenido, digamos, de sus adversarios y enemigos, incluso, sus competidores, por ejemplo, el diputado local, Renato Tronco, para quien Buganza es un prostituto político (que es diferente a político prostituto), pues también aspira a la candidatura independiente.
En el otro caso, el expriista y fidelista a morir, Gonzalo Guízar Valladares, ungido líder del Pes, Partido Encuentro Ciudadano, lo calificó como un sicario político, cuando, bueno, la fama pública en Coatzacoalcos registra a Guízar como un mercenario político que de todo saca raja.
Ahora, no obstante, el bombardeo ha venido de un investigador de la Universidad Veracruzana, exconsejero electoral, Francisco Monfort Guillén, quien lo retrata de la siguiente manera:
Uno, mediocre. Dos, político sin atributos, como la novela de Robert Musil, El hombre sin atributos.
Tres, sin credibilidad y sin fuerza política. Cuatro, un candidato oficial del gobierno de Veracruz, disfrazado de independiente.
Así, lo están victimizando.
Según los vericuetos de la comunicación política, de continuar el sacrificio (¿será exprofeso?) será inmolado en la hoguera pública, y al mismo tiempo, quizá, acaso, convertido en mártir.
Y de ahí pa’lante, camino a los altares.
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Está claro: nadie más que Buganza está consciente de una realidad incontrovertible: en el imaginario colectivo, la percepción es de un candidato independiente…pero de Javier Duarte.
Y, por eso mismo, está obligado a demostrar en su discurso político, mediático y conversacional y amical que una cosita en la política es Duarte y otra Buganza, no obstante hayan caminado juntos durante 4 años y 6 meses en el barco sexenal.
Y para alcanzar tal objetivo Buganza necesita desmarcarse con hechos del desorden administrativo, el colapso financiero y la corrupción política del duartismo.
También del fuego cruzado, los secuestrados, los desaparecidos, las fosas clandestinas, la trata de blancas y los feminicidios que han caracterizado el llamado sexenio próspero.
Y de igual manera, deslindarse de la impunidad que alienta cada día la Fiscalía.
Y ni se diga tronar contra el estado de cosas de la deuda pública y el colmo, una SEFIPLAN que paga con cheques de hule a los pensionados del IPE y tiene a 40 mil seniles sin seguridad social, inscritos en el DIF, sin el subsidio de 833 pesos desde hace diez meses.
Pero, además, marcar la raya sobre el tsunami de los 80 funcionarios públicos despedidos y enrocados en el sexenio.
Más todavía: deslindarse de los privilegios y las canonjías de las barbies y los 60 juniors, hijos de políticos, con cargos públicos.
Sólo así Buganza se reposicionará en la percepción ciudadana de que es un candidato independiente, tipo El bronco de Nuevo León, a quien para maquillarse ha invitado a una conferencia magistral en Xalapa.
Y es que, bueno, para ser candidato ciudadano se necesita, como la bamba, un poquito de gracia y otras cositas.
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Buganza también necesitará explicar y convencer, sobre todo, convencer con sus argumentos las razones por las cuales de pronto, zas, declara a Fidel Herrera un mafioso, cuando el góber fogoso y gozoso es el padre putativo y político de Javier Duarte.
Pero, además, convencer de su estadía durante 4 años y medio con Duarte en el barco sexenal.
Y de pronto, cuando camino a Damasco sintió un resplandor creyó que Dios le hablaba para lanzarse de candidato independiente, borrando así nomás, de un plumazo, por decreto, su pasado inmediato.
Mientras continúe sin deslindarse de todas y cada una de las anteriores medallas colgadas en el pecho del llamado sexenio próspero, los Renato Tronco lo llamarán prostituto político y los Valladares sicario político y los Monfort mediocre y político sin atributos.
Más quienes vayan agregándose a la avalancha…