sábado, septiembre 21, 2024

Escenarios

  • Tres años de Variopinto
  • Felicidades a Ricardo Ravelo
  • Gran aventura periodística

 

Luis Velázquez

 

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Hoy sábado se cumplen tres años de una fascinante aventura periodística. La fundación de la revista Variopinto, dirigida por el reportero Ricardo Ravelo Galo, originario de Carlos A. Carrillo, Veracruz, residente en la ciudad de México, donde un par de décadas fuera tundeteclas del Proceso, de don Julio Scherer García, con quien le tocó chambear.

Seis libros sobre los carteles, algunos best-sellers, conferencista en unos países de América Latina, invitado frecuente de facultades de Comunicación del país, escritor imberbe de narco/novelas, Ravelo también ha apostado a un portal de Variopinto, donde cada día está pendiente del acontecer nacional y del mundo, y lo que, además, le sirve de entrenamiento para futuros cometidos.

¡Muchas felicidades al respetado y respetable colega!

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De los egresados de la FACICO-UV, cada quien en su espacio; quizá Ravelo es quien más ha tirado a la luna, consciente y seguro de que nunca llegará; pero, al mismo tiempo, quien más lejos ha llegado.

Además, manteniéndose vigente, en un medio reporteril donde cada día es un empezar de nuevo, de cero, como si el día anterior nada se hubiera labrado.

Y es ahí donde está una parte del mérito, además, claro, de la inteligencia y el talento, y la gran capacidad para registrar historias, seguir las pistas, mover las piedras atrás del hecho noticioso, y contar historias que fascinen al lector.

Ravelo ha dado el paso siguiente: el periodismo diario se queda en el papel; aunque cuando se escriben libros el escenario cambia.

Es tanto como dejar de mirar el árbol y adentrarse en el bosque.

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Variopinto significa el segundo intento de Ravelo por alcanzar su realización periodística plena como revistero, una palabra que fuera acuñada por los reporteros y editores del Excélsior de Scherer a la salida de todos para fundar Proceso.

Años anteriores, por ejemplo, Ravelo ligó su destino a una aventura periodística con un político y, bueno, como siempre ocurre terminó en el fracaso, mejor dicho, en el desencanto mutuo.

Y, no obstante, siguió firme en su empeño y ahora, hoy mismo, cumple tres años de la aventura más intensa de su vida, donde, claro, nada es fácil; pero, como en su caso, sigue empujando la carreta, como dijo el joven Gabriel García Márquez, en tiempo aquel cuando de día trabajaba como reportero y en la noche escribía sus novelas.

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El tercer aniversario de Ravelo con su revista lo llena más de satisfacción porque con las regalías de sus libros exitosos lanzó la aventura para así mantener su libertad, su independencia, su autonomía.

Y con las mismas regalías las financió en los primeros meses de nacer el sueño.

Y, bueno, quizá, acaso, las continuará financiando, porque en los años que corren una cosita es que un gobierno autorice publicidad y otra que pague con la oportunidad necesitada y urgida.

Sea como sea, con Variopinto Ravelo sigue jugando en las grandes ligas de la metrópoli más grande del mundo, allá donde, afirmaba Carlos Hank González, el padre político del grupo Atlacomulco, sólo emigran los valientes.

Y más como en el caso de Ricardo, nacido y amamantado en Carlos A. Carrillo, donde en la escuela preparatoria tuvo como maestro de Filosofía y Ética al priista Gustavo Arróniz Zamudio, y desde entonces quedó, y por fortuna, horrorizado con la filosofía y traumado con la ética política.

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Por fortuna la vida fue tan generosa con él que años después se topó con don Julio Scherer García, quien afirmaba que los amigos son como las piedras rodando en la loma y tal cual se encuentran.

Al lado de don Julio, Ravelo aprendió y reaprendió el ejercicio periodístico con otra forma de mirar el mundo; pero, además, de concebir la vida.

Así, de aquellas clases de Ética de Gustavo Arróniz en la Cuenca del Papaloapan, donde América Central inicia en Cosamaloapan, Ravelo reorientó su vida con Scherer y ahora está considerado como uno de los mejores discípulos del Francisco Zarco del siglo XXI como llamaba Carlos Fuentes Macías a don Julio.

He ahí su madurez y consistencia. Y también su pasión periodística.

¡Salud, maestro, y que sirvan el siguiente vaso con agua, pues desde hace mucho rato ya somos borrachos anónimos!

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