- Nada en la biografía política de Héctor, Miguel Ángel y Pepe Yunes garantiza que enaltecerán la calidad de vida de los 8 millones de habitantes de Veracruz
- Atrás de ellos sólo existe “hambre de poder, mentiras y vacío”
Luis Velázquez
Los tres Yunes (Héctor Yunes Landa, Miguel Ángel Yunes Linares y Pepe Yunes Zorrilla) están enfrascados en una lucha por el poder en sus partidos políticos. Pero ninguno de los tres garantiza el bienestar social de la población.
Ellos son como Mario y el mago que describe en su novela Thomas Mann (La montaña mágica) en donde la población es seducida por un mago seductor y encantador, que hipnotiza a cada ciudadano.
“Una parábola sobre el efecto encantorio de líderes carismáticos como Hitler y Mussolini sobre las masas que, seducidas por la palabra del jefe, abdicaban de su soberanía y poder de decisión y lo seguían, ciegas y dóciles, en sus extravíos” (Mario Vargas Llosas, El País, El caballero Cipolla y el desvarío griego, 12 de julio).
Nada en la biografía del trío de Yunes anuncia la llegada de un nuevo día para el millón de indígenas ni para los 3 millones de campesinos ni para la clase media media y media baja que sueña con una mejor calidad de vida cotidiana.
De Héctor Yunes, por ejemplo, en el imaginario colectivo siempre predominará la madriza que con una moruna asestó a un reportero que lo tenía harto con la palabra escrita y al que ya en el suelo seguía moruneando, implacable, lleno de furia, la furia yihadista en la plenitud del pinche poder.
Los ojos de Miguel Ángel Yunes aterrorizan. Desorbitados, parecen a punto de desprenderse de la cuenca de los ojos para asestar el golpe moral. Un volcán erupcionando. Un tsunami ahogando a un pueblo, como cuando exilió al periodista José Pablo Robles Martínez durante varios años en Estados Unidos, andando a salto de mata, temeroso de que el hígado del entonces vicegobernador de Veracruz estallara en su camino.
Pepe Yunes es, parece, un político bueno. Cauto, que ha abanderado la lucha contra la corrupción política. Pero, al mismo tiempo, su fama pública es de un hombre tibio, niño rico que nació en pañales de seda, acostumbrado a que todos le sirvan.
Los tres han tenido la oportunidad de enaltecer la calidad de la vida de la población.
Héctor Yunes, exsubsecretario de Gobierno en un par de ocasiones y diputado local; pero en su biografía ningún antecedente de transformación social.
Miguel Ángel Yunes, secretario General de Gobierno, diputado local y federal y director del ISSSTE, entre otras cositas; pero siempre entregado a hacer política-política, sin un beneficio social para los precaristas.
Y Pepe Yunes, exalcalde de Perote, donde el mundo, obvio, se concretó al municipio, aun cuando ahora como senador es el único que cabildea recursos federales para los alcaldes y productores.
HAMBRE DE PODER, MENTIRAS Y VACÍO
Y, por tanto, quizá, acaso, el trío estaría buscando el poder político para una gubernatura de dos años, donde un año completito, 2016, se le iría en la candidatura del siguiente jefe del Poder Ejecutivo, y el otro, 2017, en ajustar cuentas para administrar la pobreza en que dejarán las arcas oficiales, además de la elección de los presidentes municipales.
Es decir, un gobernador de paso que ni siquiera tendrá tiempo para cumplir la obra pública pendiente en Soledad Atzompa, cuyos indígenas han caminado en dos ocasiones a Xalapa, detenidos en Fortín, reclamando justicia social.
Magos hipnotizadores, seductores en corto, íconos del poder político por sus relaciones con los políticos del altiplano, apellidados Yunes de los que sólo existen unos 1,500 en Veracruz, están en el hándicap preelectoral como unos mesías; pero sin ninguna esperanza real de que en la vida colectiva exista una lucecita en el túnel de la desventura pública en un pueblo que está perdiendo la capacidad de sonreír ante la crudeza de los días y las noches.
Tal cual, algún día, más tarde o temprano, el ciudadano descubrirá, como afirma Vargas Llosa de Alexis Tsipras, “que detrás de los magos a los que se ha rendido sólo había hambre de poder, mentiras y vacío”.