viernes, abril 26, 2024

Escenarios

•Un país de migrantes

•Filme el “Mil usos”

•El sueño de la sobrevivencia

Luis Velázquez

Uno. Los “Mil usos”

En 1981 se estrenó en México una joya de la cinematografía. Se llamó “Mil usos” con Héctor Suárez. Fueron dos filmes. Describe de forma descarnada y atroz la miseria, la pobreza y la jodidez. Es la historia de miles de habitantes del país huyendo de sus pueblos porque “muchas cornadas da el hambre”. Huyendo, primero, a la Ciudad de México, el paraíso terrenal, y luego enseguida, a Estados Unidos.

Entonces, igual que ahora. La política racista, xenófoba y segregacionista más cruel en la historia de Estados Unidos en contra de los ilegales.

En el segundo filme, el dueño del rancho, un norteamericano de Texas, luego de explotar durante un tiempo a los indocumentados (uno de ellos, Héctor Suárez), avisa a la migra que ahí tiene un montón.

Entonces, inicia una feroz y despiadada carnicería (igual que ahora en el tiempo de Donald Trump) en contra del migrante llamado “Tránsito López” (Héctor Suárez) que dura una tarde y una noche.

Luego, lo capturan y deportan.

Y cuando Héctor Suárez está con un pie en el puente internacional en el lado de EU y el otro pie en el lado de México, simple y llanamente, voltea la mirada al país norteamericano y le envía una sonora mentada de madre, como sólo las expresan en Alvarado, según afirmaba don Julio Scherer García, el director fundador del semanario “Proceso”.

El infierno de entonces, el mismo infierno de hoy, el mismo infierno de cuando con Porfirio Díaz comenzó la migración, tiempo aquel para construir el ferrocarril de la frontera norte en EU con México para felicidad del grupo de “Los científicos”, que encabezado por el secretario de Hacienda, José Ivés Limantour, se convirtió en el más corrupto de su generación.

Dos. País de migrantes

Las películas del “Mil usos” fueron exhibidos la noche del sábado en un canal comercial. Y aun cuando hace treinta y seis años se viera por vez primera, impacta, impresiona, alucina, fascina, su vigencia.

Y es que si antes éramos un país de migrantes y cuyo epicentro geográfico se ubicaba en el centro y el norte del país, ahora Veracruz, por ejemplo, se ha vuelto un estado de ilegales, a tal grado que de acuerdo con el investigador de la Universidad Veracruzana, Rafael Arias, las remesas significan el soporte de la economía local por encima de los ingresos de la caña de azúcar, el café y los cítricos.

Tan es así que un montón de pueblos rurales del territorio jarocho han enaltecido su diario vivir, además del ingreso para alimentarse, para construir o reconstruir su casita, oh paradoja, al mejor estilo norteamericano rural.

La historia de “Tránsito López”, reproducida por Héctor Suárez, es la historia de todos y cada uno de los indocumentados.

Además, la historia de los millones y millones de mexicanos en la jodidez, como en el caso Veracruz en que seis de cada diez paisanos están en la miseria según el CONEVAL, además de las 600 mil personas, de 14 años de edad en adelante, analfabetas, que no saben leer ni escribir, ni siquiera, vaya, como Pancho Villa a los 14 años de edad, que escribía su nombre copiándolo como si fuera un dibujito.

“Tránsito” migra a la Ciudad de México en el tiempo de Carlos Salinas presidente y Carlos Hank González (aquel de “político pobre es un pobre político”) como Regente.

Y en el día con día vive la más feroz batalla desigual donde su dignidad es humillada ene número de veces, pues la lucha por la vida cotidiana es peor que la pelea campal entre hienas y lobos.

El cinéfilo queda atónito con la vida tan cruel del protagonista de la película que financió Hank González, según él, para frenar la migración al Distrito Federal y que sólo sirviera, digamos, para su lucimiento personal, pues con los años se fue multiplicando al grado de la locura irracional de la migración.

Tres. La vida, igual que el filme

Igual que la vida cotidiana, la película.

El abuso y el exceso en la relación humana. Por ejemplo, los policías intimidantes y represores, el patrón desgraciado, el patrón rico y los empleados jodidos, los jefes

atropelladores de los derechos humanos y la vejación en el trato, incluso, hasta cuando “Tránsito” cae preso por un delito inventado, y se topa en la prisión con el co-gobierno de los cabecillas, los traidores y desleales que asestan “la puñalada trapera”.

Incluso, hasta las trabajadoras sexuales de una cantina y un antro de mala muerte que humillan a “Tránsito”.

La vida, pues, llevada a la degradación. Y no obstante, agarrándose a trompadas con la vida, Héctor Suárez en su personaje estelar e insuperable de todos los filmes, luchando en cada nuevo amanecer por alcanzar su legítimo sueño.

El sueño, digamos, de la mera sobrevivencia.

Al final sale derrotado. Regresa a su pueblo de origen, otra vez a refundirse en la pobreza, sin un centavo, sin una muda de ropa nueva, la ropa deshilachada y descolorida, viejita, y con los zapatos rotos, y en donde los paisanos han terminado, unos, alcohólicos con aguardiente barato, y otros, y lo más canijo, sin cobijar esperanzas en la misma esperanza, como dijera Andrés Malraux en su novela “Los conquistadores”, ¡vaya irónico título!

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