viernes, abril 26, 2024

Escenarios

•Un filósofo en el periodismo

•Más se aprende en la calle

•El caso de Jan Martínez Ahrens

Luis Velázquez

Uno. El reportero de las grandes ligas

El reportero español, Jan Martínez Ahrens, está revolucionando el periodismo. La famosa (y subyugante) esclavitud de la pirámide invertida (contar la historia de cada día a partir del qué, quién, cuándo, cómo, dónde y por qué) y la esclavitud igual de fascinante de los párrafos de treinta palabras, estaría quedando en el panteón, digamos, de la historia.

Licenciado en Filosofía Pura por la Universidad de Valencia, nacido en París en 1966, padre de dos hijos, Martínez Ahrens apuesta desde hace un ratito en la literatura periodística, primero, al cómo, y segundo, a los párrafos largos con puntos y seguidos.

Pero más aún: apuesta a buscar siempre el significado social de cada hecho.

Con su formación filosófica y una larga y extensa carrera reporteril que ha pasado por Valencia, Madrid, la Ciudad de México y ahora en Washington, entre otros lugares del mundo, fue subdirector de “El País”, de España, para la edición dominical, Master en Periodismo, sus reportajes y crónicas son un libro de texto para los estudiantes de Comunicación, pero también para los reporteros en el oficio.

Gabriel García Márquez decía que en sus inicios se encerraba con los amigos para escudriñar y diseccionar la narrativa de los grandes escritores del mundo.

Tal cual han de estudiarse los textos de Martínez Ahrens, porque están sacudiendo las entrañas del tejido periodístico y literario para contar la historia de cada día.

Ahrens formó parte del primer taller de periodismo de la Fundación del Gabo en Colombia.

Y en España participaba en la tertulia reporteril intitulada “Las mañanas” del Cuatro, uno de los más prestigiosos canales televisivos de España.

Filósofo, es un reportero prudente, frío, calculador y mesurado, sin que lo anterior excluya la pasión periodística.

Por ejemplo, para dar paso a la dirección de “El País” en España a Antonio Caño, aceptó la corresponsalía en la Ciudad de México y siguió para adelante, de tal forma que ahora reside en Washington, formándose más… en las grandes ligas.

Dos. Un filósofo en el periodismo

De 55 años, es una referencia mundial en el periodismo.

Licenciado en Filosofía Pura, lleva un margen insólito de ganancia frente al común de los reporteros, casi casi, digamos, un Ryzard Kapuscinsky (le llamaban “El señor K) quien era doctor en Historia y hablaba ocho idiomas y caminara en cuatro de los cinco continentes y publicara 50 libros en Polonia.

Y es que con la formación de filósofo, Ahrens, metido al diarismo, lleva por delante una ventaja singular.

Por un lado, una mente habituada a la rigurosidad informativa, la búsqueda incesante e inacabable de la verdad, conscientes y seguros de que nadie posee la verdad absoluta, pero, bueno, se busca.

Y por el otro, la calidad literaria en la narrativa periodística, la historia de cada día, la historia atrás de la noticia concreta, específica y lacónica.

En una película cuyo nombre, por desgracia se ha olvidado, un reportero le pide a su jefe de Redacción quince minutos de tregua para informarle del hecho noticioso, casi casi el encabezado del día siguiente.

Y durante quince minutos (la eternidad de cada día en el oficio), el reportero piensa, reflexiona y escribe en su libreta de taquigrafía el significado polisémico de la noticia.

Una tregua, pues, en el polvorín de una sala de redacción para escudriñar los vericuetos de la noticia.

Se entendería que así escribe Martínez Ahrens, quizá masticando más tiempo los hechos reporteados en la mañana, en la tarde, en la noche.

Y es que en cada reportaje y crónica publicada se siente y respira la pasión por el oficio, como él mismo publicara en su texto intitulado “Todos los hombres de Trump”, El País del domingo once, suplemento “Ideas”, refiriéndose al libro de Boob Woodward y Carl Bernstein:

“En cada una de sus 394 páginas late la fuerza del buen periodismo. Las pulsaciones de un diario vivo y total. El ritmo atronador y a veces infartante de una redacción hecha del material con el que se fabrican los sueños”.

La frase anterior casi casi la pincelada de sí mismo.

Tres. Más se aprende en la calle

Ahrens es un reportero con principios, valores, ideas, sueños, que rigen el día a día atrás de la noticia.

Sus fans tenemos, por ejemplo, un montón de reportajes y crónicas publicadas en “El País” para su estudio y aprender y reaprender de su literatura periodística.

Lo de menos, claro, es irse a la Wikipedia, a las redes sociales, al Internet, a la página de “El País”, donde hay un recuento de sus textos.

Pero hay quienes, por el contrario, se deleitan más con el periódico impreso, porque se puede leer y releer a la hora posible y deseada, al mismo tiempo que con un lápiz, un lapicero, se subrayan las frases mejor logradas, los giros del lenguaje impactantes, la descripción plástica de una escena, la sentencia filosófica con sabor a periodismo… para descubrir el cosido del texto y su forma de valorar y jerarquizar los datos, y lo que el Gabo llamaba la costura de la escritura.

Entre ser director de un periódico y ser reportero, mil veces la calle en vez de encerrarse atrás de un escritorio.

Incluso, entre ser diarista y columnista, millón de veces lo primero, porque la vida se mantiene viva y refrescante, sin perder nunca, jamás, “el ojo de tigre” para mirar la realidad.

Gracias, entonces, a Jan Martínez, porque sigue trepado en el ring reporteril, en donde cada día es un nuevo amanecer, y los anteriores sólo cuentan como una referencia para los hijos y los nietos.

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