viernes, abril 26, 2024

Barandal

•Pros y contras en caso Duarte

•Duarte en Guatemala

•Duarte en México

Por Luis Velázquez

PASAMANOS: El riesgo de Javier Duarte en Guatemala preso en una cárcel militar es seguir comiendo frijoles, arroz y tres o cuatro tortillas, según, y con agua.

El riesgo en México en una cárcel es menú al gusto con un permiso especial para que todos los días sus guardias pretorianos (Érick Lagos, Jorge Carvallo, Alberto Silva y Adolfo Mota) se turnen para llevarle de desayunar, comer y cenar.

El riesgo allá es seguir durmiendo en una cama de piedra recordando cada noche mala a Cuco Sánchez.

El riesgo aquí es dormir sobre un colchón o una cama de agua para sentirse en un viaje estrepitoso a la ruleta rusa.

El riesgo en Guatemala es que nadie, absolutamente nadie, lo visite. Ni Karime Macías ni sus barbies ni sus diputados federales.

Y el riesgo aquí es que los días de visita se registre una avalancha humana para acompañarlo todo el santo día.

El riesgo allá es que de pronto la prensa se ocupe de otros menesteres y lo olviden.

El riesgo aquí es que la prensa se dispute una entrevista exclusiva, una crónica, un reportaje.

El riesgo en Guatemala, donde todo le están dosificando es que ni siquiera tenga un lápiz y un cuaderno para escribir sus memorias, igual que Dante Delgado Rannauro en el penal de Pacho Viejo, igual que Francisco I. Madero en la cárcel, igual que Gramcsi con sus “Cuadernos desde la cárcel”.

El riesgo en México es que tenga una Barbie como secretaria para dictarle sus memorias que bien pudieran llamarse “Fidel y yo”, y/o en todo caso, “El Yunes azul y yo”.

El riesgo allá es que Karime Macías, quien debió quedarse a su lado como esposa devota, siga en Londres, digamos, al lado de sus hijos.

El riesgo acá es que Karime lo pueda visitar y quedarse a dormir en el penal a su lado los días de visita y que son los jueves y domingos.

BALAUSTRADAS: El riesgo allá es que los Macías y los Tubillas sigan paseando en el mundo mientras él continúe preso.

Y el riesgo aquí es que Fidel Herrera, quien tanto lo quiere como su maestro que fue, lo visite en el penal de destino, y en un descuido, hasta compañía le haga como interno.

El riesgo allá es que los delitos que le endilgan hayan sido saturados, y por tanto, sus abogados se concentren en tales afanes.

El riesgo aquí es que le sigan echando gasolina al fuego con más expedientes, por ejemplo, la Cuenta Pública del año 2016 que según los expertos está más sucia y cochina que los cinco años anteriores.

El riesgo en Guatemala es que de pronto, zas, sufra un ataque feroz, sórdido y siniestro de depresión, a la que tan proclive es, mirando el lago Atitlán, el más bonito del mundo que solía admirar hospedado en el hotel de cinco estrellas.

El riesgo en México es que, cierto, ni modo, la cárcel siempre marca, le entre la depresión, pero visitado con frecuencia por sus prestanombres y políticos a quienes enriqueció y por las barbies le levanten la moral y el honor.

El riesgo allá es que sólo tenga de compañía a Maras, narcotraficantes y políticos corruptos, todos, de Guatemala, desconocidos para él.

El riesgo aquí sería que varios políticos fueran sus compañeros de penal con los que podrían, digamos, formar la CONAGO, Conferencia Nacional de Gobernadores, en el exilio, cursando un posgrado, digamos, un doctorado en Ciencias Políticas.

El riesgo allá es que estando tan lejos pronto, “antes de que el gallo cante tres veces”, sea olvidado y en el olvido ya nadie se acuerde ni de él ni de sus trastupijes.

El riesgo aquí es inflamar el resentimiento y el odio social, pues está claro que la población está enfurecida con los excesos y abusos del poder a que llegó, aun cuando al mismo tiempo, oh paradoja, inspire lástima porque la mayoría de los suyos lo han traicionado.

ESCALERAS: La ventaja allá es que nadie le contará las historias de sus Judas en Veracruz, donde hasta sus ex barbies se han deslindado de su persona y por añadidura, será feliz, mínimo, sin tal preocupación.

La desventaja aquí es que hasta sus carceleros le contarían las traiciones que se están dando “a tiro por viaje”, cada uno tratando de salvar el pellejo ante el paladín de la justicia en que se ha transfigurado el góber azul.

La ventaja allá es que a nadie conoce y puede, entonces, iniciar nueva vida, aunque sea penitenciaria y que dadas las cositas trascendidas acaso, digamos, sería, es, su auténtica vocación social y destino en la vida.

La desventaja aquí es que como la mayor parte de la población lo odia, entonces, ni los carceleros lo dejarían en paz, y peor, si por ahí aparece uno de los quince mil familiares de desaparecidos que según José Alejandro Solalinde Guerra dejara como herencia sangrienta en el país de Huitzilopochtli.

La ventaja en Guatemala es que sus compañeros de celda sólo le gritan “ladrón, ratero”.

La desventaja aquí, en México, serían las mentadas de madre que retumbarían en las cuatro paredes de su prisión.

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