viernes, abril 26, 2024

Expediente 2017

El exilio de un líder

Luis Velázquez/II y última

Con todo y el mal karma que arrastraban desde el tiempo estudiantil en la Ibero, Fidel Herrera Beltrán ordenó a Renato Alarcón que se coordinara con Javier Duarte en su campaña de candidato a gobernador en el año 2004.

Y la relación, claro, piedra con coyol, fue tensa.

Pero aguantó vara. Comió sapos. Pidió de nuevo platillo. Y sonrió.

Y sonrió tan bien que el fogoso, por ejemplo, le encargaba escribirle sus discursos de candidato a gobernador, una tarea que compartía con Rafael Arias Hernández y Roberto López Delfín, el secretario particular de Miguel Alemán Velasco.

Entonces llegó el sexenio del fogoso y nombró a Renato director de Desarrollo Municipal, en tanto a Duarte subsecretario de Finanzas y Planeación.

De pronto, zas, el fuego amigo. La intriga palaciega. La feroz rebatiña por el poder. La lucha por estar cerca del jefe máximo.

Y el rafagueo tendría, digamos, el olor y el sabor, ya sea de Javier Duarte o de Érick Lagos, el otro operador del fogoso.

Entonces, chiripa del destino, bendición de un Ser Superior, a Renato Alarcón le llegó una beca para estudiar en España y la que había obtenido en medio de mil candidatos más.

Y sin cargo público, con un matrimonio tronado, divorciado, sin hijos y sin chamba, migró a España.

Aquel exilio, el exilio dorado como le llaman, duraría, de hecho y derecho, doce años.

Incluso, quiso arraigarse en el otro lado del charco geográfico. Hasta andaluz llegó a sentirse. José Luis Rodríguez Zapatero gobernaba España. Un miembro de su gabinete era maestro de Renato en el posgrado. Y hasta lo invitó a trabajar a su lado.

Pero hijo único prefirió regresar a Xalapa. Seguir haciendo su luchita para ver si el surco fidelista se le abría.

“NO SOY HARRY POTTER”

Se abrió, digamos, una posibilidad. Fidel Herrera lo nombró coordinadores de asesores de Marcos Theurel Cotero, entonces, secretario de Comunicaciones.

Y sintió que los vientos, digamos, soplarían a su favor.

Soñó, por ejemplo, con ser candidato priista a diputado local. Pero nunca, jamás, le pudo ganar a Rosa Margarita Borunda.

Entonces se resignó a una regiduría que le ofrecían de consuelo.

Pero el gusto duró poco, menos que el cantar de un gallo.

Jorge Carvallo Delfín le habló por teléfono y de inmediato le pasó al fogoso, quien le zampó la realidad: “Heeermano, no puedes ser regidor. Pero vas de suplente de Elizabeth Morales para la alcaldía”.

Suplente, se dijo Renato Alarcón, ni de Dios, como decía Fernando López Arias, (aun cuando, con todo, habría de preguntarle a Noemí Guzmán, que tan bien le fue).

Y otra vez, a soñar con las estrellas.

Años después, Javier Duarte le ofrecería la secretaría técnica del gabinete, y como es lógico, y en nombre del respeto al sexenio ajeno, la rechazó.

Y seguía vivo.

Con el alcalde Américo Zúñiga fue presidente del PRI municipal y se miró síndico, pero nunca le llegó la oportunidad.

Y como en aquellos tiempos revueltos necesitaba un viraje… migró a la Ciudad de México con sus antiguos maestros y amigos. Sebastián Lerdo de Tejeda, QEPD, y Roberto Campos Cifrián, subsecretario de Gobernación de Enrique Peña Nieto, mientras, y en contraparte, el duartismo se hundía en una espiral revolcada y sin freno de mano.

Por eso ahora cuando Renato Alarcón fue nombrado capitán de la nave priista, dice que el viaje del tricolor en Veracruz es como un trasatlántico, “sin llegar al Titanic”, que necesita un viraje lento, muy lento, pero firme, porque las elites quedaron catatónicas.

“No soy Harry Potter”, dice el presidente del CDE, pero queda claro que “perdimos la confianza de la población y no somos de fiar”.

Y más por lo siguiente:

Antes, el gobernador era priista y si las cúpulas y la militancia se enfrentaban en una elección de candidatos a ediles, por ejemplo, el góber en turno pronunciaba las últimas palabras y todos se disciplinaban.

Ahora, sin gurú en el palacio de Xalapa, luego de un desacuerdo te levantas de la mesa y te vas muy quitado de la pena, y desafiante.

“Es el tiempo de construir puentes” dice.

NI A HECTOR NI A PEPE YUNES…

Licenciado en Ciencias Políticas, dos maestrías en España, describe el concepto de la unidad priista:

“Cuando eres precandidato todos firman un acuerdo de civilidad de jalar parejo. Pero cuando sale el candidato, entonces, todos se le van encima”, como el caso, por ejemplo, en el puerto de Veracruz, el más simbólico, a tal grado que, todo indica, la última palabra (con el nombre del elegido) serán pronunciada por el CEN.

–¿Debe usted el cargo al senador Héctor Yunes Landa?

–No soy gente de Héctor. Incluso, era su segunda, tercera opción.

–Entonces, ¿se lo debe al senador Pepe Yunes Zorrilla?

–¡Tampoco! También era su segunda, tercera opción. Es más, hay en el CDE del PRI mucha gente. Gente de Héctor. Gente de Pepe. Y hasta gente de César del Ángel, con su hijo.

–Entonces, renunciado por voluntad propia Felipe Amadeo Flores Espinoza, ¿cómo llegó al PRI?

–Hubo cabildeo, como de todos los otros aspirantes.

–¿Roberto Campa Cifrián lo apoyó?

–Hubo mucho cabildeo.

Según el presidente, las elites priistas están horrorizadas por el 2018, pero antes, dice, está 2017. “El PRI ha de ser incluyente. Y si antes se fue cerrando ahora necesita abrirse. Además, es clara la realidad: la población electoral vota por el candidato. Y la tesis es buscar el nombre correcto”.

Por lo pronto, y aun cuando el plazo para los candidatos a las alcaldías, sindicaturas y regidurías vencerá el 12 de abril, ya sacaron 124 candidatos de unidad a las presidencias municipales.

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