viernes, abril 26, 2024

Escenarios

•Degradada la educación

•Sólo enseña a memorizar

•Error de Aurelio Nuño

Por Luis Velázquez

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El secretario de Educación Pública, SEP, ha lanzado su revolución educativa. La gran reforma pedagógica que ni siquiera, vaya, su antecesor, José Vasconcelos con Álvaro Obregón, pudo, ajá, lograr.

Calculador, se “amarra el dedo antes de la cortada”, porque dice que los resultados se verán dentro de diez años.

Es decir, luego de los dos años que faltan a Enrique Peña Nieto, y los 6 años del próximo gobierno, más dos años del siguiente.

Claro, entraría en la filosofía política y social de Adolfo Ruiz Cortines de que “no siembro para mí, sino para México”.

Incluso, citó a sus homólogos estatales a junta estelar en la Ciudad de México y les leyó la cartilla.

Pero…se olvidó lo fundamental, quizá fue soslayado ex profeso. El grave daño que desde el siglo pasado, desde siempre, se ha causado a los estudiantes con la, digamos, filosofía educativa de enseñar al estudiante a memorizar la clase, la lección, el capítulo del libro, en vez de reflexionar, escudriñar, analizar, cuestionar, evidenciar, sopesar y dilucidar.

Nada, pues, supera el daño irreversible a los educandos como la llamada memorización.

Los viejos de la sexta y séptima y octava década recuerdan que en la escuela primaria, secundaria, el bachillerato y hasta en la universidad, el alumno de diez era quien tenía memoria prodigiosa.

La educación de excelencia consistía en aprenderse de memoria un párrafo tras otro y luego, recitarlos ante los compañeros del salón de clases y el maestro, algunas veces de

las cuales mientras el alumno recitaba la clase aprendida de memoria él mismo iba checando en el libro, en el cuaderno de notas, si se apegaba al guión, con todo y comas y puntos y seguidos y puntos y aparte.

Es más, se llegaba a unas competencias y concursos fuera de serie donde el más fregón de la clase y hasta de la generación era el dueño de una memoria prodigiosa.

El más grande halago de los maestros y los padres de familia entre sí era que el niño era un prodigio memorizando.

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Lo más canijo es que los siglos XX, XIX, XVIII y otros más se fueron y todavía hoy en el siglo XXI la calidad educativa consiste en desarrollar a lo máximo una extraordinaria capacidad nemotécnica.

Claro, si el educando sueña con ser reportero, entonces agradecerá a plenitud el ejercicio de su memoria, porque lo más importante en el gremio periodístico es la memoria, aquella que permite entrevistar sin una libreta de taquigrafía, sin una grabadora, sin un celular, pues así suele inspirarse la confianza del interlocutor.

Y lo más significativo, entre mayor confianza… más intimidad, y más lengua floja.

Pero salvo el caso y otros más, los menos, el daño educativo al educando resulta catastrófico, porque, cierto, se multiplica la memoria, pero al mismo tiempo, se va nulificando el raciocinio.

Y en la vida, todos lo saben, la clave está en el ejercicio de la razón para mirar la vida con claridad y aprender a tomar decisiones.

Claro, lo más fácil para el maestro está en seguir ordenando al estudiante se aprenda de memoria la lección, con el riesgo de que ni ellos mismos sabrán razonar, porque sin duda así les enseñaron sus maestros.

Por eso, cuando se leen las notas periodística sobre la revolución educativa del doctor Aurelio Nuño Mayer, sin que nadie se detenga en el peor error del sistema para modificarlo, resulta inverosímil el cacareo de que la SEP ha descubierto “el agua tibia”.

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La reforma educativa de Nuño y compañía habla de sistemas de evaluación, por ejemplo, pero al mismo tiempo arrastrando los vicios históricos, sin tocar lo fundamental: la mente necesita, el desarrollo de la memoria, pero con más intensidad, el raciocinio, que sepa aprovechar al máximo la dimensión creativa, libre, autónoma, soberana e independiente.

Un político opositor dirá que en ningún momento a las elites políticas conviene un pueblo entrenado en la libertad para discernir, porque se corre el riesgo de que se vuelva contestatario, exigente, inconforme, protestante.

Por eso mismo, incluso, se entendería el desinterés y la indolencia tanto de la SEP como de las secretarías de Educación de las entidades federativas para alfabetizar a la gigantesca población que no sabe leer ni escribir y que como en Veracruz suman 600 mil personas de 14 años de edad en adelante, además de las dos millones 600 mil personas con la escuela primaria, secundaria y bachillerato incompleto, a medias, a la deriva.

Bastaría referir, por ejemplo, que entre un 80 y 90 por ciento de la población migrante en Estados Unidos apenas, apenitas tiene educación primaria.

Y por eso mismo, y como decía el filósofo Vicente Fox Quesada, los mexicanos en Estados Unidos desempeñan los trabajos “que rechazan los negros”.

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Nadie dudaría de que el capítulo de la educación memorística habría sido revisado en la llamada reforma educativa del siglo XXI.

Pero de ser así, faltó cacarearlo, digamos, para la tranquilidad pedagógica de los profesores ocupados en el tema y los padres de familia soñando con un destino digno para sus hijos.

Y más, porque está probado que el secretario de Educación descarriló con su legítimo sueño presidencial para el año entrante a costa de su revolución educativa.

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