miércoles, abril 24, 2024

COSAS DE MI PUEBLO NINO

j.cruzsantes

Desde que inicié a publicar estos mis escritos sobre mi vida de niño y joven, aparecfrecuentemente el nombre de mi hermano Nino. Muchos me han preguntado cómo es Nino ó quién es Nino. Les he contestado someramente diciendo que es mi hermano mayor. De él, exclusivamente, tengo muchas páginas escritas. Llegará el momento de darlas a conocer. Hoy, pertanme enviarles esta semblanza sobre mi hermano mayor.

Nino es mi hermano pero ese no es su nombre. Cuando éramos niños crecí conociéndolo aporque todos le  llamaban Nino. Nuestros padres, mí tía Julieta que siempre viv con nosotros y los vecinos. Para cuando yo empecé a llamarlo por ese nombre

aún no había otros hermanos que así lo nombraran, cuando los hubo, también aprendieron a llamarlo de ese modo y así crecimos todos llamándolo Nino.

Pero de momento, o la menos así me parece, cuando él andaba por los doce años de edad su nombre cambió a Norman. Yo pensé inocentemente que a cierta edad a la gente, y sobre todo a los niños, se les cambiaba el nombre cuando ya eran mayores porque a nuestro amigo de aquellos años, Juanito, ya

lo llamaban Juan y en la escuela sus compañeros le llamaban Marnez. O como en mi caso, papá me llamaba Pepito y todos los demás Pepe, para que más tarde lo mismo me nombraran Pepe, José o Cruz o Santes. O Como a mí

me gustaba más: CruzSantes; los dos apellidos juntos sin pronunciar la zeta. Cuando le pregun porqué ahora se llamaba Norman y no Nino me respondió que el nombre por el que siempre había respondido decidquitárselo porque

era una ofensa a su persona. Porque además, agregaba, ni siquiera me llamo Nino, sino Benigno, y ese nombre no lo acepto. Cuando sea mayorcontinuaba diciéndome- me lo cambiaré oficialmente por el de Norman, que

me gusta. Concluía.

Pero ni los nombres de Nino, Benigno o Norman le gustaron por siempre. El nombre de pila que heredó del abuelo materno era una afrenta para él y un

orgullo para nuestra madre, pero la inconformidad a ese nombre es posible que no le haya venido por si sólo. Mucho tuvo que ver laBocha el regordete profesor comodín de la secundaria que lo mismo dada clase de matemáticas que de física que de historia cuando sustituía al maestro faltista, y para que los alumnos no anduvieran de vagos esa hora mientras todos los demás estaban en clase.

– A ver Veneno, pasa al pizarrón a terminar está ecuación.

O Maligno, dinos el nombre del filósofo griego que vivió en un tonel y que le exigió a Alejandro Magno que no le robara la luz del sol.

Y entre Veneno y Maligno la bocha no entendque   aquél jovenzuelo de mirada fiera, de dientes torcidos, de ojos verdes profundos, ero de piel y

rojo de vergüenza, contribuyó a que la personalidad de Nino poco a poco se fuera retorciendo y se aislara de todos y de todo. El estaba ahí en su presencia, pero se volvhermético y ensimismado y más tarde diferente a como era, a

como yo lo conocía desde que me di cuenta que él era mi hermano mayor.

Norman aceptaba que la familia lo llamara por el nombre de siempre pero tiempo después su nombre ya no era ese. Ahora se llamaba Norman, Lind, Umbría, Neerlandés, Escandinavía, Normandía, Perusa, Bulova, Betania y Carabel. Todos esos nombres, decía, eran su verdadero nombre. Nunca s Nino ni Benigno y exigía a la familia que ase le llamara. Todos de corrido. No uno solo ni dos ni acaso tres. Sino los diez seguidos en hilera y sin pausa y en orden, porque si no, no respondía.

Yo quería saber de donde había sacado mi hermano esos nombres y porqué odiaba tanto el nombre de Benigno. Lo primero fue cil, él me lo dijo. Los tomó de los anuncios del periódico y las revistas. Le gustaron y por eso los adoptó. Todo era preferible que al nombre de Benigno. Pero lo otro, su odio al nombre, me lo confesó cuando ambos cruzamos la quinta década de la vida. Mi madre platicaba que su padre, el primer Benigno, las había abandonado, a su hermana Julieta, mi tía y a su mamá, mi abuela, por otra mujer.

Sé que sufren su niñez el carácter de nuestro padre. Sé también que siempre fue el hijo consentido de maporque como ella decía: Nino sufrió conmigo

el mal carácter de tu padre. Y también sé que no conocimos a nuestro abuelo materno, ese primer Benigno. La imagen que de él nos formaron no hay nada que aparente ser tan fuerte y brutal como para rechazar su nombre.

Benigno   significa   bueno. Mi hermano no es malo. Que yo sepa nunca ha hecho mal a nadie. Pero Nino no es mismo desde el despertar de la pubertad. Empezó a tener cambios en su mente que yo percibía sutiles y constantes. Que no eran normales y que a veces me daban miedo.

Cuando se dio cuenta que no era posible llamarlo con tantos nombres porque no todos podían aprenderlos, oppor ceder y cambiarlo por uno solo.

Ahora sí, el definitivo. No habrá  otro  nombre, decía con coraje que se reflejaba en su mirada penetrante que n conserva ahora de viejo. Ahora me llamo Gabriel y nadie más deberá llamarme Nino ni Benigno. Solamente Gabriel.

Y con ese nombre fue conocido por largo rato. Papá tuvo que doblegarse a llamarlo así. Gabriel le toleró que no siempre lo llamara Norman o Lind o Carabel. Pero tuvo que llamarlo Gabriel desde que mi hermano decidque a

se llamaa, hasta su muerte, veinte años más tarde.

Pero el nombre Gabriel pasó de moda. O como él decía, si ahora soy otro, también otro debe ser mi nombre. Y camb por Alonso el nombre de Gabriel,

el del arcángel, alrededor de sus veinte años de edad, en la que me confeque su mente continuaba sufriendo los embates de la soledad y la desesperación, buscando un alivio y un escape al  sufrimiento mental que

cuarenta años desps me confesaría estuvo a  punto de causarle    locura. Abrazó con inusitada fe la palabra de Dios a la que dedicaba todo su tiempo y todas sus energías a estudiar la Biblia que llegó a recitar palabra tras palabra y a escribir frenéticamente exégesis de los libros de su primera y única religión

que abrazó a partir de la primera juventud, cuando sentía que el mundo le era adverso y que en casa no encontraba la armonía que le faltaba, o bien   por rebeldía o por sentirse esclavo recién manumitido.

Vive lejos de mí, nos hablamos con frecuencia de cada mes y me dice que está bien aunque noto que no oye con claridad. Nunca se caaunque vive acompañado con una mujer que pienso mutuamente se ayudan y acompañan.

Su relign le permitió sobrevivir los embates   de ese mal que ya cobraba fuerza y que nadie advertía como un mal de la mente que empezaba a desmoronarse al punto de la fractura con la realidad.

Que por fortuna, a este día, ya en la vejez, nunca se presentó.

j.cruzsantes

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