jueves, abril 18, 2024

Expediente 2017

Siniestra pesadilla 


Luis Velázquez

Ocho meses después, ninguna razón existe para seguir inculpando a Javier Duarte (y de paso a Fidel Herrera Beltrán) de que los carteles y cartelitos continúan sembrando el terror y el horror en Veracruz.
Ha transcurrido demasiado tiempo para seguir linchando más al ex góber tuitero, como si, digamos, Enrique Peña Nieto culpara a Vicente Fox de que Joaquín «El Chapo» Guzmán Loera se le escapó también a él… pues ya sabía el camino.
Y más cuando a cada rato se alardea que todos los días Veracruz es vigilado por la Gendarmería, la Policía Militar, la Policía Federal, los marinos y los soldados y las policías estatales y municipales.
Y más cuando se ufanan de que «yo sí tengo pantalones y voy por los malos».
A primera vista, y sin ser experto, la secretaría de Seguridad Pública está fallando. Ha sido incapaz de frenar el crecimiento de los malosos.
Y si el asesinato de los cuatro niños y sus padres en una colonia popular de Coatzacoalcos estremeció a la población nacional (los homicidas siguen libres), el secuestro, desaparición, asesinato y sepultura en una fosa clandestina de la señora Evelyn Sifuentes, de San Andrés Tuxtla, también ha cimbrado a los ocho millones de habitantes de Veracruz.
Y más porque en el duartazgo también fue reproducida tal escena cuando en el bulevar Ávila Camacho, a la altura de Boca del Río, Columba Campillo fue plagiada (cuando realizaba ejercicio físico) desaparecida, asesinada y tirada en un lote baldío, de igual manera como la señora Sifuentes lo hacía en la ESBIO.
A la chica jarocha la tiraron en un lote baldío y el cadáver de la señora de Los Tuxtlas fue sepultado en un precio ubicado a un costado del camino que conduce a la localidad de Buenos Aires Texalpa.
Más grave el caso de la señora porque la familia pagó el rescate. Un millón de pesos.
Y no obstante, la mataron.
El hecho se dio cuando en el sur de Veracruz cinco hombres eran ejecutados en los municipios de Jáltipan y Minatitlán, además de que fueron torturados.
Y cuando, además, la diputada María Elisa Manterola Sáinz, denunciaba que en la región de Martínez de la Torre, su distrito, en un mes fueron secuestradas diez personas.
Y cuando, además, y por fortuna, el secuestro de una niña en Martínez de la Torre fue frustrado, de tal manera que los presuntos captores fueron detenidos, pero (ni modo, la justicia es así), a los cuatro días los dejaron en libertad.
Por eso, dijo Manterola, la gente sigue padeciendo la inseguridad, porque, y entre otras cositas, sabe y está consciente de que en las dependencias públicas hay corrupción.
Y «se fue a la yugular» del Poder Judicial diciendo que «los jueces de Misantla son los que a fin de cuentas sueltan a los delincuentes y secuestradores, y ahí siguen (tan campantes), sin que nadie los toque».

EVANGÉLICOS EN CONTRA DE YUNES

La incertidumbre y la zozobra en el diario vivir en Veracruz es todavía el más grave pendiente social, pues a todas luces el góber azul ha sido incapaz de aplicar el Estado de Derecho, cuya esencia básica está en garantizar la seguridad en la vida y en los bienes.
Por eso, el líder de la Alianza Metropolitana de Pastores Evangélicos, Fernando Jara Tood, sostiene que el gobierno del estado ha fallado, pues «hay un rebase total de la delincuencia organizada y la respuesta es poca». (La Jornada, Fernando Inés, 28 de julio)
El evangélico, sin embargo, también lanza su espada en contra de los padres de familia quienes, dice, «no hemos sabido educar a los hijos».
Y se refiere a los hijos porque «la mayoría de los delincuentes son jóvenes no mayores de veinte años de edad, jóvenes con cabeza de adultos que se dejan deslumbrar con situaciones fáciles y cómodas».
Cierto, cierto, cierto.
Pero sean culpables o ajenos los padres de familia, el equipo gobernante tiene una responsabilidad política, social y jurídica, como es salvaguardar la vida común en un Veracruz con ocho millones de habitantes, todos, la mayoría, atrapados y sin salida en los días vertiginosos, donde los carteles y cartelitos siguen adueñados del territorio jarocho.
Y más por lo siguiente:
Nadie dudaría, por ejemplo, de que los cinco hombres ejecutados la semana anterior en Jáltipan y Minatitlán pudieran estar, o estaban, relacionados con los malandros, pero el secuestro, asesinato y sepultura de la señora de Los Tuxtlas, y cuya familia había pagado el rescate, expresa la saña y la barbarie a que hemos llegado.
Y más con la estadística del Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de que Veracruz ocupa el primer lugar en denuncias por secuestros en el país.
Quince secuestros en el mes de enero de este año. Trece en febrero. Dieciocho en marzo. Doce en abril. Catorce en mayo. Dieciséis en junio.
Y cada secuestro es una historia sórdida y siniestra, donde la persona plagiada y la familia viven el peor de los mundos.
Ya Javier Duarte está sometido a un juicio, sobre todo, por el mal uso del dinero público, aun cuando falta ser juzgado por desapariciones forzadas en que la policía de Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública, se alió con malandros para el secuestro, el asesinato y las fosas clandestinas.
Ahora, y desde hace ocho meses, el gobernador es Miguel Ángel Yunes Linares y el máximo responsable, pues ni modo de seguir culpando a la Federación.

LOS VECINOS SE ORGANIZAN

Algunos pueblos de Veracruz han comenzado a organizarse en guardias comunitarias y en grupos vecinales en colonias, unidades habitaciones, edificios y fraccionamientos soñando con restablecer la paz y la tranquilidad perdida.
Fue el gran caso del doctor José Manuel Mireles, en Michoacán, y que enfureciera tanto al Peñismo que hasta lo encarcelaron, creyendo que así nulificarían el gran despertar cívico.
En Las Choapas, por ejemplo, los ganaderos se organizaron luego del secuestro de una señora y a la que lograron recuperar, ellos solitos.
Después, la secretaría de Seguridad Pública los desbarató asegurando que ellos asumirían la vigilancia.
En Xalapa, la capital, cada vez aparecen más vecinos integrados en las colonias.
En la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, y desde el duartazgo, los vecinos aplican rondines día y noche en que se van turnando para vigilar su área poblacional.
Incluso, hasta instalaron equipos de seguridad para comunicarse cuando ven por ahí a un sospechoso…
Pero… los malandros parecen tener, o tienen de plano, mucha mayor capacidad que, claro, los vecinos, pero también que el Estado.
La pesadilla de la violencia se ha perpetuado en Veracruz. Y la vida sigue prendida de alfileres.
Y nadie está a salvo. Nadie puede cantar victoria y festinar que la ha librado, ni siquiera, vaya, los políticos y sus familias que de seguro, todos los encumbrados, tienen las suficientes escoltas para sentirse seguros.
El secuestro y crimen y sepultura en fosa clandestina de la señora Evelyn Sifuentes, con todo y que la familia había pagado el rescate, eriza la piel, indigna y encorajina.

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