viernes, abril 19, 2024

Barandal

•Se sintieron inmortales

•Hicieron y deshicieron

•Ahora, viven su infierno

Luis Velázquez

ESCALERAS: Nunca pensaron Javier Duarte y los suyos (mujeres y hombres) que la gubernatura tenía un plazo de caducidad.

Jamás creyeron con la vida de boato, lujos y caprichos que llevaban a costa del erario que todo tiene bien.

Se sintieron inmortales. Incluso, llegaron a competir con la gloria, primero, y la historia después, y la inmortalidad al último.

Frívolos, sintieron que ganarían “hasta con veinte y las malas” la sucesión y por eso el ex góber tuitero, ahora preso en el Reclusorio Norte, jugó con varios candidatos creyendo que uno ganaría.

Divos, inalcanzables, llegaron a sentirse “paridos por los dioses” y dueños del poder y del día y de la noche y del dinero público y de las corporaciones policiacas, de todo se pitorreaban.

En la feroz rebatinga interna hasta se constituyeron, unos, en guardias pretorianos. Érick Lagos, Adolfo Mota, Alberto Silva y Jorge Carvallo, lo custodiaban y blindaban y ni siquiera, vaya, dejaban pasar el viento.

Entre ellos, “ni una aguja” cabía.

Duarte integró lo que ahora la Procuraduría General de la República denomina “organización criminal” que operaba en los estados de Veracruz, México, Campeche y Ciudad de México.

Encaramados en el trono imperial y faraónico, la locura lujurienta les entró. Duarte, por ejemplo, alardeaba:

“Yo, como gobernador, me volví sexy”.

Y Karime Macías escribía en su diario cincuenta veces la misma frase bíblica:

“Merezco abundancia. Merezco abundancia. Merezco abundancia”.

Ella, que había nacido “en pañales de seda”, gracias a lo que Enrique Peña Nieto llama “la diosa fortuna” y que él mismo desea (¡como si ya no lo tuviera!) para el resto de su vida.

La mayoría de ellos con origen humilde (Érick Lagos, Alberto Silva, Motita, Carvallo, etcétera) enloquecieron con las mieles del poder.

Y fueron “de todo y sin medida”.

BARANDILLA: Todo les valió. Y más, cuando en el ORFIS, Órgano de Fiscalización Superior, y en la Comisión de Hacienda del Congreso, y en la secretaría de Finanzas y Planeación, y en la Contraloría, y hasta, caray, en la secretaría de Hacienda y Crédito Público con Luis Videgaray Caso, se toparon con terreno fértil, aliados, a sus órdenes, señor.

En el primer trimestre del año 2014, la Auditoría Superior de la Federación interpuso en la Procuraduría General de la República, PGR, las primeras denuncias de desvíos de recursos federales en las secretarías de Educación y Salud, y nada pasó.

Nadie dudaría de que se habrían ido al archivo muerto.

Y entonces, más crecieron al castigo.

El mundo les pertenecía.

Los vientos políticos les eran favorables.

Y el saqueo continuó, imparable, irrefrenable, indetenible.

Asquerosamente insaciables siguieron coleccionando bienes materiales. Ranchos, caballos, 190 cuadros pictóricos y hasta de Diego Rivera y Botero, un hospital y una alberca para caballos, ganado, terrenos, departamentos, mansiones en Veracruz, el Estado de México, la Ciudad de México, Estados Unidos y España, cuentas bancarias en Suiza, una línea aérea, una lanchita de nueve millones para pasear en el Golfo de México, etcétera.

Y nadie los frenó.

Hacia mediados del año 2016 cuando al maestro de maestros de todos ellos, Fidel Herrera Beltrán, “le cayó el veinte” de las trapacerías, declaró a un reportero de “El Economista”:

“Mi sucesor no fue lo que yo esperaba. Hizo cosas que no tenía que hacer”.

Pero Duarte y los duartistas continuaron pa’lante.

Todo les valía.

Hasta la complicidad, incluso, de Enrique Peña Nieto…, quien para entonces todo le toleraba.

Pensaron que eran inmortales. Desafiaron al tlatoani, al dios terrenal, al jefe máximo de la revolución priista hecha gobierno.

Y de ñapa, lo evidenciaron en la firmeza con que debió aplicar el Estado de Derecho.

Y más, cuando él mismo, en Los Pinos, ya soñaba con el Sistema Nacional Anticorrupción.

CASCAJO: En nombre de las facultades metaconstitucionales, se enriquecieron con los recursos públicos, los impuestos pagado por los contribuyentes, de una manera soez y brutal.

El poder los enloqueció. Dinero fácil, mujeres fáciles, borracheras, drogas, orgías, a tal grado que perdieron la dimensión de lo que hacían.

A nadie oían. Mejor dicho, a nadie quisieron escuchar.

Intocables e intocados, se fabricaron su mundo color de rosa.

Y se pitorreaban de todos, hasta de los familiares que fueron perdiendo a sus hijos secuestrados, desaparecidos, asesinados, cercenados, decapitados, tirados a la orilla de la carretera y en medio de los cañaverales y arrojados a pozos de agua dados de baja y flotando en los ríos y lagunas y sepultados en fosas clandestinas.

En su locura por el poder hasta incurrieron en desapariciones forzadas, “delito de lesa humanidad”.

Lástima que ninguna haya leído, y si lo leyó se lo olvidó, la novela de Mario Puzo, “El padrino”, donde escribe que atrás de cada fortuna hay un muerto, mínimo.

Su riqueza sexenal era, claro, “una fortuna mal habida”, armada con el erario.

Lo sabían, pero ellos se creyeron inmortales.

Ahora, unos están presos, desde el Reclusorio Norte hasta el penal de Pacho Viejo.

Otros, están sujetos a un proceso de desafuero.

Otros más, andan amparados hasta para ir al baño.

Otros, prófugos de la justicia, a quienes nada calienta, “ni el sol ni la luna”, ni una cobija humana.

Lo dice siempre el chamán: “El que a hierro mata… al hierro muere” y “el que la hace… la paga”.

Los casis seis años de poder y gloria, cargos públicos, presupuesto a sus órdenes, negocios ilícitos, bienes materiales, lujos, caprichos, borracheras, drogas, mujeres y orgías, al traste, y de nada valieron, porque ahora viven y padecen el infierno.

Ni siquiera, vaya, en las circunstancias que están pueden decir como aquel que “lo bailado… ya nadie ni nada me lo quita”.

¡Pobrecitos!

Antes, causaban indignación social. Luego, rechazo popular. Ahora, dan asco.

Y que se pudran.

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