viernes, abril 19, 2024

Escenarios

•Ocaso de un expriista

•Derrota de Pablo Anaya

•Un pueblo en su contra

Luis Velázquez

Uno. Un ídolo en la lona

El doctor Pablo Anaya Rivera, el primer secretario de Salud de Javier Duarte, ha librado (al día de hoy) la denuncia penal del sucesor, Irán Suárez Villa, interpuesta en la Fiscalía.

Pero…el domingo 4 de junio el destino lo alcanzó en Poza Rica cuando como candidato del Movimiento Ciudadano de Dante Delgado intentó otra vez gobernar el pueblo.

Simple y llanamente, descarriló por completo, con todo y su hoja de servicios que incluye 18 años como director del IMSS, veinte años como académico de la UV, ex alcalde, ex diputado local y ex titular de la SS.

La población se expresó en las urnas de la siguiente manera:

El candidato (triunfador) de MORENA, Francisco Javier Velázquez Vallejo, un petrolero jubilado, 30 mil 981 votos.

El candidato del PAN, 14 mil 927.

El candidato del PRI, 7 mil 633.

Pablo Anaya, del MC, 5 mil 762.

El candidato del PES, mil 998 votos.

El candidato del PT, mil 363.

Y el candidato del PANAL, mil 152.

Es decir, una caída libre estrepitosa, violenta, terrible y radical.

Nunca, jamás, se entendería, el doctor lo miró. Creyó que todavía tenía el mismo feeling cuando una noche en Poza Rica le dijo a Fidel Herrera Beltrán:

“Yo gano la alcaldía con los ojos cerrados”.

Era aquel tiempo en que solía usar una camiseta, casi casi playera, de manga corta, que le permitía lucir su musculatura de chamaco imberbe.

En los cargos públicos que antes ocupara fue abanderado del PRI. Ahora, su ocaso, por el MC. Una conversión camaleónica inverosímil, con todo y que Dante fue presidente del CDE del PRI y gobernador por el partido tricolor.

Dos. Se deslindó de Javier Duarte

El doctor Pablo Anaya está jubilado tanto por el IMSS como por la UV. Su pensión ha de ser fabulosa, suficiente para vivir bien. Muy bien.

Pero extraña el poder. Y las glorias del poder.

Por eso, resulta insólito que un hombre como él, “leído y escribido” como dice el viejo del rancho, mesurado y reposado a su edad, además de la carga de experiencia que tiene, escuchara el cántico de las sirenas camino a Itaca para torcer el camino.

Médico, profundo conocedor de la naturaleza humana con todo y sus contradicciones, ninguna razón existía para lanzarse a la aventura, a menos que en él se haya concitado la versión popular de que la política es como una víbora que te pica, te deja el veneno clavado circulando en las venas y nunca, jamás, hay cura.

Y es que el doctor ya conoció el poder. Y lo disfrutó y gozó en todos los sentidos y aspectos. Incluso, lo vivió a plenitud.

Y más, porque desde que entrara a la política-política, el tiempo que va de la alcaldía a la secretaría de Salud, mereció una carrera ascendente, siempre para arriba, y cada vez en mejores cargos públicos.

Y con más poder, claro.

Es más, su buen karma se ramificó en su familia y entre los suyos, sus amigos, aliados, socios y cómplices.

Todavía más: en tiempo y forma se deslindó de Javier Duarte y renunció a la secretaría de Salud.

Fue cuando Pablo Anaya descubrió los trastupijes que estaban haciendo con el dinerito federal canalizado a la secretaría de Salud.

Primero, documentó con los hechos el comportamiento errático del llamado góber tuitero.

Después, esperó con prudencia y mesura un manotazo enérgico que Duarte ofreciera.

Y luego, y como lo engañó, interpuso su renuncia y se retiró y Duarte cumplió a Juan Antonio Nemi Dib su viejo y antiguo sueño, sueño legítimo, de ocupar la secretaría de Salud…sin ser médico.

Pablo Anaya anduvo por ahí buscando opciones y cuando advirtió la caída estrepitosa, ruleta rusa, del PRI, se cobijó en el Movimiento Ciudadano, donde ahora, y luego de la derrota, se entendería como debut y despedida.

Tres. “Sabia virtud la de retirarse a tiempo”

Pero lo fundamental es lo siguiente: la víbora de la política lo picó. Y ante el mal, la ciencia médica ha fracasado. No hay cura.

Por eso, quizá, se lanzó a la nueva odisea.

Y dado el resultado electoral, todo el crédito y el nombre y el prestigio del mundo que tenía, por los suelos.

La sórdida pasión de la política le ganó, de igual manera como suele ganar a la mayoría de los funcionarios públicos.

Y más, porque la población electoral con su voto lo envió, ni más ni menos, que al cuarto lugar.

Peor, nunca miró el crecimiento de MORENA y que, por cierto, el año anterior asestara un primer aviso categórico con el triunfo de su candidato a diputado local.

Y más, porque está claro que el PAN es el partido político en el poder, con los vientos favorables de todo a todo, tanto que le ha dado para lanzar al gobernador como precandidato presidencial.

Y más, porque el PRI dispone de una maquinaria electoral fuera de serie, sacudida, claro, por el PAN y PRD, pero que luchando con las siglas del MC hace más difícil otear el horizonte.

Lo decía Juan Maldonado Pereda, QEPD:

“La política es un tragadero de hombres”.

Lo decía Renato Leduc en su famosa canción:

“Sabia virtud la de retirarse a tiempo”.

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