martes, abril 16, 2024

Escenarios

•El peor mal del mundo

•Tratamiento médico caro

•Cáncer de próstata

Por Luis Velázquez

Uno. Cáncer de próstata

Todas las enfermedades diezman la vida. El Alzheimer, el Parkinson, el cáncer, la leucemia, la tuberculosis, el VIH, etcétera. Pero quizá una de las más canijos es el mal de la próstata, con el riesgo, claro, del cáncer.

Un urólogo dice que de cada diez hombres mayores de 60 años de edad…ocho padecen de la próstata.

Y entre otras cositas, ya se sabe, la enfermedad empieza con las urgencias urinarias. A cada rato salir corriendo al baño. Si estás en casa, bendito sea Dios. Pero si andas en la calle, una locura para llegar a tiempo a un baño público, digamos, en una gasolinera. Y si no hay gasolinera, entonces, oh Señor, te orinas en el pantalón.

Una amiga dice que lo mejor es andar con una botellita de plástico vacía en el auto o con una bolsita de mano.

Así, y como es natural, si la emergencia llega nunca será más útil la botellita.

Un médico dice que lo mejor para más o menos dormir tranquilo, sin premuras, es tomar el último trago de agua hacia las seis de la tarde.

Y es que hay pacientes que se levantan varias horas en la noche al baño. Incluso, cada hora. Peor tantito, cada media hora.

Y por añadidura, la calidad de vida, la calidad del sueño, se atrofia por completo, y al día siguiente se amanece apaleado, y lo peor, con un sueño brutal.

Tal cual, noche tras noche.

Hay enfermos que son operados. Pero está probado y comprobado que luego de un ratito, cuando pasa el efecto de la intervención quirúrgica, otra vez el mal. Las urgencias día y noche. Orinarse en el pantalón.

Lo peor viene cuando aparece el cáncer.

Un amigo, latin lover toda su vida, galán en el Golfo de México, terminó enfermo de la próstata hacia los 60 años de edad y su vida sexual se redujo por completo.

Y lloraba.

Y por desgracia, su vida se achicó a vivir del recuerdo sin alcanzar, por ejemplo, la plenitud del galán ultra contra súper millonario, Howard Hughes (“El aviador” con Leonardo DiCaprio), quien solía filmar sus citas amorosas y sexuales y en la vejez las miraba para llenarse de nostalgia (consuelo de tontos, claro).

Dos. Tratamiento médico caro

Un tratamiento médico para, digamos, sobrellevar los males de la próstata y/o, en todo caso, lograr una mejoría sustancial, sale caro.

Una sola medicina, por ejemplo, Proscar, cuesta en el mercado 1,700 pesos, aun cuando, con doble sello, a la hora de comprarse la reducen a 1,400 pesos.

Pero 1,400 pesos significa el 70 por ciento de la mayor parte de las pensiones del Seguro Social y del ISSSTE.

Más los mil pesos (unos médicos sólo cobran 800 pesos) por la consulta.

Más el ultrasonido que suele costar dos mil pesos.

Diríase que se trata de un tratamiento médico para mayores de edad de la clase media alta y/o de plano, alta.

Ha de preguntarse, digamos, los estragos de la próstata entre los indígenas, campesinos y obreros.

Y aun cuando habrá quienes antepongan el servicio médico del IMSS y del ISSSTE, así como andan el paciente de próstata corre el riesgo de morir en el intento, pues, y de entrada, suelen programarse las consultas para dentro de varios meses después.

En contraparte, en las zonas rurales podrían, digamos, consultar al curandero del pueblo, incluso, al brujo, pero las hierbitas ninguna cura significan.

La medicina social ante la medicina privada.

Mexicanos de primera, de segunda, de tercer, de cuarta y de quinta categoría.

Con todo y que el presidente de la república diga que “ningún chile” nos “embona”.

Tres. Un achaque de la edad

El mal de la próstata es, como dice un médico, “achaque de la edad”. Igual que la artritis, por ejemplo. Y contra la naturaleza nada se puede. Por más pócimas que la persona se aplique.

Un erotómano, por ejemplo, tampoco puede decir que “sacará juventud de su pasado”, tomando pastillitas azules o inyectándose hormonas.

Y menos cuando se está enfermo del corazón, porque ahí quedas, como le sucedió a un amigo litigante que, viviendo romance pleno con una señora 30 años menor, se tomó un Viagra y en el intento quedó muerto a la orilla de la cama motelera.

En todo caso sólo resta un esfuerzo superior para llevar el tratamiento médico y por un lado diferir más tiempo el momento crucial y segundo atenuar el sufrimiento inevitable.

Un amigo pensionado de 70 años y más lo describe así:

“Antes, andábamos en las cantinas, los antros y los moteles. Ahora, en el consultorio médico, los hospitales y las farmacias y en la iglesia para rezar y pedir perdón”.

La vida, ni modo, es así, y los estragos de igual manera.

Lo peor de todo es que cuando el mundo se viene encima, además de la próstata, suelen llegar otros males, entre ellos, el más terrible, el Alzheimer, donde la persona está muerta en vida, lleva una vida vegetativa dependiente cien por ciento de la familia, con el riesgo de que sea arrumbado en una casa de asistencia social… a esperar que solito se muera.

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