sábado, abril 20, 2024

Diario de un reportero

•“¡Hijo de la gran puta!”

•“¡Ladrón, ratero!”

•Gritos a Duarte en Guatemala

Luis Velázquez

22 de abril de 2017

DOMINGO

“¡Hijo de la gran puta!”

Hay un grito atroz. Sonó en la cárcel de Guatemala donde vive Javier Duarte y retumbó en Veracruz. A su paso, sus colegas de celda (ladrones, pillos, asesinos, políticos corruptos, Maras y narcos) gritaron al ex góber tuitero:

“¡Ladrón, ratero!”.

Luego, cuando dio unos dos, tres pasitos más, caminando entre policías y custodios, esposado de las manos como nunca, jamás, jamás, jamás lo visualizara en los años dorados de la Decena Trágica en Veracruz, de 2004 al 2016, desde la celda de los malandros le lanzaron otro grito ensordecer:

“¡Hijo de la gran puta!”.

Es el peor de los mundos. El día, digamos, del Juicio Final, cuando los muertos resucitarán.

Inocente o culpable, culpable porque apenas el proceso penal ha iniciado, la población ya juzgó a Duarte.

Y en el caso, los malandros de Guatemala.

Y en una cárcel extranjera. Y en un país, claro, extranjero.

En Veracruz, sin embargo, una de sus barbies, Dominga Xóchilt Tress, su ideóloga pedagógica en la secretaría de Educación cuando Adolfo Mota era titular, definió en las redes sociales el tiempo político y social que se vive. Dijo:

“Los grandes cambios en la vida siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida”.

¡Vaya profundidad filosófica! ¡Vaya consuelo!

Luego, pensando en los años de esplendor, oro y mirras que vivió en el duartazgo, escribió, digamos, como un consuelo para Duarte:

“No es el fin del mundo. Es el inicio de uno nuevo”.

La única Barbie que, acaso, siga fiel… al recuerdo.

Su casita en Salmón, cerrada. Unas veces, con la luz encendida en la madrugada.

LUNES

“Hijo descarriado del PRI”

En Guatemala, Duarte enfrenta el trámite burocrático para la extradición.

Allá la Fiscalía le recordó que lo acusan de una red criminal de lavado de dinero en donde está implicada su esposa.

Pero aquí, Fidel Kuri Grajales, presunto candidato a presidente municipal jarocho, tan beneficiado que fue en el duartazgo con el club de los Tiburones Rojos en comodato, más el usufructo del estadio Luis “Pirata” Fuentes, también entró a la temporada de los Judas:

Javier Duarte, dijo, “es el hijo descarriado del PRI”.

Y para redondear la frase bíblica, añadió la siguiente sentencia:

“Sólo Duarte es el responsable del saqueo a las finanzas”.

Se equivoca el socio del dueño del sindicato ferrocarrilero, Víctor Flores Morales.

Si Duarte desarrolló su sexto sentido para los negocios ilícitos a costa del erario se debió al silencio del ORFIS (Lorenzo Portilla), al silencio del Congreso (Juan Nicolás Callejas Arroyo), al silencio de la Contraloría (Mauricio Audirac y Ricardo García Guzmán) y al silencio de los titulares de SEFIPLAN (Tomás Ruiz González, Carlos Aguirre Morales, Fernando Charleston junior, Mauricio Audirac y Antonio Gómez Pelegrín).

MARTES

Un escritor renegado

Rodrigo Montoya es un priista de Xalapa. Sueña ahora con la regiduría para el próximo cuatrienio y en que según la ley Duarte los alcaldes y ediles podrán reelegirse por seis años hasta completar una década en el poder.

En el tiempo del duartazgo, Rodrigo Montoya escribió un libro y del que se arrepiente.

Se llamó “Javier Duarte, biografía de un joven gobernante”.

Era el tiempo en que Enrique Peña Nieto declaró a Duarte el símbolo de la nueva generación política.

Ahora, dicen, Montoya desearía incendiar en la chimenea la edición completa de su libro.

Y si por ahí un reportero sueña con entrevistarlo se vuelve “ojo de hormiga” y lo elude y desaparece y se esconde.

Peor estarán las barbies de Duarte, toda ellas intentando sepultar su pasado.

Los días de gloria y esplendor que vivieron a su lado convertidos en la noche sórdida y siniestra más larga.

De las mieles del poder a la vergüenza y desvergüenza.

MIÉRCOLES

Una mano vengadora

Entra Duarte al Tribunal de Guatemala donde está sujeto al proceso de extradición.

En la multitud, los policías y custodios que lo cuidan, encadenado de las manos.

La multitud de reporteros, fotógrafos y camarógrafos.

Los curiosos.

Entonces, de entre el montón una mano extendida camina en el aire. Y de pronto, zas, cuando Duarte pasa a su lado le da un manotazo en la nuca y que en Guatemala llaman “zape” y que significa “un golpe fuerte en la cabeza con la mano abierta”.

La mano aquella sólo tiene un significado: el rencor, la irritación, el coraje social, la indignación crónica.

El rencor en su contra viajó, pues, de Veracruz a la tierra de Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura.

Nadie, claro, identificó al dueño de la mano. Fue, digamos, una mano anónima. La mano solitaria de la venganza y de la ira colectiva. El desprecio y el menosprecio en contra de un político acusado como el gobernante más corrupto entre los corruptos de la historia contemporánea.

Ya lo dijo Ulises. La vida es un viaje. Un viaje, en ocasiones, a la aventura fascinante y alucinante. Un viaje, otras veces, al infierno. Otras, a la gloria. Otras más, a la nada.

En “La divina comedia”, Dante Alighieri viajó al infierno.

Y ni modo, hay veces en que el viaje se convierte en el más peligroso del mundo.

Caso Duarte, escondiéndose en Guatemala para mirar los días desde el lago Atitlán, el más hermoso del mundo.

JUEVES

El peor escarnio

Lo peor: el escarnio que está viendo y padeciendo Duarte en un infierno jamás imaginado.

La foto publicada en la prensa del jueves resulta insólita:

Duarte está tirado en el piso de una celda móvil de la patrulla para delincuentes, con las manos atadas hacia atrás, y que lo traslada a la Torre de Tribunales, donde en treinta minutos le leyeron la cartilla de la corrupción en Veracruz.

Un policía lo lanzó con fuerza a la patrulla para, digamos, evitar a los medios.

Las piernas abiertas en la jaula móvil con una cara con la peor angustia y desesperación de su vida. Inerme. Descobijado. Impotente. A la deriva. Exhibido, luego de la gloria y el esplendor en la Década Perdida.

Engrilletado de las manos, chaleco antibalas, pantalón vaquero azul, camisa de cuadros lilas, negros, blancos y rosados (multicolor, pues, arcoíris, vaya), un policía le mete la mano al pantalón y halla un lapicero. Y se lo quita. Está prohibido, le dice.

En sus oídos todavía resuena otro grito de los Maras… y ya que para los Maras le griten así está canijo:

“¡Basuraaaa! ¡Quiébrenlo!” (José Meléndez, El Universal).

VIERNES

Todo sea por Veracruz, ajá…

El escarnio se volvió tragedia.

El mismo día de la foto publicada, en la Ciudad de México, su esposa, Karime Macías, y la familia, tomaron un vuelo con destino a Colombia y luego a Inglaterra. Londres será el nuevo domicilio.

Y el mismo día, la Procuraduría General de la República, PGR, expidió orden de aprehensión en contra de su amigo, socio, aliado, cómplice y prestanombre, Moisés Cisneyros, aquel que según la había librado, luego de que el góber azul dijera que lo arrodilló con el simple hecho de amenazarlo con la cárcel para su esposa a cambio de cuya libertad despepitó todo en contra de Javier Duarte, tan cerca que estuvo de sus amigos y tan lejos hoy de ellos, convertidos en simples Judas, traidores.

La PGR (el subprocurador Jurídico y de Asuntos Internacionales, Alberto Elías Beltrán) ha sido lacónico, no más para aclarar paradas antes de que otros “se cuelguen medallitas”:

“Que quede claro. Tenemos a Javier Duarte. Tenemos a sus cómplices o a la mayoría de ellos. Ahora vamos a recuperar todo el daño que han sufrido los veracruzanos”.

 

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