Barandal

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•Banderazo rectoral en UV

•Sucesión de Sara Ladrón

•Habló Junta de Gobierno

Por Luis Velázquez

PASAMANOS: El banderazo de salida por la sucesión rectoral en la Universidad Veracruzana, UV, ya fue dada.

Lo dio la presidenta en turno de la Junta de Gobierno, la maestra Jacqueline del Carmen Jongitud Zamora.

Y puso en el carril tres reglas del juego, en tanto el secretario, doctor Ricardo Corzo Ramírez, barajeó otras tres.

Según Jongitud, la jugada girará alrededor de los siguientes principios:

Uno. Imparcialidad.

Es decir, ningún dado cargado, ni siquiera, vaya, para la doctora Sara Ladrón, quien como rectora puede, claro, reelegirse porque la ley lo contempla, pero al mismo tiempo, nada de que ella misma aproveche, digamos, la institucionalidad, para inducir la votación.

Ni el recurso oficial. Ni el tráfico de influencias. Ni las presiones. Ni el control de los vicerrectores ni tampoco de los directores de las facultades.

Ni menos, mucho menos, las plumas periodísticas a su servicio.

Dos. Independencia.

Nada, por ejemplo, de que el gobernador azul mueva las fichas, ya en cabildeo abierto, ya en juego diplomático, inductivo, digamos, con la Junta de Gobierno, cuya integridad está fuera de duda.

Con todo, incluso, que cuando Sara Ladrón fue elegida rectora, a uno de sus miembros le temblaron las corvas cuando Érick Lagos, secretario General de Gobierno, disfrazó a “sus porros” con una máscara para tomar la USBI y sembrar el terror y el temor.

Y tres, objetividad.

Nada, entonces, de pasiones revolcadas. Ni de preferencias afectivas. Ni de pago de gratitudes eternas. Ni de simpatías ni empatías. Todos, regidos por la razón que significa la grandeza de la máxima casa de estudios.

De ser así, ninguno de los aspirantes a la rectoría que han levantado la mano, entre ellos, los más activos, los doctores Jorge Manzo Denes y Rocío Ojeda Callado, han de abrigar sospechas de que “los dados estén cargados”.

BALAUSTRADAS: El respetado y respetable Ricardo Corzo (en la UV ha sido todo, menos rector) puso tres barajitas en el ruedo.

Una. Respeto.

Nada, pues, de agraviarse en la precampaña ni en la campaña y que, oh sorpresa, será de dos meses, un tiempo demasiado largo para ver “moros con tranchetes”.

Cero injurias. Cero golpes bajos. Cero intrigas. Cero madrazos mediáticos. Cero claroscuros. La tolerancia al máximo.

Y es que al momento algunos de los aspirantes han puesto “el índice en la llaga”, se ignora si “llaga purulenta”, pero documentando los errores de Sara Ladrón en los últimos casi cuatro años.

Dos. Legalidad.

Nada, como dicen los políticos, fuera ni encima de la ley. La ley universitaria es clara. Y por tanto, el apego total y absoluto. Piso parejo, pero también, la exposición académica suficiente para (y como decía Jesús Reyes Heroles, nunca escuchado), primero el programa y luego el hombre.

Y tres. Estabilidad.

Un proceso rectoral, por ejemplo, sin sobresaltos, y más, porque apenas hace cuatro años, el duartazgo “metió la mano en la sucesión” con “los porros” de Érick Lagos, a quien el secretario General de Gobierno de la Yunicidad, Rogelio Franco Castán, le llamaba “jefe”, además de porque fueron compañeros en pensión estudiantil en Xalapa, porque la fama pública dejó constancia de que a nombre de Javier Duarte “lo maiceaba”.

Y si Érick Lagos operó con “sus porros”, Franco Castán actuaría de igual manera para lanzar la misma estrategia, filosofía de vida pública, tentación y práctica política, con el único objetivo de coleccionar más y más poder.

ESCALERAS: Según la presidenta en turno de la Junta de Gobierno, la versión electrónica del proceso de designación rectoral será trepada en Internet el 24 de marzo, ni más ni menos, a partir de las diez horas.

Y a partir, ya oficializado el tiempo, a chambear los aspirantes.

Patricio Chirinos Calero, 1992/1998, otorgó la autonomía a la UV, incluida la reelección, a la que, digamos, Francisco I. Madero se habría opuesto.

Desde entonces, los rectores en turno se han reelegido para ampliar el periodo de cuatro a ocho años.

Y más, con tierra fértil si el desempeño lo ameritaba, como fue el gran caso, excepcional caso del doctor en Economía, Raúl Arias Lovillo, a quien por cierto Javier Duarte tentara con las secretarías de Desarrollo Económico y Educación y las rechazara, en tanto que Víctor Arredondo Álvarez alcanzó la plenitud fogosa con la SEV de Fidel Herrera Beltrán.

Ahora, sólo un milagro, un viento huracanado, el estallido de la tercera guerra mundial, evitaría que Sara Ladrón se reeligiera.

Y más, porque ha expresado su deseo irrefrenable de repetir, luego de que en su tiempo de sublevación a Javier Duarte algunos la miraron como una fuerte y poderosa candidata a la gubernatura por algún partido de oposición, con riesgo de convertirse en la primera mujer jefa del Poder Ejecutivo de Veracruz, a tono con Griselda Álvarez (Colima), Beatriz Paredes (Tlaxcala), Amalia García (Zacatecas), Ivonne Pacheco (Yucatán), Rosario Robles (Distrito Federal) y Claudia Pavlovich (Sonora).

No pudo. Mejor dicho, no quiso. Mejor dicho, nunca deseó escuchar el cántico de las sirenas.

Pero la reelección en la UV es cien por ciento tentadora.