martes, abril 23, 2024

Barandal

•Agravio a derechos humanos

•Dolor en el corazón social

•Justicia para los desaparecidos

Por Luis Velázquez

PASAMANOS: Javier Duarte y Arturo Bermúdez dejaron un sufrimiento y un dolor insuperable en el corazón social de Veracruz.

En cientos, miles quizá de hogares se llora a un hijo, un hermano, un sobrino, un tío, un padre, un abuelo incluso.

Todos ellos perdieron la vida a partir de la impunidad con que actuaron los carteles y cartelitos, donde, primero, cierto, digamos, se atravesó el ajuste de cuentas (como dijera Duarte y ahora repite el góber azul), pero luego enseguida, el secuestro como una forma segura, infalible, para obtener ingresos, multiplicando la incertidumbre y la zozobra.

Incluso, el peor de los mundos, cuando los elementos policiacos, desde los mandos medios a los bajos, desde los comandantes y delegados de Seguridad Pública hasta los policías rasos, plagiaron a ciudadanos y entregaron a los malandros.

Y/o como en el caso, entre tantos otros, del cantante de “La voz México”, Gibrán, plagiado por elementos policiacos y asesinado por ellos mismos, debido, se dijo siempre, a que en un antro la novia del hijo de Bermúdez lo prefirió.

Todavía peor si se considera que en la vorágine fuera de control que se vivió y padeció hasta niños fueron asesinados.

Y de ñapa, con el pitorreo oficial, como el caso del menor asesinado en Chinameca que según el gobernador interino, Flavino Ríos Alvarado, lo fue porque “había sido un pleito de cantina”, cuando el sicario lo mató por una bala perdida, ajá.

Y/o como el niño de Las Choapas, asesinado porque había sido testigo de un crimen.

Por eso, las ONG, los colectivos y solecitos siguen levantando la voz de protesta ante la Fiscalía porque Arturo Bermúdez Zurita fue detenido y encarcelado en el penal de Pacho Viejo por otros delitos, como enriquecimiento ilícito y abuso de autoridad.

Pero en ningún momento, ni por desaparición forzada ni tampoco por el río de sangre y el valle de la muerte sembrado en Veracruz durante seis años ininterrumpidos.

BALAUSTRADAS: Todavía falta añadir la lista de los veinte activistas sociales asesinados en el duartazgo.

Y de los veinte abogados que fueron ejecutados.

Y de los feminicidios consumados, entre ellos, los más atroces, la chica de 17 años de Atoyac, a la que le extrajeron los ojos, corriendo la versión de que fueron unos zopilotes, pues el cadáver fue tirado atrás de la comandancia policiaca.

Y de la chica asesinada de 40 puñaladas en un hotel en Córdoba.

Y de la señora asesinada de 20 puñaladas en Orizaba.

Y de las hermanas asesinadas en Papantla y tiradas a la orilla de un río.

Y, claro, la lista de los 19 reporteros y fotógrafos ejecutados y de los tres desaparecidos, y de los que la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas, CEAPP, ninguna palabra ha expresado al momento para exigir y demandar a la Fiscalía el seguimiento de todos y cada uno de los casos.

Es más, resulta inverosímil que el Fiscal esté convocando a los familiares de las víctimas a aportar más datos, cuando, caray, en las agencias del Ministerio Público hay denuncias interpuestas en su momento, atoradas, archivadas, engavetadas, durmiendo, como dice el clásico, “el sueño de los justos”.

Y más, cuando Anaís Palacios, del colectivo “Buscando a Nuestros Desaparecidos y Desaparecidas en Veracruz”, ha revelado que las tienen amenazadas si persisten en la rendición de cuentas y la justicia.

Y todo indica, atrás de las amenazas estarían elementos policiacos, polis y jefes, porque ellas han documentado la desaparición forzada.

¡Basta ya, entonces, de que el Fiscal se pase de tueste!

Desde luego resulta inexplicable que Arturo Bermúdez sólo esté acusado de enriquecimiento ilícito, cuando el grave atropello a los derechos humanos y a la vida y a la libertad y a las garantías constitucionales está de por medio.

Por eso, los padres de los cinco jóvenes originarios de Playa Vicente “levantados” en Tierra Blanco por los policías del delegado de Seguridad Pública, Marcos Conde, con todo y amenazas, volvieron a tocar las puertas en la Fiscalía clamando justicia.

El Fiscal, por el contrario, y con el mismo, o peor, mesianismo protagónico de su antecesor, sigue estudiando el curso intensivo de camarógrafo para tomar selfies al gobernador exponiendo la vida ante los saqueadores y otros casos semejantes que pudieran concitarse.

ESCALERAS: Nunca, jamás, jamás, jamás, Arturo Bermúdez ni Duarte serán perdonados por tantos hogares enlutados por culpa de ellos, y por añadidura, por el resto de las familias de Veracruz, solidarias muchas, pero también, agradecidas con la vida de que libraron aquella pesadilla sexenal, con todo y que ahora los secuestros, los desaparecidos y los crímenes siguen como una pesadilla atroz.

Pareciera, no obstante, que para la Yunicidad resulta más importante levantar denuncias penales por enriquecimiento ilícito que significa el saqueo de las arcas oficiales que la rendición de cuentas por el dolor y el sufrimiento en el corazón humano.

Todavía peor si se considera que los familiares de las víctimas se han visto obligadas a retomar su indignación, luego de la medallita “Adolfo Ruiz Cortines” y que más bien ha mudado en “una tomadura de pelo”.

Toda vida es invaluable. Y cada vida truncada por culpa de los policías y sus jefes y de los carteles y cartelitos significa el peor agravio del llamado “Estado de Derecho” para que el Fiscal esté más ocupado con sus calcetines multicolores y sus tuitazos tipo Donaldo Trump.

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