Los días que pasan…

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“Diario/semanario” que dijera Jaime Sabinas y/o “lo que ve el que vive” que decía Ricardo Garibay

•La lectura de la Biblia

•El más allá no existe

•El infierno está aquí

Por:Luis Velázquez

Viernes 6 de enero

Héctor Fuentes lee la biblia, como cada año. Cada día una hora de lectura. La lee con una lupa, buscando la recreación del lenguaje literario y periodístico.

Según Carlos Monsiváis y Gabriel García Márquez, QEPD, la Biblia es el mejor libro de crónicas escrito en la historia de la humanidad.

El relato de los grandes hechos sociales y noticiosos registrados en el Viejo y el Nuevo Testamento.

La escribieron, digamos, los mejores reporteros del mundo, entre ellos, claro, historiadores, pero también, profetas y sacerdotes.

Y aun cuando algunos dicen que “El Quijote” es el libro ideal como un compendio de crónicas, la biblia se lo lleva.

Ni comparación, vaya, existe.

Ningún otro libro resume, entre otras cositas, el estudio profundo y detallado de la naturaleza humana, con sus pasiones desaforadas y los amores intensos y reposados.

El amor a un Ser Superior. El amor a un pueblo. El amor a una causa social. El amor por la tierra. El amor por una mujer.

Una hora diaria de lectura suman 365 horas al año, suficientes para leer la biblia completita.

Sábado 7 de enero

Hay un libro de la biblia que estremece. Se llama “Reyes”. Son los reyes, emperadores, jefes máximos, tlatoanis de Israel y Jerusalem.

Yavé los privilegió… como sus mensajeros, sus fans, sus representantes en la tierra.

Dueños de poblados y ciudades, dueños de un ejército singular, dueños de la riqueza, ellos habrían de vivir para deificar a Yavé.

¡Ah!, pero si de pronto adoraban a otros dioses, dioses de piedra, dioses paganos, entonces, Yavé enfurecía.

Y de pronto, les daba juego a sus hijos leales y amados, y al mismo tiempo, destronaba a los padres.

Pero con violencia.

En los Reyes el relato sórdido y atroz de unos hombres peleando en nombre de Dios con otros hombres.

Un día, uno de ellos mató y decapitó a 400 profetas y sacerdotes de otros cultos, de otras religiones, de otras divinidades.

Es ahí donde Héctor Fuentes se acalambra. Cómo, se pregunta, matar en nombre de Dios y en un solo día, una sola noche, a tantos, incluidos niños, mujeres, ancianos y hombres.

Hay capítulos completos en la biblia donde el paraíso terrenal se vuelve un río de sangre, un valle de la muerte, un viaje al infierno.

Tan inverosímil como inaceptable.

Domingo 8 de enero

El lector se detiene en el Deteuronomio, el libro que habla de la segunda ley de Dios, luego de los mandamientos.

El libro refiere el pueblo prometido por Yavé a los israelitas, donde se crearía la primera utopía socialista del mundo en que los seres humanos serían fraternales y solidarios entre todos, atrás de la felicidad, sin envidias ni egoísmos, sin intrigas ni trastupijes.

Habría sido, digamos, el antecedente de las comunas de Tomás Moro. La dictadura del proletariado de Carlos Marx. La raza pura de Adolfo Hitler. La raza cósmica de José Vasconcelos. La sociedad perfecta de los cristeros. El paraíso terrenal de Fidel Castro. El sueño de Salvador Allende.

Guiados por su profeta y Yavé, los israelitas caminan en su éxodo. Pero se topan con pueblos guerreros. Y se trenzan. Y luchan. Y todos se matan entre sí hasta llegar a la tierra prometida.

Una vez más, la muerte en el relato bíblico. Y tanta sangre derramada en nombre de Dios confunde. Perturba. Convulsiona.

Y convulsiona, porque se parte de un principio. Dios, se afirma, es amor. ¿Por qué, entonces, la sangre y la muerte?

El teólogo diría que son los misterios del Señor. Pero al mismo tiempo, resulta inverosímil, porque entonces Huitzilopochtli, el dios sangriento de los aztecas, se vuelve una simple caricatura.

Lunes 9 de enero

En el libro “Crónicas”, el relato bíblico resulta apabullante, entre otras cositas, por lo siguientes:

Los reyes heredan a sus hijos el cargo público. Y los heredan, así tengan nueve, diez años. Y lo peor, les heredan el cargo por 20, 30, 40 años.

Quizá significa el antecedente histórico, bíblico, de que los políticos hereden los puestos públicos a los hijos y a las esposas y a los hermanos y a las amantes.

Por ejemplo, resulta inverosímil que cuando Yavé le retira el poder a un rey porque de pronto comenzó a adorar a otros dioses, el relevo sea el hijo de diez años, y todo el pueblo contento.

Y mientras cada rey siga adorando a Yavé, la vida corre en paz, felices todos.

Y cuando el jefe máximo de la tribu, el tlatoani, el gurú, cambia de dios, Yavé en automático los expulsa del paraíso.

Bastaría referir que en el relato bíblico la influencia de la mujer es decisiva, como por ejemplo cuando luego de seducir con sus encantos corpóreos a los reyes también los convierten a su religión.

Entonces, Yavé entra al quite y los cambia.

Martes 10 de enero

El Papa Francisco, el primer Pontífice latinoamericano en la historia del Vaticano, ha convocado a los ministros de Dios a vivir “con la medianía de su salario” como decía Benito Juárez.

Pero el relato bíblico es avasallante.

Por ejemplo, los reyes levantaban templos de lujo, forrados de oro y plata, con maderas preciosas, pisos de mármol, palacios que eran más allá de iglesias modestas, para Yavé.

Yavé era adorado en medio de la fastuosidad. Nada de miserias ni pobreza.

Y, entonces, el lector de la Biblia queda confundido.

Jesús, por ejemplo, tomó el látigo y lleno de furia y enjundia expulsó de su templo a latigazos a los mercenarios y fariseos que lo habían convertido en un mercado popular.

Siempre fue humilde en el vestir y en el ser. El pescador con sus sandalias y su túnica.

¿Por qué, entonces, tanta fastuosidad con Yavé en la Biblia?

La vida, pues, entre los lujos del cardenal Norberto Carrera y la vida sencilla y humilde del sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra y el obispo Raúl Vera.

Miércoles 11 de enero

El Corán, igual que la Biblia, son libros fascinantes. Pero quizá el Corán le gana en un capítulo estelar:

Mientras en la biblia ofrecen el paraíso a las almas buenas para estar al lado de Dios en el otro mundo, el Corán resulta más tentador cuando la vida se inmola en nombre del Ser Superior.

Así, el Corán dice que si un hombre muere defendiendo a su dios, en el otro mundo lo esperan 76 vírgenes para tomar posesión carnal de todas y cada una.

Pero más aún:

El Corán también garantiza que el hombre renovará su energía en automático pasando de una virgen a otra, de tal manera que su vitalidad está garantizada para dar la pelea a las 76.

Por eso es que en el mundo árabe hay miles y miles de jóvenes dispuestos a servir de kamikaze en los atentados y colocarse una bomba en el cuerpo para estallar en un centro popular, y al mismo tiempo, protegiéndose sus genitales para que salgan ilesos y den la pelea.

Jueves 12 de enero

La Biblia ofrece la felicidad eterna en el más allá.

Ignacio Ramírez, “El nigromante”, el feroz reportero y escritor, ingresó a la Academia Española a los 19 años y pronunció un discurso iconoclasta:

“Dios no existe”, dijo, y se armó un escándalo.

El ex abad de la Basílica de Guadalupe, Schulember, aseguró en una rueda de prensa que la Virgen de Guadalupe y el indio Juan Diego eran un invento de la iglesia para ganar feligresía, devotos y almas.

“El infierno… está aquí, en la tierra” dice el padrino de Damián Alcanzar en la película ”El infierno” de Luis Estrada.

Albert Camus decía que la religión convoca a vivir resignado a la adversidad porque en el más allá será premiado, y advierte que la resignación significa vivir en el peor de los mundos, que es vivir apostando a la esperanza.

Por eso, la Biblia ha de leerse como un libro de aventuras fascinantes, porque hacia el final del día todo lo que aquí se hace aquí se paga.

El más allá es una falacia, en la Biblia y en el Corán.