viernes, abril 19, 2024

Expediente 2016

Vivir para odiar

Por: Luis Velázquez

Si Veracruz fue con Javier Duarte un pueblo vejado, ahora con el góber azul somos un pueblo en pie de guerra, sonando los tambores belicosos.

Y si han transcurrido 30 días, ya podrá el lector visualizar lo que en la cultura tradicional llaman los primeros cien días.

Y ni se diga, claro, los 23 meses restantes.

La corrupción de Duarte (la PGR lo busca por delincuencia organizada, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y peculado) levantó a un Yunes azul extremoso y radical, convertido ya en una especie de terrorismo en el estilo de Ronald Reagan cuando preguntaba a los reporteros si estaban con él o estaban contra él.

Y si estaban contra él… porque se creía la encarnación de Estados Unidos.

Diríamos, entonces, que se vive el Estado Islámico de Veracruz.

El pequeño Osama bin Laden.

La microscópica Al Qaeda jarocha.

Ninguna palabra en el discurso oficial llamando a la unidad, aun cuando, y con todo, pudiera decirse que se convoca la unidad…, pero en contra del duartazgo.

Y, de ñapa, una vez, y desde hace unos 21 años, en contra del fogoso, el enemigo público número uno que el góber azul trae atravesado.

Ya es gobernador, el número 74 en la historia local, y no obstante, sus neuronas han quedado atrapadas, y sin salida, en medio del resentimiento y el odio en contra de sus antecesores.

Las denuncias penales, claro, se siguen de oficio. La PGR, la Policía Federal, el CISEN, las Fiscalías y la Interpol, que rastrea a Duarte en 190 países, han resultado insuficientes.

Y en contraparte, el discurso rijoso de peleador callejero, de fajador de cantina, del góber azul.

Tal cual, el único objetivo es mantener el fuego electoral para reposicionarse de cara a las seis elecciones en puerta y seguir ganando la batalla en las urnas.

Pero la población civil ya está harta de las pasiones desaforadas, urgida, mejor dicho, necesitada de vivir en paz.

Y más, porque las pasiones se reducen a unas cuantas elites (los yunistas, los fidelistas y los duartistas) ante, digamos, el bienestar social pendiente del millón de indígenas, los dos millones de campesinos y los tres millones de obreros.

HORA DE CERRAR LA PÁGINA

El ciudadano se pregunta si será la hora de cerrar la página y voltear para otro lado.

Los Yunes ya ganaron la elección y están gobernando y ejerciendo el poder.

Y por añadidura, ha de mirarse para adelante.

Claro, la conseja popular y política y social es seguir cabildeando, tocando puertas, incluso, presionando con firmeza ante la autoridad correspondiente para que las denuncias caminen, sujetas al tiempo jurídico enmarcado por la ley.

Pero con un bajo perfil, dejando ya, ya, ya, de litigar en los medios.

Y si, transcurrido el tiempo jurídico sin resultados, entonces, la misma ley señala la alternativa.

Pero en el hacer y construir de cada día, estamos hartos de estar en la locura de la venganza, como si la pasión desbordada de los Yunes azules fuera de todos.

Y todos debiéramos estar con ellos.

Hay ene número de pendientes sociales por encima y lejos de los vientos huracanados de la pasión desenfrenada.

El desempleo. El analfabetismo. La inseguridad. La desprotección social y médica. La baja calidad educativa. La peor calidad de vida.

Y en los últimos 30 días transcurridos ni una lucecita en el largo y extenso túnel de la desesperanza y el desencanto.

Por el contrario, los pendientes en el mismo hoyanco social, y por tanto, agravados.

Lo único para la elite panista en el poder está en resonar los tambores de guerra.

LA RELIGIÓN DEL RESENTIMIENTO

En nombre de Dios, Hipólito Reyes Larios y Sergio Obeso predican el amor. Los evangélicos también. Pero en el palacio principal de gobierno de Xalapa se vive para odiar.

Se trataría, entonces, de la religión del resentimiento que sólo puede exorcizarse cuando se cumpla la venganza.

Y la venganza quizá significa, y por ahora, la cárcel, cierto, para Javier Duarte, pero más que por Duarte en sí mismo, porque es hijo putativo de Fidel Herrera.

Más la cárcel para uno que otro duartista.

Más la cárcel para el jefe máximo de todos ellos, el cónsul de Enrique Peña Nieto en Barcelona.

Sólo entonces, y de igual manera como el cronopio Julio Cortázar escribía para purificarse, el alma (que le suele temblar al góber azul cuando se topa con la pobreza en el hospital público) encontrará la paz interior, la paz consigo mismo, la paz con los demás.

Mientras, el simple hecho de acalambrar, doblar y arrodillar, por ejemplo, a Moisés Mansur Cisneyros cuando le dijeron que su esposa sería encarcelada y se tronchó, constituye apenas, apenitas, un ligero desahogo para las neuronas y el corazón desenfrenado.

Ángel Gutiérrez, QEPD, el legendario político sureño, odió hasta donde más pudo a su adversario político, Cirilo Vázquez Lagunes, quien le arrebatara el poder regional.

Solo, solito, Yayo Gutiérrez alimentaba su odio ante la indiferencia del otro hasta que un día, de plano, se miró ante sí mismo y concluyó que tanto odio estaba envejeciendo su alma y su corazón y alertagando sus neuronas y su conciencia social.

Y entonces, sólo entonces, quedó purificado.

En el caso, el góber azul ha de querer que los 8 millones de habitantes de Veracruz odien más, mucho más, a Duarte y Fidel y amigos que los acompañaron en el viaje de la llamada “Decena Trágica”.

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