Crónicas de mi pueblo

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La Cuaresma:

La práctica de la Cuaresma data del siglo IV, la palabra Cuaresma proviene del latín cuadragésima, cuadragésimo día antes de la Pascua, período de tiempo litúrgico, destinado por la Iglesia Católica para la preparación de la fiesta de Pascua.

Oficialmente la Cuaresma comienza el Miércoles de Ceniza y termina justo antes de la cena del señor, el Jueves Santo. El origen  de la Cuaresma viene de varias referencias bíblicas, entre otras la más apegada a la fecha a conmemorar es la  que simboliza la prueba que Jesús tuvo que  vivir durante  cuarenta días en el desierto,  previo al desempeño de su ministerio. En el  siglo VI y VII, cobró gran importancia el ayuno como práctica Cuaresmal, con fundamento en la abstinencia  que el Señor realizó durante su preparación para el gran holocausto.

Desde el segundo Tercio del siglo XVI, la feligresía católica de nuestra ciudad guiados espiritualmente por los frailes franciscanos, inician la observancia de los ritos de la Cuaresma; pero es a mediados del siglo XVIII, cuando San Andrés Tuxtla con mayor fervor, reforzando su fe mediante diversos eventos de religiosidad popular, participa en los actos litúrgicos de esta festividad católica. Conforme pasan los años, ya en el siglo XX, en el templo de Catedral, era costumbre, que cada domingo de los seis, de que consta la Cuaresma incluyendo el Domingo de Ramos, se asistía a las misas dominicales y, las lecturas como hasta hoy se acostumbra, hablaban  de la conversión, el pecado, la penitencia y el perdón.

La Semana Santa en nuestro pueblo, se comenzó a celebrar en abril de 1847, fecha en que se consagra la Parroquia del Sagrario en el templo de Santa Rosa de Lima, siendo párroco Don Ramón Domínguez D’ Alejandrit, originario de Tuxpan, Veracruz.

Ya instalada la Parroquia del Sagrario en la recién consagrada Catedral, en virtud de haberse incendiado el templo de Santa Rosa en 1955; por esa época el pueblo católico aún conservaba la religiosidad y, el misticismo que caracterizó a la Iglesia en los primeros siglos de conversión del pueblo de San Andrés; con una gran influencia popular, durante el tiempo de Cuaresma, se debía observar un comportamiento de lo mejor, los fieles asistían a misa los domingos y, evitaban ir a fiestas o pronunciar malas palabras; los viernes eran de mayor respeto, se guardaba la vigilia que consistía en ayuno por la mañana y abstinencia de carnes; se rezaba  el santo rosario y se realizaba el viacrucis por las tardes noches, con la imagen de Jesús de Nazaret; el fin de semana previo a la Semana Santa, el jueves muy de mañana, se reunían los señores y jóvenes para ir a las faldas del volcán de San Martín por arrayan (planta silvestre parecida al laurel), se repicaban las campanas para despedirlos, regresaban el viernes de dolores por la tarde y, eran recibidos con el mismo júbilo, las personas comentaban, ¡Ya llegó el arrayán!, ¡Ya llegó el arrayán!

El Domingo de Ramos, era una celebración muy grande, la liturgia era especial, la bendición de palmas era a las 11:00 horas en Catedral y a las 13:00 horas en el templo de Santa Rosa de Lima; la misa pontifical la celebraba, el Excmo.Sr. Jesús Villarreal y Fierro obispo de la ciudad, le acompañaban Mons. Lorenzo Arteaga Malfavón, Mons. Víctor Phillips García y, los sacerdotes de la diócesis, entre otros Enrique López Velarde, Juan López Velarde, Modesto Juárez, Lucio Martínez, Mario Blanco, Arturo Vázquez, Manuel Álvarez Zavala, Antonio Martínez Buendía, Alberto Villanueva, Antonio Villarreal, Armando Vázquez Chávez, Adolfo Castro Méndez, Jesús Torres Ibarra, Guillermo Solano, Ángel Varela, etc; el Lunes Santo, los oficios eran los que indicaba la liturgia, el Martes Santo era algo muy especial, se realizaba el viacrucis (llamado del encuentro), porque se recordaba el momento en que coincidían en la vía dolorosa la Santísima Virgen María, San Juan  y Jesús, era algo muy emotivo, las imágenes de bulto que a un existen en Catedral salían del presbiterio, una por  el lado derecho y otra por el lado izquierdo y la de Jesús por el centro, en la nave principal sucedía el acontecimiento bíblico del encuentro de Jesús con su madre  camino al calvario, algunas mujeres lloraban, otras con el coro entonaban los cantos ¡Perdón oh Dios mío! y, ¡Oh dulce Jesús Mío!, acompañados por el órgano que magistralmente tocaban en algunas ocasiones la señorita Concepción Sedas Champion en otras Don Mariano Valdivia y López o el Profr. Joaquín Xolo Texna; el miércoles  santo había oficios especiales y se construía el aposentillo (era una casita formada por ramas de arrayán, palmas, palos y láminas simulando una prisión),en el atrio de Catedral; el Jueves Santo por la mañana a las 10:00 horas, iniciaba la misa de la consagración de los santos oleos (la misa de Crismas), a la cual asistían todos los sacerdotes de la diócesis, los cuales llevaban a sus parroquias los aceites para la unción de los enfermos; por la tarde se llevaba a cabo la misa de la Santa Cena y  el lavatorio de los pies; el  señor obispo después de las lecturas de la pasión, lavaba y besaba los pies a cada uno de los santos varones, a la vez que les entregaba un pan  bendito (bolillo grande donado por la panadería la fama) y un sobre lacrado que contenía dinero en efectivo; al término de la celebración el  señor obispo llevaba al santísimo con el palio y el sahumerio, e iban tocando la matraca hasta el monumento en donde quedaba simbólicamente prisionero, simultáneamente los santos varones trasladaban la imagen de Jesús atado a una columna y, la colocaban en el aposentillo en donde quedaba prisionero; el monumento se colocaba en donde ahora está la Virgen de Guadalupe y, se adornaba con flores hermosas y lienzos finos y delicados, todo en blanco y dorado, con gladiolas, azucenas y parásitas amarillas que le daban un toque hermoso, de esplendor; ahí el santísimo era venerado por todas las organizaciones de la iglesia y, pueblo en general, asistían, las damas la UFCM, los jóvenes de la A.C.J.M, las señoritas la Congregación Mariana, las señoras y señores de la Adoración Nocturna, los sacerdotes, los acólitos, los integrantes del coro, los cursillistas, las catequistas y, los seminaristas que en esa época todos se reclutaban para participar en los actos religiosos; a su vez, en el aposentillo que era ambientado con sonidos de cadenas, tambores y flautas que simulaban  regocijo, se dejaban escuchar algunas carcajadas de los actores del pueblo, tratando de rememorar a los creyentes en forma pagana, lo que Jesús vivió ese día al ser apresado. En la parte exterior del aposentillo el cual era improvisado con palmas, arrayan y palos, cantaban las mujeres alabanzas; las personas hacían largas filas santiguándose ante la imagen y dejaban una ofrenda (llamada limosna), que según la versión popular, dichos dineros que se recogían durante la semana mayor, eran enviados a Jerusalén para el cuidado del Santo  Sepulcro; con la aprehensión del señor, se cerraban los oficios y desde ese momento el ambiente se tornaba solemne, las campanas no volvían a repicar, el altar mayor quedaba sin ornamentos y, todas las imágenes se cubrían con una tela color morada en señal de luto.

El Viernes Santo, día mayor, era de ayuno y de abstinencia de carnes, se comía una sola una vez y, las personas se preparaban para asistir a las 15:00 horas  al templo, al sermón de las siete  palabras, las cuales eran reflexionadas por el Sr. Obispo y los sacerdotes, el evento religioso era transmitido a control remoto desde Catedral, por la X.E.D.Q ;  al término de dicho acto, venía el ritual del descendimiento, el Cristo que aún se encuentra en el presbiterio, se colocaba en el calvario improvisado con un templete cubierto con palmas y arrayan, como hasta ahora se acostumbra y, ahí los santos varones simulaban desclavarlo; bajo los acordes de la marimba Arpa de Oro de Don Andrés Rodríguez o la Orquesta Ideal  de Don Nato Moreno que interpretaban la Marcha Columbus, el cuerpo de la imagen de Cristo, seguido de las imágenes de la Dolorosa y San Juan, recorrían los pasillos del templo, hasta colocar  el cuerpo del señor, muy cerca de la puerta central de Catedral , en donde toda la gente iba a santiguarse y, los santos varones les daban además de su cruz de palma y su rama de arrayan a las personas, tres moneditas que persignaban en los tres clavos de la cruz; las cuales las guardaban en sus monedero como relicarios durante todo el año, para que no les faltara el dinero; por la noche a partir  de las veinte horas continuaba  la procesión del silencio con la imagen de la Dolorosa y San Juan, de la Glorieta que se localizaba a un costado del ADO, sobre la Av. Juárez a Catedral, después continuaba el rosario de pésame a la virgen, la cual vestida de negro y San Juan con túnica morada estaban al pie de la cruz en el calvario recibiendo las condolencias; cabe aclarar que el Viernes Santo todas las señoras asistían al templo de negro, algunas llevaban flores y las señoritas y niñas vestían de blanco, todas iban cubiertas de la cabeza algunas con mantillas, otras con rebozos o su chal.

El sábado se abría la gloria a las doce del día, después se cambió esta práctica a las doce de la noche; en esta celebración se encendía el cirio Pascual, símbolo de la resurrección de Cristo, se bendecía la pila bautismal y, se renovaban los votos del  bautismo. Al cantar el gloria el señor obispo, repicaban las campanas y acostumbraban los padres de familia y personas mayores castigar a los niños y grandes con un chilillo, por haberse portado mal durante la Semana Santa; era una corredera en todos los patios de las casas queriéndose librar del castigo al que se habían hecho  acreedores.

Por otra parte, en el parque Lerdo, desde el Domingo de Ramos ya estaban instalados los puestos con ventas de dulces diversos, frutas cristalizadas, colación etc., la feria con los caballitos, la rueda de la fortuna, la polaca, la lotería, las sillas voladoras  y un sin número de puestos con vendimias; las refresquerías y neverías, El Popo, El Emir y los Portales, así como el parque  Lerdo,  el Portal del Palacio Municipal  y la calle Madero que conduce  al templo de Santa Rosa de Lima, se llenaban juegos, puestos y personas venidas de todas las rancherías y barrios de la ciudad, era algo muy hermoso; al morir el señor obispo Jesús Villarreal y Fierro, ya encontrándose como obispo auxiliar adjunto Monseñor Arturo Szymanski Ramírez, quien subió a la titularidad del obispado en 1960 hasta 1968 que fue cuando  ordenó se quitaran las tradiciones del aposentillo y los demás ritos de religiosidad popular argumentando situaciones sobre la conducta de quienes participaban en estos actividades religiosas, causando un gran malestar en todos los feligreses porque permaneció cerrada por unos días la Catedral, ocasionando el  cambio de dicho prelado a su estado natal Tamaulipas, quedando al frente temporalmente el padre Víctor Phillips García, quien se desempeñaba como capellán de la parroquia del Sagrario y, era muy querido por todo el pueblo católico, e incluso muchas personas quería que él quedara como obispo, por su gran calidad humana y por ser una persona muy humilde; pero él agradeció la deferencia y, explicó al pueblo que el nombramiento tenía que llevar un proceso y, que pronto nuestra diócesis tendría un nuevo obispo; mientras esto sucedía, se reconstruyó el frente del atrio de Catedral que antes tenía tres entradas de acceso, las cuales cambiaron  por la funcional escalinata que ahora se encuentra en el atrio; el nuevo encargado de nuestra Catedral resultó ser el excelentísimo señor Dr. Don Guillermo Ranzahuer González, quien en una ceremonia suntuosa fue consagrado obispo de nuestra Catedral  en 1969 y quien permaneció en la diócesis 35 años, hasta el 2004, año en que falleció, dejando una huella imborrable de su trabajo pastoral, amén del gran cariño y aprecio que logró conquistar por su don de gente en toda la comunidad católica; él trató de restablecer la vieja tradición popular religiosa a petición de diversos grupos católicos, logrando de alguna manera conservar lo que hasta hoy conocemos de los ritos religiosos populares de la Semana Santa, lo que nunca volvió a Catedral fue  el aposentillo. Le sucedió como IV obispo de la diócesis Mons. José Trinidad Zapata Ortiz, quien permaneció encargado de la Diócesis 10 años; llegó a San Andrés el 30 de Julio del 2004 y, fue removido a la  Diócesis de Papantla, el 11 de Junio del 2014.

Cabe aclarar  que en la parroquia de Santa  Rosa de Lima, en donde surgieron estas tradiciones, aún existen gracias a la iniciativa y tesón de Doña Emilia del Prado Peláez, Doña Florisa Torres y, un grupo de damas católicas, se encargaron de lograr que el templo de Santa Rosa recuperara la categoría de parroquia junto con el inolvidable padre Ángel Varela, el día 6 de diciembre de 1981 y, a partir de 1982 se reanudan las tradiciones de la semana mayor, incluyendo el aposentillo; conservándose de esta manera, algo de lo que nos heredaron  nuestros antepasados, en el aspecto religioso popular.

Por mi parte es todo, deseo que tengan una feliz y, que Dios los bendiga abundantemente.

Prof. Sixto Carvajal

Cronista de San Andrés Tuxtla.